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Un libro para leer en hamaca

El periodista y fotógrafo Esteban Duperly incursiona en la ficción y lanza su primera novela.

  • Dos aguas, primera novela corta del antioqueño Esteban Duperly, hace parte de la colección Lince, de la editorial Angosta. Se lanza hoy, en La Pascasia, a las 7:00 p.m. FOTO Róbinson Sáenz
    Dos aguas, primera novela corta del antioqueño Esteban Duperly, hace parte de la colección Lince, de la editorial Angosta. Se lanza hoy, en La Pascasia, a las 7:00 p.m. FOTO Róbinson Sáenz
13 de diciembre de 2018
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Las manos grandes y blancas de Esteban Duperly han escrito y obturado por varios años para contar y mostrar historias reales, como periodista. Aunque le había coqueteado a la ficción, escribiendo cuentos que alguna vez publicó en un blog que ya no existe, esas manos se atrevieron esta vez con una novela, Dos Aguas

El relato que se cuenta en el libro, de 199 páginas, sucede en algún golfo del Caribe, que podría ser en Colombia pero, como su mismo autor lo dice, podría pasar también en Venezuela, Guatemala, Honduras o en cualquier otro país con costa caribeña.

Allí, en un lugar de mar, palmeras, manglares y zancudos, se encuentran los dos protagonistas de esta historia: Bernhart, un fotógrafo europeo que sale exiliado de Viena, tachado de judío, durante la Segunda Guerra Mundial, y el Boga, un negro solitario, obligado a salir del rancho que había construido frente al mar caribe. Dos personas que quieren estar aisladas del mundo y de pronto, la vida los pone en un mismo sitio.

“Lo que yo quería contar de fondo era esa pulsión humana de causar sobre otro lo que nos han causado otros, a pesar de que sea doloroso. Eso es un asunto muy humano, que hemos hecho todos, en mayor o menor medida”, dice Duperly.

Por eso, no es raro encontrarse en el libro que una persona de raíces judías –quienes han sido expulsados de todos lados durante tanto tiempo–, llegue a un lugar a expulsar a otros de un territorio. Y por eso, también, durante la lectura de Dos Aguas, el lector se topa con rabias y rencores grandes y pequeños que cargan los personajes y que se manifiestan de formas diversas.

Contar esa condición humana le costó bastante a Esteban, porque temía que las situaciones dramáticas del relato no fueran suficientes por sí mismas. “Pero entendí que el lector mismo tenía que hacer todos los descubrimientos. Cuando empecé a escribir, yo era un poco como un mago que hacía magia y luego explicaba el truco”. Por eso le agradece a José Ardila, el editor.

Para ir sin afán

Dos Aguas es una de esas ficciones que no pesan, que se leen fácil aunque las situaciones de fondo sean profundas, la narrativa sea original y las descripciones exquisitas. Tanto que uno alcanza a sentir el calor, a escuchar el viento y a que le duelan las picaduras de los zancudos. El escritor Héctor Abad Faciolince la calificó como una novela madura.

Muchos la leerán y se sentirán identificados en ciertas circunstancias, como en los viajes a la Costa por carretera o los paseos en parajes alejados del turismo tradicional en Colombia.

“Yo no quería reforzar ese imaginario que tenemos del Caribe, que son playas blancas y cielo azul, construido por el turismo y las agencias de viajes. El Caribe también puede ser agreste. Yo no quería mostrar una playa idílica, sino más bien un jardín salvaje”, precisa Esteban.

La naturaleza en esta novela, más que un personaje, es un estado de ánimo. “El hecho de que vivan en ese lugar apartado, difícil, donde llueve cuatro días seguidos, donde se desborda el manglar, donde las cosas se oxidan y la comida se daña, permea la historia como tal”.

Para lograr verosimilitud, acudió a la memoria de esos espacios en los que ha tenido la suerte de pasar largas temporadas, también leyó Historia Doble de la Costa, de Orlando Fals Borda y libros sobre palenques, cimarrones y cantos de bogas.

Sin embargo, le causa curiosidad saber qué diría un habitante de la costa al leer su libro. “Yo no dejo de ser un cachaco andino, pero mi intención siempre fue ser verosímil; esta no es una historia de la vida real, pero que le pudo haber sucedido a alguien, en un lugar que alguien puede sentir como real”. .

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