“Cosiaca llegó a un restaurante y pidió que le sirvieran un almuerzo como se lo daban en la casa, cuando terminó de almorzar salió sin pagar la cuenta, a lo que el dueño del restaurante le reclamó enojado que le pagara, ante la solicitud Cosiaca le respondió: señor yo le pedí que me diera un almuerzo como me lo daban en mi casa y en mi casa no me cobran...”.
Esta es tan solo una de las tantas historias que se le atribuyen a Cosiaca, un mítico personaje de la cultura popular antioqueña del que muchos hablan y del que hay pocos datos verídicos sobre su vida.
Chistoso, dicharachero y grosero son algunos de los adjetivos que César Augusto Betancur, más conocido Pucheros, libretista de la exitosa serie de televisión Rigo, usa para definir a Cosiaca, que realmente se llamaba José García.
“Lo que a él le gustaba era comer y beber gratis por cuenta de los demás”, destaca el también escritor de series como La Selección o Las Hermanitas Calle.
Sobre este “vividor”, del que aún no hay claridad histórica sobre su lugar de nacimiento, si fue en Heliconia, Envigado, Jericó o El Retiro, Pucheros señala que fue el primer comediante del que se tiene referencia en el país. Y lo fue sin proponérselo.
Lo cierto es que sobre la vida de Cosiaca solo hay una certeza de su existencia, una vieja foto tomada en el asilo de pobres en Medellín, donde falleció, se presume en 1913. De resto todo es mito y leyenda, tal y como lo señala el periodista y escritor Reinaldo Spitaletta, para quién “es más lo que se mitificó sobre él, que lo que realmente hizo”.
Precisamente, sobre su muerte hay otra leyenda.
“En sus últimos años de vida los pasó en un ancianato cuidado por monjas y cuando estaba agonizando le pidió a una de las hermanas que por favor le llevara un abogado y un médico a su lecho de muerte. Una de las religiosas se los llevó y los sentó a cada lado de la cama y Cosiaca callado no decía nada, la hermana le dijo: ‘Ahí están las personas que pidió, ¿Les va a decir algo?’, a lo que Cosiaca respondió: ‘No, lo que yo quiero es morir igual que Jesús con un par de ladrones a cada lado’”.
Oralidad y tradición
Más allá de esas incertidumbres, en Heliconia y en Envigado dan por hecho que Cosiaca nació en esos municipios y sus centros de memoria histórica dan por hecho el tema, tanto así que su foto aparece en libros y documentos oficiales..
“No hay datos biográficos, no se sabe si se casó o tuvo hijos y aún así es un paisa muy famoso, tanto así que han pasado más de 100 años de su muerte y sus “hazañas” se siguen contando y dando por ciertas”, reitera Pucheros, que narra que a Cosiaca le hacían corrillo en las calles solo para escucharlo. De Cosiaca no hay un solo texto dedicado exclusivamente a él, solo regueros de información en los libros de folclor antioqueño, entre ellos El testamento del paisa, de Agustín Jaramillo.
Sobre el mito que se construyó alrededor de Cosiaca, pese a que no hay libros que lo certifiquen, Reinaldo Spitaletta dice que es algo muy propio de la colonización antioqueña, que se dio entre los siglos XVIII y XIX, cuando los campesinos y arrieros se reunían a contar historias.
“Los pueblos, como los de Antioquia, donde había oro, se movía el comercio y se conseguía plata son de gente hablantinosa, son pueblos que desarrollan una oralidad especial, son hospitalarios, simpáticos y muy expresivos”, explica Spitaletta , que recalca que eso se dio en especial en la región del Suroeste, el Oriente y parte del Norte del departamento.
Para el periodista y escritor, Cosiaca no inspiró o sedujo la literatura o la historia, pero sí a la cultura popular. “La importancia de estos personajes de la calle es que son un contrapeso a las elites, es la defensa de la memoria popular”.
Expresa que de la misma manera surgieron personajes como Pedro Rimales, al que muchos lo enfrentan con Cosiaca, que realmente se llamaba Pedro Urdimalas y su origen era español y que fue adaptado en diferentes países de América. En México es Pedro Urdemales, mientras que en Colombia, Venezuela, Bolivia y Argentina es Pedro Rimales.
Comer y beber gratis
“Una noche se fue a merendar a un restaurante;
– Vea, señora: sírvame un chocolatito, pero en una tacita grandecita y bien parviao.
– Sí, señor.
Entonces Cosiaca se sentó en una fonda a beber chocolate y a comer. Y así que ya terminaba, sacó del bolsillo unas cucarachas que había lleva’o y las echó en la taza, con harto disimulo y comienza a gritar de esta manera:
– ¡Gas! ¡Gas!
– ¿Qué le pasó, señor? ¿Qué le pasó?
– ¿Qué clase de fonda es ésta? ¡Gas! Vea las cucarachas que me encontré.
– Haga silencio, señor – Suplicaba la señora -¡Calle la boca! ¡Mire que está mirando todo el mundo!
– ¡Gas! ¡Gas!
– Ay, señor. Mire; bien pueda váyase y no le cobro la merienda.
Y Cosiaca salió satisfecho. Comió y merendó y nada le costó”.
Pese a que la mayoría de historias de Cosiaca giran alrededor de temas escatológicos y que usaba un lenguaje vulgar y soez (a los niños que eran muy groseros en la mitad del siglo XX les ponían Cosiaca como apodo), Pucheros dice que fue un hombre bueno, que no hacia daño.
“Fue un trabajador de calle, un rebuscador, hábil con la lengua, pícaro y vividor, pero no le hacía daño a nadie”, relata el libretista que quiere llevar a la pantalla la vida de este personaje, del que dice no solo es famoso en Antioquia, sino que sus “hazañas” también son muy conocidas en territorios del Viejo Caldas.
“Vladdo, el caricaturista, me habló de que en Quindío es muy famoso, lo mismo me dijeron las Grisales (Amparo y Patricia) sobre Manizales”, reitera Pucheros, al destacar la importancia en la cultura popular que ha tenido el personaje.
Con Rigo
El nombre de Cosiaca toma vigencia estos días gracias al boom que está teniendo la serie Rigo, basada en la vida del ciclista Rigoberto Urán, escrita por César Augusto Betancur. El mismo Pucheros dice que no es osado comparar a Cosaica con el Rigo de la serie, porque ambos son rápidos para pensar, resuelven rápido, así sea metiéndose en otro problema.
“Son encantadores de personas, son habladores de mierda, ágiles mentalmente y solucionan a través de la palabra”, dice Betancur, que reconoce que Cosiaca era muy grosero, vulgar, no le gustaba trabajar, pero insiste en que no le hacía daño a nadie.
“Es sorprendido Cosiaca, mientras se encontraba haciendo una de sus necesidades en plena acera de la calle Junín.
– ¡Cosiaca! – le dice escandalizada una mujer – ¡esto es el colmo! ¡Voy a dar parte al Alcalde!
A lo que él replica, subiéndose los pantalones:
– Por mí, bien puede dársela toda...”.
Lo cierto es que así muchas de sus aventuras sean producto de la ficción o alimentadas por otros personajes o situaciones, a partir del nombre de Cosiaca, sus historias y engaños para comer gratis, se convirtieron en leyenda, al punto de que al final le atribuyeron muchos hechos y anécdotas de las que no fue protagonista o simplemente no existieron, aunque si aparecieron personajes antioqueños que comenzaron a vivir del “cuento”.
Montecristo, la Nena Jiménez, Vargasvil, Carlos Mario Aguirre, Tola y Maruja, Los Marinillos, Jeringa, Suso, Lokillo y Frank, el Flaco son tan solo algunos nombres que han logrado el reconocimiento nacional e internacional por su talento para hacer reír a los demás echando cuentos y narrando historias.
Otros bobos, vivos
Son muchos los personajes de la calle que se han ganado un nombre en la cultura popular de Medellín:
- MAJIJA
“Era el bobo de la época moderna, amigo del cine, de los deportes hasta de la televisión. Su indumentaria hecha de remiendos necesarios y urgentes en un principio, luego fueron “remiendos” en colores vivos, bien delineados y previstos para llamar la atención. Usaba un sombrero de copa alta y de anchas alas, estilo mexicano. Se remonta entre 1930 y 1950”.
- MARAÑAS
“Oriundo de Envigado, con algo de guasón, de filósofo y marrullero, y con una fisonomía sin expresión, pero con frases y sentencias interesantes. Su detalle más sobresaliente era la gaguera... gozaba de una popularidad sin igual y usaba ropas de personas de más estatura y volumen. Simpatizaba con el sombrero de fieltro rojo, el que se jalaba hasta las orejas; el “coco” (hongo) no le agradaba porque, según él no le lucía”.
- CUSTODIO
“Pícaro y marrullero. Fue muy popular entre el sexo femenino, negro de pura raza, alto y garboso. Trovero ambulante, cuando se pasaba de copas se daba a la galantería y a toda mujer joven que le salía al paso le dedicaba coplas improvisadas al son de un tiple y que constituía su afición”.
- LA LOCA DOLORES
“No tenía ninguna particularidad. Solo que era desequilibrada, pero con rasgos de agudeza y talento. Desempeñaba el oficio de barrendera de los almacenes y era muy popular en sus chistes picantes”.
- CAIFÁS
“Era un mulato alto, de cara larga y carácter pacífico, se ocupaba en mandados y en el aseo de almacenes. Los cachacos lo sostenían en su indumentaria que siempre era vieja y de corte elegante. Se decía que Caifás era aficionado a pequeñas raterías”.
(* Los famosos “bobos” de la Bella Villa), por Arturo Giraldo Sánchez, publicado 12 de mayo de 1975 en EL COLOMBIANO.