Solo había cuatro miembros en el club de los García Barcha. Eran Rodrigo, Gonzalo, Mercedes y Gabo, pero en abril de 2014 el clan se redujo a tres y en 2020 a dos. El primero en partir fue Gabo, el padre en cuya mente se tejió con cuidado Cien Años de Soledad, el ganador del Premio Nobel de Literatura en 1982. La segunda fue Mercedes, la madre fuerte, quien se fue en un año convulso, dejando atrás a los dos hijos.
El club se desintegraba y la idea de la despedida empezó a rondar en la cabeza del cineasta Rodrigo García Barcha, el mayor entre la descendencia. Luego de perder a su padre con los años, en un proceso largo en el que la demencia se fue devorando la memoria del escritor, Rodrigo se acercó con temor a los últimos días de esa vida, cuyo final la familia intentó cuidar al máximo en su intimidad, el cierre de la historia del Club de los 4.
Estuvo latente la preocupación de ir a cruzar alguna línea indebida o traicionar la privacidad de su familia, pero tras la muerte de su madre se animó a terminar de darle forma a lo que se convirtió en Gabo y Mercedes: una despedida, que ya está disponible en librerías.
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La experiencia más amplia que Rodrigo ha tenido con la escritura ha sido con guiones en inglés. Ha sido muy poco lo que se ha animado a redactar en español y por eso este libro fue saliendo así, en ese otro idioma que su padre no dominaba, a diferencia del francés o el italiano.
“Escribirlo en inglés me permitía hacerlo con soltura y velocidad, porque sabía que el libro sería un viaje tanto difícil como peligroso emocionalmente”. Aunque pudo haber trabajado en la traducción por sí mismo, no quería recorrer el dolor otra vez, así que esta quedó a cargo de Marta Mesa. Ahora ve toda la decisión sobre ese proceso de escritura como una “bonita ironía”.
En el texto nadie tiene nombres, excepto Mercedes, Gabo, Gonzalo y Álvaro Mutis, amigo de su padre. Rodrigo no quería que nadie se quedara por fuera del relato. Intentó que su narración de los últimos días –que se volvieron rápidamente últimos minutos– tuviera un balance entre lo personal y lo emotivo “pero no quería ser demasiado sentimental, demasiado indulgente conmigo mismo”.
Hilvanando recuerdos de ese que fue su padre, y del que lentamente dejó de ser aunque aún habitara bien adentro del mismo cuerpo, Rodrigo ensambló un libro que gira en torno a ese paso que es la muerte. La de Gabo fue un Jueves Santo, como la de Úrsula Iguarán.
“Mi padre se quejaba de que una de las cosas que más odiaba de la muerte era el hecho de que sería la única faceta de su vida sobre la que no podría escribir”, destacó Rodrigo en un aparte del libro. Tras haber plasmado sobre ese momento específico en la vida de su padre, señala que no lo hizo pensando en escribir por Gabo, “porque nadie escribe por otro escritor”, pero se apoyó en la idea “para consolarme a mí mismo de escribir sobre su muerte sin que fuera de una manera demasiado indiscreta”.
Incluyó pequeños fragmentos en el que los personajes de su padre fallecían. “Puesto que él no podía escribir sobre su propia muerte y escribió sobre la muerte de sus personajes, pensé que sería una manera de recalcar eso”. Aquí está plasmada la despedida del hijo al padre. Escribir sobre la experiencia propia de su muerte, “eso lo estará haciendo él ahorita en algún lugar”