Desde hace varios años las tiras de Mafalda acompañan la edición impresa de EL COLOMBIANO. Hija de un vendedor de seguros y una ama de casa, habitante del barrio San Telmo, ávida de lectura y noticias, se convirtió en un icono contestatario cuya voz sigue tan vigente hoy como cuando nació en 1964. Quino lo dijo en su página web: “Viendo lo que hice en todos estos años me doy cuenta de que digo siempre las mismas cosas, y siguen vigentes. Eso es lo terrible... ¿No?”.
Las ideas del dibujante y humorista, como buen artista, se expresaron a través de sus historietas y sólo con cuentagotas en apariciones públicas. En las viñetas opinó sobre política mundial, sobre la paz, el arte y sobre la vida en sí.
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Nada define tanto la idiosincrasia de Quino como aquella tira en la que Mafalda le muestra a su oso de peluche un globo terráqueo y le pregunta “¿Te gusta? Porque es una maqueta, el original es un desastre”.
Mafalda escucha, y sobre lo que comentan los demás expresa sus ideas, piensa en el futuro y reflexiona sobre la humanidad, una de sus grandes preocupaciones. Muchos adjetivos se ajustan a la personalidad de Mafalda: rebelde, inconformista y curiosa, aunque entre estas cualidades destaca su simpleza y dominio de la palabra, debajo de la cual siempre hay un mensaje subyacente, con alta carga moral, que impregnó a varias generaciones con su deseo de construir una realidad mejor, y es que como ella decía: “paren el mundo que me quiero bajar”.
Lo de la sopa, ese rechazo al alimento, explicó Quino que era una metáfora, “sobre el militarismo y la imposición política”, porque de todo eso Mafalda era la voz suya.
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Aquí algunos ejemplos para recordar sus ideas.