Esta vez no perdió nada, aunque el nombre del libro pudiese ser un consejo pesimista: Cómo perderlo todo. Con esa novela, que se cuenta en el peor año bisiesto que se encuentre en las bitácoras del universo, como se lee en la primera página, en la séptima línea, Ricardo Silva Romero se quedó con el Premio Biblioteca de Narrativa Colombiana 2019.
Era la tercera vez que aparecía como finalista, pero nadie va a decir que era la vencida. En 2015 fue El libro de la envidia y hubo un casi y en 2017 volvió con Historia oficial del amor y hubo otro casi, casi.
Y aunque a la hora del almuerzo, aún sin saber si iba a ganarlo (todo), ya decía que igual se sentía contento de ser finalista, de venir a Medellín por tercera vez (donde hace cinco ediciones se entrega el galardón) y disfrutar del clima cultural, así lo llamó, que hay en esta ciudad, casi a las ocho de la noche subió al escenario, hecho (otra vez todo) un ganador. Seguro dijo, eso sí, como muchos dijeron también entre labios, por fin, y celebraron en el auditorio de la Universidad Eafit.
Él, desde el atril, explicó que ha estado viniendo al premio estos años y escribiendo lo que le quería presentar a gente en específico. El de la envidia fue para su padre, el del amor para su mamá y el del Cómo para su esposa. “Me parecía un cierre importante venir a presentar esta novela porque son las personas más importantes de mi vida”.
No fue como en ese 2016 en el que transcurre Cómo perderlo todo, en el que Pizarro, el personaje central, el viejo profesor, queda solo en su apartamento porque su esposa y su hija se van a Estados Unidos a acompañar a la otra hija, que está embarazada, y él solo, aunque lo esconda en las llamadas, es un desastre.
Página 17: Qué extraña había sido la resaca de aquel enero de 2016. Según los periódicos y las revistas, que se han vuelto maestros del suspenso, no iba a haber un año peor: recesión, turbulencia, caos. A ellos, por lo pronto, se le habían ido esos primeros días en las vueltas para el viaje de Julia y Clara. Y él vivía somnoliento y sin ganas de vivir y se sentía incapaz de sentarse a leer como si leer fuera salir a caminar. Tenía revuelta la nostalgia.
El día que Ricardo ganó, es decir ayer, era el último martes de enero, y muy importante, de 2019.
Ahí va
El premio empezó con 127 obras postuladas (27 mujeres, 100 hombres), en diciembre fueron 11 finalistas y a principios de enero quedaron tres. A Ricardo lo acompañaban Juan Miguel Álvarez con periodismo narrativo, Verde tierra calcinada, y Luis González, con otra ficción, El jefe.
El escritor Héctor Abad, organizador y gestor del galardón, dijo que las tres son muy distintas: una muy contemporánea (la del ganador), otra más histórica (El jefe) y el de periodismo, que tiene mucho que ver con el conflicto armado, con el posconflicto. “Son muy representativas de la literatura actual colombiana”.
No es que Héctor, precisa, se haya leído los 127, pero el premio permite dar una mirada al trabajo literario que se está haciendo en el país.
“Nos encontramos con que la vitalidad de la narrativa del país se mantiene. Se publican entre 100 y 150 libros de literatura al año, eso es una cantidad buena. Hay más de 20 editoriales que participaron, hay periodismo, hay ficción. Llegar a los 11 nominados fue difícil, pero nosotros tenemos un grupo de prelectores en los que confiamos y los mejor calificados los hicimos leer más de una vez. Para el jurado fue difícil llegar a los tres, querían cuatro o cinco”.
En el jurado estaba Leonardo Padura (presidente), Ana Roda, Santiago Gamboa, Jerónimo PIzarro, Pilar Quintana (ganadora en 2018) y Héctor Abad (con voz, pero sin voto). Ellos decidieron que fuera Ricardo con Cómo perderlo todo el que se quedara con la escultura del maestro Hugo Zapata, el diploma y los 40 millones de pesos.
En el acta escribieron: “La fluidez narrativa, la riqueza de la trama y la voluntad estilística del autor hacen de esta novela un gran retrato de nuestra época en el que se despliegan –como en el mundo de las redes sociales– decenas de personajes y puntos de vista que se cruzan por azar o por necesidad, en medio del tenso ambiente que recorre la obra. El jurado destaca en ella su lectura crítica de la realidad, su escepticismo e ironía, su fino y generoso humor”. Entonces hay que ir a leer las 607 páginas que tiene.
Mientras tanto, el tono del escritor, muy cercano. Él sospecha que quizá es una de las cosas que ha hecho, que ha logrado: que sea directo. “No hay una traducción de lo oral a lo escrito enorme, ni una traducción de la persona que soy a la ficción. Hay algo lo más cercano que se puede entre lo que uno es y lo que escribe”.
Es 2019 y esta es la historia de cómo ganarse un premio después de dos intentos. O mejor, después de tres novelas.