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¿Conoce la historia oculta del Réquiem de Mozart? Un nuevo libro la cuenta y se va a sorprender

Se trata de una obra inconclusa tan famosa como misteriosa, envuelta en mitos y leyendas que siguen fascinando al mundo más de dos siglos después de su creación.

  • Miguel Ángel Marín (en el círculo) es el autor de El Réquiem de Mozart. Una historia cultural. FOTOS Getty y cortesía
    Miguel Ángel Marín (en el círculo) es el autor de El Réquiem de Mozart. Una historia cultural. FOTOS Getty y cortesía
02 de marzo de 2025
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Wolfgang Amadeus Mozart murió sin saber que su Réquiem se convertiría en una de las composiciones más trascendentales de la historia. Tampoco pudo imaginar que, siglos después, su misa de difuntos seguiría envuelta en teorías conspirativas, versiones inacabadas y funerales de personajes ilustres: se dice que compuso esta obra maestra convencido de que escribía su propia música fúnebre, que fue un encargo secreto de fuerzas ocultas o de la muerte en persona, e incluso se cree que fue envenenado antes de terminarla. Pero la realidad, como ocurre con muchas leyendas, es aún más fascinante.

Para desentrañar los mitos y revelar la historia detrás del Réquiem, EL COLOMBIANO habló con el español Miguel Ángel Marín, doctor en Musicología de la Universidad de Londres y catedrático en la Universidad de La Rioja. En su más reciente libro, El Réquiem de Mozart. Una historia cultural –publicado por editorial Acantilado–, reconstruye el camino de esta obra póstuma desde su concepción hasta su impacto en la cultura occidental.

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“Lo que explica el enorme éxito del Réquiem, incluso más de dos siglos después de haber sido compuesto, es el aparato publicitario que lo ha rodeado y, por otro lado, el impacto emocional que sigue teniendo en el oyente”, dice Marín. El especialista explica cómo una partitura inconclusa se transformó en un ícono musical, acompañando el duelo de reyes, intelectuales y artistas durante más de dos siglos.

El Réquiem de Mozart está rodeado de mitos y leyendas, desde el encargo anónimo hasta la idea de que componía su propia música fúnebre. ¿Cuáles son los más arraigados y qué hay de cierto en ellos?

“El Réquiem de Mozart es una obra única, no solo por su calidad musical, sino también por la carga de mitos y leyendas que lo rodean desde la muerte del compositor. Su fallecimiento el 5 de diciembre de 1791 dejó la obra inconclusa y dio pie a rumores, como la teoría del envenenamiento, que surgió pocos días después cuando un periódico berlinés mencionó la coloración extraña de su cadáver. Con el tiempo, estos relatos fueron reforzados por la literatura y el teatro, como en la obra Mozart y Salieri de Alexander Pushkin, contribuyendo a la fascinación en torno a la pieza.

Estos mitos aumentaron la difusión del Réquiem en el siglo XIX, convirtiéndolo no solo en una gran composición, sino también en un fenómeno cultural. Su halo de misterio atrajo a músicos, editores y a quienes deseaban que se interpretara en ceremonias fúnebres de figuras ilustres. Aunque hoy se sabe que muchas de estas historias no son ciertas, formaron parte esencial de la percepción de la obra y aún influyen en su interpretación. Un claro ejemplo es la película Amadeus (1984), que sigue transmitiendo la idea de un Réquiem envuelto en conspiraciones.

Otro elemento clave en su trascendencia es que quedó inconcluso. Mozart murió antes de terminarlo, lo que generó debates sobre su finalización y contribuyó a su misticismo. Esta combinación de genialidad musical y narrativas legendarias ha convertido al Réquiem en una de las composiciones más enigmáticas e influyentes de la historia”.

El Réquiem quedó inconcluso y su final sigue en debate. ¿Es posible alcanzar una versión definitiva o siempre habrá nuevas reinterpretaciones?

“El hecho de que el Réquiem quedara inconcluso desató desde el siglo XIX una gran polémica sobre su finalización. Ya en la década de 1830 se discutía quién había completado la obra y qué tanto de los movimientos finales realmente correspondía a Mozart. Se sabía que el compositor murió en pleno proceso de escritura, lo que generó interrogantes sobre en qué estado dejó la partitura y cuánto agregaron otros músicos para completarla.

Uno de los principales nombres en esta historia es Franz Xaver Süssmayr, discípulo de Mozart, quien recibió el encargo de Constanze Mozart, la viuda del compositor, para concluir la obra. La versión de Süssmayr fue publicada en 1800 en Leipzig y se convirtió en la versión “clásica” del Réquiem, la más interpretada durante siglos. Sin embargo, en las últimas décadas, muchos musicólogos han cuestionado si esta es la mejor reconstrucción posible.

Hoy, con los avances en tecnología y un mayor conocimiento del estilo compositivo de Mozart, han surgido nuevas versiones que intentan acercarse más a lo que pudo haber sido su visión original. Es un debate abierto: algunos defienden la versión de Süssmayr como la más legítima por su cercanía a Mozart, mientras que otros proponen finales alternativos basados en reconstrucciones estilísticas. Este enigma ha contribuido a la fascinación por el Réquiem, convirtiéndolo no solo en una obra maestra musical, sino en un fenómeno que sigue generando investigación, nuevas ediciones y, en cierta forma, un atractivo casi comercial. La música que Mozart alcanzó a escribir es de una calidad extraordinaria y, precisamente por eso, la discusión sobre su final seguirá reescribiéndose con cada generación”.

El Réquiem de Mozart pasó de ser una obra litúrgica a un espectáculo de concierto. ¿Cuándo y por qué dejó de interpretarse solo en ceremonias religiosas?

“El Réquiem de Mozart fue concebido originalmente como una misa de difuntos dentro del rito católico del siglo XVIII, con un texto en latín inmutable y una estructura adaptada a la liturgia. Su interpretación debía realizarse en iglesias, con una acústica diseñada para la reverberación del espacio sagrado y con alternancias entre canto llano e intervenciones habladas del oficiante. Sin embargo, desde el inicio, esta obra comenzó a trascender el ámbito religioso para alcanzar nuevas audiencias.

Apenas trece meses después de la muerte de Mozart, en 1793, el Réquiem se interpretó por primera vez en una sala de conciertos, marcando un punto de inflexión en su historia. Durante el siglo XIX, surgió una fuerte disputa sobre su naturaleza: algunos defendían que solo podía apreciarse en su verdadera dimensión dentro de una iglesia, mientras que otros argumentaban que su calidad musical le permitía trascender su propósito original y convertirse en una pieza de concierto. Un factor clave en este cambio fue que, en los templos de la época, las mujeres no podían cantar, lo que limitaba la interpretación de las voces agudas a niños o castrati, mientras que en los teatros sí se podían incluir sopranos y contraltos, enriqueciendo su sonoridad.

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Esta evolución permitió que el Réquiem llegara a regiones donde el catolicismo no era la religión predominante, como Alemania del Norte e Inglaterra, donde se adaptó a formatos propios de la música protestante. Su capacidad de adaptarse a distintos espacios y contextos fue clave en su éxito, consolidándolo como una de las composiciones más interpretadas de la historia de la música”.

Más de dos siglos después de su creación, el Réquiem de Mozart sigue conmoviendo al público global y es una de las pocas composiciones con una popularidad verdaderamente universal. ¿Qué hace que esta obra haya trascendido épocas, fronteras y sensibilidades?

“Sí, yo creo que, en el fondo, lo que explica el enorme éxito del Réquiem, al día de hoy, más de dos siglos después de haber sido compuesto, se puede resumir en dos razones fundamentales.

La primera razón es todo este aparato publicístico del que he hablado: es una obra de muy buena factura artística, rodeada de mitología y, por lo tanto, de la que se habla mucho y se escucha mucho. Esto la hace muy apetecible, además de que tiene una estructura que le permite adaptarse con facilidad a distintas plantillas instrumentales y vocales. Su carácter inconcluso también juega un papel clave en su atractivo, ya que genera especulación, debate e interpretaciones diversas.

A todo esto hay que sumarle un factor que ha sido fundamental en su difusión: la tradición interpretativa que se consolidó en el siglo XIX y que se expandió aún más en el siglo XX. El Réquiem se incorporó a la práctica de coros aficionados, convirtiéndose en una obra recurrente en su repertorio. Y esto es clave, porque no solo los grandes músicos profesionales lo han mantenido vigente, sino que, al formar parte del repertorio de coros amateurs, su interpretación se ha multiplicado en todo el mundo, asegurando su permanencia en la cultura musical. Pero hay una segunda razón, quizás más sutil, pero de gran impacto: el componente emocional que despierta en los oyentes”.

Usted menciona que Mozart logra expresar el dramatismo del Réquiem con un lenguaje casi teatral. ¿Cómo traduce la música el sentido trágico y esperanzador del texto, y por qué sigue conmoviendo a los oyentes?

“El Réquiem de Mozart, en particular la Secuencia—que es la parte central de la obra y que sí compuso él—, tiene un rasgo único, propio de su genialidad: la música describe con una fuerza teatral extraordinaria el contenido del texto. A veces lo he definido como una especie de ópera religiosa, porque Mozart, con su talento dramatúrgico, logró plasmar en el sonido el significado del texto en latín de manera casi pictórica.

El Réquiem trata el momento terrible en el que todos nos enfrentamos a la muerte y el recorrido del alma hacia su destino final. Según la tradición cristiana, hay una serie de pruebas que el alma debe superar antes de alcanzar el paraíso, y eso es lo que Mozart refleja en su música. No es solo un acompañamiento al texto; la música realmente representa lo que el texto narra.

Por ejemplo, en el Confutatis, cuando el texto describe las llamas del infierno, Mozart lo traduce en la orquesta con motivos ascendentes y descendentes en las cuerdas, evocando el vaivén de las llamas. Estos detalles no son casuales; están cuidadosamente diseñados para provocar una reacción en el oyente, una sensación de dramatismo y trascendencia.

Pero más allá de la técnica y de la correspondencia entre música y texto, el Réquiem conecta profundamente con los oyentes porque trata un tema universal: la muerte y el más allá. No importa si uno es creyente o no; la obra nos interpela, nos enfrenta a una de las grandes preguntas de la humanidad. Esa capacidad de emocionar, de generar una experiencia espiritual o reflexiva en cada persona que la escucha, es lo que la hace única. Además, el Réquiem no solo ha perdurado en el repertorio profesional, sino que se ha integrado en la tradición interpretativa de coros amateurs desde el siglo XIX, lo que ha contribuido enormemente a su difusión y permanencia. Al final, lo que garantiza el éxito y la popularidad de esta obra es la suma de todos estos factores: su calidad musical excepcional, su carga dramática, su capacidad de adaptación a distintos espacios y, sobre todo, el impacto emocional que sigue provocando en quienes la escuchan”.

Se dice que Mozart compuso su Réquiem convencido de que era para su propio funeral, aunque esto es parte del mito. Sin embargo, sí sabemos que en sus últimos días estaba obsesionado con esta obra. ¿Qué evidencia tenemos sobre su relación con la muerte y cómo se convirtió en música fúnebre universal?

No hay evidencia de que Mozart compusiera el Réquiem pensando en su propia muerte. La idea de que lo escribió para su propio funeral es un mito sin fundamento. En realidad, recibió el encargo de un noble a mediados de 1791 para conmemorar el aniversario de su esposa fallecida, cuya misa de difuntos debía celebrarse en enero de 1792. Mozart comenzó a componerlo entre octubre y noviembre, pero falleció en diciembre, dejando la obra inconclusa.

Sin embargo, en sus últimos días sí parece haber estado obsesionado con la obra, aunque no necesariamente porque pensara que era para sí mismo. Es posible que, en algún momento de su enfermedad, se preguntara si la música que estaba componiendo podría sonar en su propio funeral, pero esto es especulación.

Durante mucho tiempo se creyó que en el funeral de Mozart no se interpretó ninguna parte del Réquiem, pero recientemente se encontró un documento en un archivo parroquial de Viena que confirma que, cinco días después de su muerte, el 10 de diciembre de 1791, se celebró una misa de difuntos en la que se interpretaron los dos únicos movimientos que Mozart dejó prácticamente terminados: el Requiem aeternam y el Kyrie. Este descubrimiento ha obligado a revisar algunas afirmaciones de la musicología sobre la obra.

Tras la muerte de Mozart, el Réquiem fue concluido y comenzó a interpretarse con regularidad. En 1800 se publicó la primera edición impresa, lo que aceleró su difusión por toda Europa. Con el tiempo, se convirtió en la música elegida para despedir a figuras de todo tipo: reyes, militares, aristócratas, artistas y burgueses. En mi libro analizo particularmente su impacto en España, donde su uso en ceremonias fúnebres fue mucho más extendido de lo que se creía”.

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