Desde hace unas semanas el músico y compositor británico Roger Waters ha protagonizado polémicas por sus posturas políticas. Primero fue el choque que tuvo a principios de febrero con la escritora Polly Samson y con su esposo, el mítico guitarrista David Gilmour. Luego fue invitado por el gobierno de Vladimir Putin a hablar ante la ONU sobre la guerra en Ucrania. En ese evento el cerebro detrás de discos de la importancia de The Wall y The Dark Side Of The Moon no se fue por las ramas: “La invasión de Ucrania por la Federación Rusa fue ilegal. La condeno en los términos más enérgicos posibles. Sin embargo, la invasión rusa de Ucrania no ocurrió sin provocación, por lo que también condeno a los provocadores en los términos más enérgicos posibles”, dijo ante los miembros del Consejo de Seguridad.
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Waters —que por estos días está en plena gira de despedida This is not a drill tour,— no tiene ningún problema en hablar en contra de lo que considera injusto en el mundo.
Por ejemplo, sus reiteradas críticas al trato que el estado de Israel les da a los palestinos lo han convertido en blanco de las críticas de ciertos sectores de la intelectualidad europea, que lo consideran antisemita. Y eso le ha pasado factura: la alcaldía de Frankfurt canceló unilateralmente el concierto de Waters programado para el 28 de mayo en la sala de conciertos Festhalle.
En el comunicado, los funcionarios hablaron de un “persistente comportamiento antiisraelí“. Las cosas no quedaron ahí: el 21 de marzo se publicó una carta abierta dirigida a la alcaldía de esa ciudad alemana en la que se menciona el compromiso del músico con la defensa de los derechos humanos. El texto cuenta con las firmas de Noam Chomsky, Susan Sarandon, Ken Loach y Alexei Sayle. Además con las de los músicos Peter Gabriel, Brian Eno, Eric Clapton y Nick Mason, antiguo baterista de Pink Floyd.