Como cada día, cada libro trae su afán. El rigor de ese axioma lo vivió Esteban Duperly en El medidor de tierras, su segunda novela. Si la compara con la de su ópera prima —Dos aguas—, la escritura de este libro le resultó más compleja al editor de Eafit y vástago de una familia de fotógrafos.
“Cuando vi que el libro editado apenas tenía 168 páginas me pareció increíble que hubiese tardado casi cuatro años escribiéndolo”, dice Duperly. Y eso recuerda algo que saben —o deberían saberlo— quienes escriben: lejos de ser un pasatiempo, la escritura literaria es un camino de penalidades. “Así me ofrecieran un montón de plata por escribir un cuento de cuatro páginas, diría que no. Terminé muy cansado”.
El miércoles 28 de junio a las siete y media de la noche, en la Pascasia, Duperly hablará de su libro con Juan David Correa, el editor encargado de ayudarle con la escritura.
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Esta es su segunda novela. Hablemos de la diferencia entre el proceso de escribir este libro y el anterior...
“En algún momento yo me sentí que estaba escribiendo la misma novela. Por supuesto, con personajes e historia diferentes. Sentí que en este libro abordaba las mismas preguntas esenciales. No creo que sea algo particular en mí, sino que creo que en general los escritores y las escritoras tienen unas obsesiones que trabajan durante toda la vida en distintos escenarios. Entonces a veces yo sí me preguntaba, ¿por qué me están dando tanta dificultad si finalmente es la misma novela? Claro, resuelta de manera diferente. Yo siento que hay una evolución en mi poética, por decirlo de alguna manera, que creo que es lo único que un lector le pide a un escritor: que cada vez que escriba mejore en su poética.
Sin embargo, para mí la escritura de esta segunda novela fue como volver a aprender todo del principio. Yo empecé la escritura de este libro con un cierto sentimiento de seguridad. Ya había publicado una primera novela a la que le había ido medianamente bien. Yo pensé que ya sabía las claves para escribir una novela. Y no. De hecho tuve muchos momentos de inseguridad, que eran mucho más preocupantes porque pensé que había perdido una suerte de talento que ya había desarrollado. Sin embargo eso es algo que sucede en todas la escrituras. Esto es en cierto sentido una lección de humildad”.
Esta novela también es un salto: la primera novela fue editada por un sello independiente y la segunda por uno más grande...
“Sí, eso me puso una cierta presión y también significó una pérdida de espontaneidad, ¿sabés? La primera novela la escribí sin saber muy bien que estaba escribiendo una novela. Fue un proceso de escritura completamente diferente, acompañada por esa espontaneidad de las primeras veces. Como aquí ya era más consciente de qué era lo que estaba haciendo y era más consciente de que lo quería hacer bien, yo creo que eso me restó espontaneidad y eso me causó muchos problemas al principio.
Justamente me da la impresión de que cuando por fin me liberé de eso, después de varios intentos fallidos, de manuscritos que no funcionaban, de conversaciones con el editor que no necesariamente llegaban a buenos lugares, recuperé justamente esa espontaneidad que fue lo que me permitió ya completar el manuscrito final y terminar la novela”.