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A paso punk, un recorrido por la historia del barrio Castilla y su tradición punkera

Carlos Alberto David Bravo, punkero y baterista de la banda Desadaptadoz creó un recorrido por las memorias del punk en el barrio Castilla.

  • Carlos David conoció el punk en la fiesta de 15 años de una vecina del barrio Castilla. Foto Esneyder Gutiérrez.
    Carlos David conoció el punk en la fiesta de 15 años de una vecina del barrio Castilla. Foto Esneyder Gutiérrez.
  • Algunas de las memorias del recorrido están reunidas en el libro A paso punk, recuperando la memoria subterránea del barrio Castilla, escrito por Carlos Alberto David Bravo. Foto Esneyder Gutiérrez.
    Algunas de las memorias del recorrido están reunidas en el libro A paso punk, recuperando la memoria subterránea del barrio Castilla, escrito por Carlos Alberto David Bravo. Foto Esneyder Gutiérrez.
  • Carlos David define A paso Punk como un recorrido pedagógico, crítico, reflexivo. Los asistentes suelen ser estudiantes de diferentes carreras y universidades del país. Foto Esneyder Gutiérrez.
    Carlos David define A paso Punk como un recorrido pedagógico, crítico, reflexivo. Los asistentes suelen ser estudiantes de diferentes carreras y universidades del país. Foto Esneyder Gutiérrez.
31 de mayo de 2023
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Resulta difícil creer que esta ciudad que se ha rendido ante el reguetón —y su fijación con la sexualidad, su ambición material y esa postura optimista que insiste en que los sueños se cumplen y que los límites están en la cabeza— fue también una ciudad punkera, tanto, que parecía otra ciudad, otra Medellín, la del no futuro.

Una ciudad de ficción porque cuando el punk arraigó aquí todavía no había internet, la música que se producía por fuera era escasa y había que esperar que alguien la trajera o la mandara. Lo mismo con las revistas y los libros que hablaban de esa música, que la explicaban. En cambio había una violencia que ahora es inimaginable: tanta, tan absurda, tan cruel y tan ensañada con los jóvenes de los barrios populares.

Todo eso que en estos tiempos parece más un invento que un recuerdo es lo que Carlos Alberto David Bravo quiere contar en A paso punk, un recorrido por Castilla, por los lugares que marcaron la historia del género y del barrio.

—Un recorrido político, dice Carlos, porque estamos reivindicando las memorias que fueron soslayadas, invisibilizadas. Porque nos estamos tomando el espacio público, que ha sido bastante problematizado, bastante disputado, entonces el hecho de que estemos andando las calles quiere decir que ganó la vida, que hay ciclos de violencia, de muerte, pero que la vida siempre está ahí, siempre está por encima de la muerte.

Algunas de las memorias del recorrido están reunidas en el libro <i>A paso punk</i>, recuperando la memoria subterránea del barrio Castilla, escrito por Carlos Alberto David Bravo. Foto Esneyder Gutiérrez.
Algunas de las memorias del recorrido están reunidas en el libro A paso punk, recuperando la memoria subterránea del barrio Castilla, escrito por Carlos Alberto David Bravo. Foto Esneyder Gutiérrez.

A paso punk empieza en la cancha de microfútbol del barrio Francisco Antonio Zea, el lugar donde Carlos se reunía con su gallada de amigos punkeros, The Kings of the Metal, sigue por el hospital La María, luego va al Sótano, el primer bar de punk, donde hoy funciona un parqueadero de motos, de ahí a la casa del Negro y el Chino, que fue el primer ensayadero.

De ahí pasa al barrio Lenín, donde se conserva desde 1986 un grafiti que reza: punk not dead (el punk no está muerto). Luego pasa por las casa de Los Porks, una de las primeras galladas punkeras de Medellín, va a la escuela Elisa Arango, y termina en la Unidad Deportiva René Higuita, en los límites entre Castilla y Pedregal.

El trayecto puede durar tres horas, o más, dependiendo de la inquietud de los asistentes.

El recorrido surgió del libro Mala hierba, el surgimiento del punk en el barrio Castilla 1985-1995 (2016 ), una investigación que hizo Carlos queriendo indagar por el punk y la relación con el barrio, buscando por qué entre tantos lugares y tanta música, Castilla tuvo una relación tan fuerte y tan particular con el punk, que había surgido en Inglaterra, como respuesta a una situación social tan distinta y tan distante. Carlos quería saber cuál era el abono que esta música había encontrado en Castilla para enraizar ahí.

Investigando entendió que Castilla era un barrio obrero, con un sindicalismo fuerte, con bastante influencia del movimiento estudiantil y de algunos curas de la teología de la liberación, y que eso creo en el territorio un movimiento político y social muy potente que sirvió de abono.

Porque el punk es música, pero también política, y fue la forma que su generación encontró para enfrentarse a su entorno, para desmarcarse del contexto, porque los primeros grupos de punk surgieron a la misma vez que los primeros combos armados que terminarían al servicio del narcotráfico, pero fueron su opuesto.

—La música a nosotros de cierta forma nos politizó, nos llevó a pensarnos como jóvenes dentro de la sociedad, ¿qué queríamos?, ¿qué rechazábamos? El punk en los 80 era antisocial. La gente de pronto no entendió eso, pero los jóvenes de los barrios populares veníamos siendo estigmatizados porque en 1984 es asesinado Rodrigo Lara Bonilla por un joven que venía de un barrio popular y eso inaugura el momento de lo que se conoce como el sicariato entonces todos los jóvenes de los barrios populares estábamos en el mismo costal.

Cada paso que se da para avanzar en el recorrido retrocede en el tiempo, se acerca al pasado para repensarlo, para alimentar el presente. Para reflexionar sobre la música y su capacidad de incidencia, de transformación, porque el punk con su música y su estética les permitió a muchos construir el mundo a su manera, con sus palabras, y a través de esas palabras dotarlo de sentido.

Carlos David define <i>A paso Punk</i> como un recorrido pedagógico, crítico, reflexivo. Los asistentes suelen ser estudiantes de diferentes carreras y universidades del país. Foto Esneyder Gutiérrez.
Carlos David define A paso Punk como un recorrido pedagógico, crítico, reflexivo. Los asistentes suelen ser estudiantes de diferentes carreras y universidades del país. Foto Esneyder Gutiérrez.

—Fue un choque muy fuerte porque cuando ya entendemos que es el punk uno dice, esto es lo mío, entonces, lo que uno hace es transformarse a sí mismo: cortarse el cabello, empezar a cortar las camisetas, a teñir los pantalones, ponerse cadenas y eso fue un choque muy fuerte con la familia, con el colegio, con la sociedad. La gente nos gritaban cosas, se burlaban, y para la policía nosotros andábamos como con orden de arresto, nos veían y nos requisaban. El punk era la diferencia y Medellín no acepta la diferencia. Aún ahora es muy difícil aceptar al otro, entonces más bien se les termina, más bien se les mata, más bien se les invisibiliza, se les niega.

Por eso cada paso del recorrido es también una conquista, y por eso, también, Carlos lleva una bandera que se planta en cada parada, porque es una forma de reclamar la ciudad, de hacerse un lugar.

Así lo hicieron los punkeros en los años 80, caminando en galladas, siguiendo el sonido del punk, la estridencia que salía de la grabadora y que les marcaba el camino que los llevó a desafiar la hegemonía de la ciudad.

A paso punk es un acercamiento a esa realidad, a esas personas que la vivieron, a los que la sobrevivieron y a los que no, a sus recuerdos, que se van reconstruyendo en cada parada.

—El punk de Medellín tiene unas particularidades en el sonido y en la forma de ser que yo creo que están marcadas por el contexto, por lo que nos tocó vivir de una violencia tan fuerte y por la cultura del paisa también. Fue muy machista, fue muy agresivo, no fue violento, porque los violentos fueron otros, los que utilizaban las armas, pero fue muy agresivo.

Caminar por esas calles empinadas y laberínticas de Castilla es una invitación a cuestionar lo acontecido, a encontrar salidas sin olvidar el camino. Es un recorrido para acercarse a esas historias que a veces resultan increíbles, a esa Medellín de los punkeros que paso a paso se fue alejando de la antioqueñidad y de sus ideas de futuro que hoy son presente en esta Medellín que cayó rendida ante el reguetón.

Yo no soy profesional, yo lo único que soy es punkero, si no fuera por el punk no sería nada. ¿Por qué estoy vivo acá contando la historia? Porque nos llegó la música, sino ¿qué sería de nosotros?, dice Carlos, que este año suma 35 años haciendo música con su banda, Desadaptadoz.

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