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N. Hardem está llevando el rap por donde quiere

El rapero bogotano acaba de lanzar Mal de altura, su séptimo lanzamiento en 10 años de carrera. Su consagración.

  • La discografía de N. Hardem incluye Cine negro (2014), Tambor (2015), Lo que me eleva (2017), Rhodesia (2018), Tambor 2 (2019), Verdor (2021) y Mal de altura (2024). Foto cortesía Ortíz-Arenas/Oso Polita Records
    La discografía de N. Hardem incluye Cine negro (2014), Tambor (2015), Lo que me eleva (2017), Rhodesia (2018), Tambor 2 (2019), Verdor (2021) y Mal de altura (2024). Foto cortesía Ortíz-Arenas/Oso Polita Records
22 de abril de 2024
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Mal de altura se escucha, pero sobre todo se siente, atraviesa. Eso quería N. Hardem desde que empezó a imaginárselo hace un par de años, cuando el disco era apenas una idea, una sensación. Cuando recién publicaba Verdor (2021) y empezaba a pensar en lo siguiente.

–Estaba mucho en el proceso con Mestizo (colectivo musical), tocando y conviviendo mucho con la música ahí del estudio –La Perla, La Boa, El Frente Cumbiero y todo este parche de la casa–, y especialmente influenciado por el disco póstumo de Tony Allen, que me fritó un resto y quise hacer algo por ese lado, un disco de música bailable... Bailable a mi entender, con mis grooves, con mis beats, con mi vuelta.

–¿Con qué empezó?

–Con Aweke. Encontré ese groove, ese sample, hice el beat y dije, bueno, por aquí es, necesito hacer trece de estos. Y qué va, pues la vida me pasó por encima... Igual me lo seguí imaginando como un disco que pudiese sonar en Sound System y que no pasara desapercibido, ni como música incidental, ni como una cosa meramente reflexiva, introspectiva, sino enfocándome en el impacto físico que puede tener la música y creo que se logró finalmente.

N. Hardem le respondió a la vida con todo su ímpetu y su arsenal y eso se tradujo en un disco que hace y deshace con el rap, paseándolo por otras músicas y, como pocos, asumiéndolo más como una herramienta para comunicar y conectarse con otros, que como un discurso. Alejándose de los postulados para retratar el mundo a partir de su experiencia y su perspectiva.

Así mismo fue desplegando toda su astucia y su habilidad, rapeando en inglés, español y francés como si fueran el mismo idioma, o haciendo del mismo idioma varios, con rimas donde una palabra puede entenderse de varias maneras, cambiando siempre el sentido de las frases antes de terminarlas, haciéndolas ambiguas y haciendo imposible seguirle la pista, por eso cada quién entiende lo que puede, lo que alcanza. Y por eso el disco parece sonar distinto en cada escucha.

Porque Mal de altura son muchas cosas. Es un malestar –el soroche, que se produce por una reducción de la presión atmosférica y niveles más bajos de oxígeno a grandes alturas, por lo general por encima de los 2400 metros–, pero es también el éxito aparente, la sensación de estar por encima y el agobio que eso puede generar. ‘Un pedestal también es una trampa’, ‘cuánto más se sube más grande se hace la sombra’, rapea Hardem.

Independiente de cómo se entienda, para el mal de altura siempre hace falta adaptación, y de eso sí que sabe Hardem, ahí radica su genialidad, en esa capacidad de leer el contexto, de entender y adaptarse.

–Para mí es difícil quedarme en un solo lugar y pretender hacer y ser una sola cosa habiendo tantísimas vainas de las que aprender y tantísimas vainas que hacer... Afortunadamente se me otorgó en la vida esa plasticidad y esa oportunidad, más que facilidad o talento, o lo que sea, de estar rodeado de un poco de posibilidades y poderlas aprender de cerca, eso en lo bueno, pero también en cuanto a lo que no se siente tan bien.

Su discografía está llena de esos aprendizajes, de esa curiosidad y esa multiplicidad de Hardem, que a veces parece ser varios, como si hubiera vivido antes. Y esa discografía, que recorre 10 años de carrera, pero recoge toda su vida, lo ha consagrado en el hip hop local y continental.

–¿Siente el mal de altura?

–En este punto del proyecto sí puede ser un poco el mal de altura, o sea, sí llegué a un punto de sentirme tranquilo y, bueno, haciendo lo que hago, y otras cosas que son innegables y están claras, ya más o menos coronamos, estoy haciendo lo que quiero, con la gente que quiero y más, tengo credibilidad y confianza en el entorno musical que tengo, gente linda que me acompaña, ¿ahora que? Aquí es ser antena o ser qué... o nada, pues volver a bajar pero quizá en reversa o por el otro lado.

–Un disco nuevo para el artista siempre es pasado, ¿qué viene?

—Uf, no sé, no tengo ni idea. Incluso el presente es un poco incierto. Obviamente quiero hacer cosas con el disco y tal, pero tengo la posibilidad de empezar otro proyecto muy rapero de una, puedo hacerlo, digamos que estoy en un buen momento para rapear y para escribir. Pero en adelante, no sé, creo que ya empezaré a probar cosas diferentes, o sea, seguiré haciendo rap porque me resulta divertido y porque es mi manera de comunicarme con mi comunidad, con mis pares y con el entorno, pero quiero probar a hacer otras cosas con la voz.

–¿Qué le deja Mal de altura?

–Los discos se me están volviendo una cosa un poco performática en la vida real. Todo lo que estaba pasando en Verdor fue basado en experiencias personales y en una visión y una sensación personal y lo que sea. Y en este a lo bien estuve viviendo un poco al límite del mal de altura, entonces queda la tranquilidad de que puedo vivir a profundidad mi experiencia de vida y mi experiencia humana a través de la música y que, por más raro, incluso doloroso o exigente que sea a veces, hasta el momento este es el mejor camino que tengo para disfrutar mi experiencia de vida en este planeta y en este momento.

Finalmente, Mal de altura es una lección de adaptabilidad dictada por N Hardem. ¿Cómo se recupera el aire después de cada revolcón, del golpe, del ascenso vertiginoso? Porque en ese tipo largo y langaruto, el cuerpo no deja ver la fuerza que tiene el espíritu, la música sí.

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