La primera “miniobra” que hizo Flor Carvajal fue un pesebre tan pequeño que se podía sostener sobre un cabello. Un juego de sus microesculturas cabe en el ojo de una aguja, tan chiquitas que para verlas se necesita una lupa.
Hasta hace 20 años solo hacía pesebres con materiales reutilizables. Un periodista le dijo que escribiría sobre su historia si tenía el más pequeño del mundo. Así empezó las microesculturas, que todavía hace hoy. “Cuando las exhibí, la gente no paraba de hacer fila para ver esos pesebres y figuras en miniatura”, cuenta.
Su trabajo se expone hasta este sábado en el centro comercial La Central, en Buenos Aires. Para verlas se utilizan lupas de relojero en un marco con luces led. En la exposición podrá ver las figuras tradicionales antioqueñas como los silleteros cargando flores en tamaños microscópicos.
Fabricación
Flor Carvajal (1969) nació en San Andrés, provincia de García Rovira, Santander. Cuando tenía 20 años comenzó a hacer pesebres con materiales reciclables. Diez años después entró al micromundo de los liliputienses (personas muy pequeñas) como sacados de Los viajes de Gulliver.
Empezó el reto sobre una moneda de centavo y luego sobre una lenteja, aunque todavía eran bases muy grandes para sus figuritas. Ensayó “soportes” que llevaran a lo mínimo de su tamaño: un grano de arroz, una puntilla, un cabello humano, la cabeza de un alfiler y una pestaña.
Para hacer sus figuritas descubrió que el secreto estaba en trabajar con resina sintética. Sobre esta pinta y decora con vinilo, óleo, pelos, residuos y motas de polvo.
“Hacer una figurita me puede demorar hasta una semana, pero hago varias en simultáneo”, explica.
Todo mini
Tiene minúsculas representaciones como un campesino con su silleta tradicional sobre un grano de café, o un paisaje de Santa Helena con casa, pasto, flores y un camino, todo en el ojo de una aguja. La más compleja que hizo fue la del Papa Francisco, por la dificultad para tallar rasgos como la nariz del Sumo Pontífice.
Fernando Flores, historiador y gestor cultural antioqueño, quien ha visto su obra desde el inicio, cree que el secreto de la microescultora está en su “dedicación y persistencia para un trabajo que necesita paciencia, seriedad y pulso”.
Las piezas de Flor Carvajal son hechas con motivos alusivos a Antioquia, en parte porque es donde más ha llevado su trabajo. Desde 2011 tiene un museo personal de miniaturas itinerante donde muestra su colección de microesculturas y reciclajes que suman más de 400 obras.