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Libros y poemas para recordar al fallecido “nadaísta” Eduardo Escobar

El literaro nacido en Envigado falleció en la madrugada de este martes 19 de marzo.

  • Imagen de Eduardo Escobar Ochoa, en una de sus visitas en EL COLOMBIANO, donde fue columnista. FOTO Archico EC

    Imagen de Eduardo Escobar Ochoa, en una de sus visitas en EL COLOMBIANO, donde fue columnista. FOTO Archico EC

19 de marzo de 2024
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El ensayista, poeta, escritor y periodista Eduardo Escobar, quien estaba luchando contra el cáncer de pulmón y cuya familia confirmó su fallecimiento este martes en la mañana, deja un amplio legado de textos en los que refleja su vida cotidiana, sus ideas políticas y filosóficas.

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Como periodista fue director de La viga en el ojo, la primera publicación nadaísta ilustrada por Álvaro Barrios y Pedro Alcántara Herrán.

En su oficio como columnista escribió para los diarios EL COLOMBIANO, El Tiempo, Universo Centro y El País. También fue colaborador en Soho, Credencial, Cromos, Universidad de Antioquia y Aleph. Estudió una temporada en el Seminario de Misiones de Yarumal, en Norte de Antioquia

En la página web de la Corporación Otraparte hay publicado un poema, en el que él mismo Escobar se describía:

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No sólo de poesía vive el hombre y menos en Colombia traficando con libros

narcóticos. Para sacudir la inopia, como tantos otros antiguos y modernos

poetas o simples mortales, recurrí a mil oficios ramplones y actividades prosaicas:

fui auxiliar de contabilidad en una pesadilla, patinador de banco

todo un junio, mensajero sin bicicleta en una oficina de bienes raíces

mientras leí «Teoría del desarraigo», fabriqué bolsas de polietileno, joyeros

de cartón y terciopelo, fui almacenista, leí a Joyce en una bodega, me desempeñé

también como anticuario ambulante, como vendedor de muñecas de Navidad

fuera de temporada, de diarios y semanarios y mensuarios a la entrada de una clínica de lujo.

Artesano de baratijas de cobre. Armador de faroles para barco.

Promotor de rifas clandestinas sin premio, por el apremio.

Ayudante de cocina por el arroz con chipichipi. Pastor de aves de corral.

Maestro sablista del sutil abordaje. Cantinero.

Escritor de nimiedades para revistas intrascendentes.

Crítico de arte mercenario. Hasta campanero fui de una pandilla de marihuanos.

Así aprendí a odiar el trabajo sudando petróleo.

De sus libros resaltan título como Invención de la uva (1966), Del embrión a la embriaguez (1969), Cuac (1970), Confesión mínima (1975), Correspondencia violada (1980), Nadaísmo crónico y demás epidemias (1991)y Ensayos e intentos (2001), Fuga canónica (2002), Prosa incompleta (2003) y Poemas ilustrados (2007).

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