Las manos grandes y blancas de Esteban Duperly han escrito y obturado por varios años para contar y mostrar historias reales, como periodista. Aunque le había coqueteado a la ficción, escribiendo cuentos que alguna vez publicó en un blog que ya no existe, esas manos se atrevieron esta vez con una novela, Dos Aguas
El relato que se cuenta en el libro, de 199 páginas, sucede en algún golfo del Caribe, que podría ser en Colombia pero, como su mismo autor lo dice, podría pasar también en Venezuela, Guatemala, Honduras o en cualquier otro país con costa caribeña.
Allí, en un lugar de mar, palmeras, manglares y zancudos, se encuentran los dos protagonistas de esta historia: Bernhart, un fotógrafo europeo que sale exiliado de Viena, tachado de judío, durante la Segunda Guerra Mundial, y el Boga, un negro solitario, obligado a salir del rancho que había construido frente al mar caribe. Dos personas que quieren estar aisladas del mundo y de pronto, la vida los pone en un mismo sitio.
“Lo que yo quería contar de fondo era esa pulsión humana de causar sobre otro lo que nos han causado otros, a pesar de que sea doloroso. Eso es un asunto muy humano, que hemos hecho todos, en mayor o menor medida”, dice Duperly.
Por eso, no es raro encontrarse en el libro que una persona de raíces judías –quienes han sido expulsados de todos lados durante tanto tiempo–, llegue a un lugar a expulsar a otros de un territorio. Y por eso, también, durante la lectura de Dos Aguas, el lector se topa con rabias y rencores grandes y pequeños que cargan los personajes y que se manifiestan de formas diversas.
Contar esa condición humana le costó bastante a Esteban, porque temía que las situaciones dramáticas del relato no fueran suficientes por sí mismas. “Pero entendí que el lector mismo tenía que hacer todos los descubrimientos. Cuando empecé a escribir, yo era un poco como un mago que hacía magia y luego explicaba el truco”. Por eso le agradece a José Ardila, el editor.