Los libros siempre son muchas cosas. Entre esas muchas cosas, son artefactos del espíritu, objetos de la industria, piezas de la artesanía. Esto queda claro frente a Solo tenías que darme la mano, la primera obra en conjunto de la escritora y editora Pilar Gutiérrez –fundadora y motor de Tragaluz– y la artista Juliana Correa. Durante seis meses de labores dominicales, Pilar escribió un texto que en muchos pasajes apela al registro de la segunda persona para narrar una circunstancia concreta de su vida. Y fue a partir de ese escrito que Juliana comenzó sus exploraciones textiles, que la llevaron a estampar en los temas un ocelote albino y las otras presencias del relato poético. Al final de muchas conversaciones y visitas al taller, el libro está en las librerías. Y es una pieza con la marca de fábrica de Tragaluz. Es decir, es un libro en el que el diseño cumple un papel protagónico y no instrumental.
EL COLOMBIANO habló con Pilar, que, además de este libro, ha publicado Mil orejas y Pies atados.
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Frente a los materiales, el trabajo de un editor es necesariamente distinto al de un autor. Hablemos de su tránsito de editora a autora...
“Llevo en ese tránsito muchos años. Tragaluz es una editorial que se especializa en libros objeto. Para nosotros hablar de esa materialidad y del diseño como libro objeto es algo que tenemos en el ADN. Es completamente natural. Y este libro responde a ese trabajo que venimos haciendo nosotros hace mucho tiempo, en el que, después de tener un texto, empezamos a diseñar un libro muy cuidado, muy diseñado. Entonces, digamos que para nosotros es algo natural”.
Desde que comenzó a escribir los textos, ¿ya tenía alguna idea de cómo iba a ser el libro como pieza?
“No, fue todo un proceso. Cuando empecé a escribir el relato poético no tenía pretensiones de publicación. Era más una escritura que respondía a una necesidad muy específica. Y una vez lo terminé me dije que lo iba a poner en consideración del comité. Les pregunté a ellos si creían que era un libro para publicar. Y cuando me dicen, sí, empiezo a soñar en ese objeto. Y todo se fue dando como paso a paso. Mi contacto con Juliana Correa, que no es una ilustradora convencional, se dio cuando fui a una exposición de ella. Y saliendo de la exposición, ella me dijo:¿sabes que el sueño mío es hacer un libro con Tragaluz? Entonces, en ese momento, le dije: “yo ya lo tengo y es un libro mío”. Así surgió esa dupla de Juliana y yo. Fue un proceso distinto al de la ilustración convencional, porque ella es una artista que trabaja con lo textil. Trabaja con las telas, las interviene, las tiñe. El proceso fue un poco más largo y distinto, hasta llegar a la conclusión de que íbamos a separar el texto de las ilustraciones. Y luego aparece ese tercer elemento del libro, que es la pieza sonora hecha por la Sociedad Anónima del Sonido”.