Si usted hace cuentas seguro ya calculó que lleva cerca de cinco meses y algunos días sin ir a cine, a esa sala gigante con una pantalla de 12 metros de ancho y 6,5 de largo, a comer crispetas y disfrutar de las novedades del séptimo arte.
Eso no quiere decir que no haya visto ninguna película desde que cerraron las salas de cine en el mundo. En casa ha disfrutado de alguna que le faltaba y repetido otra que le gusta mucho.
Son otras formas de ver cine en plataformas por suscripción (Netflix, Amazon Prime o Disney+ que llegará a Colombia en noviembre) o salas virtuales con la modalidad video bajo demanda –VOD por sus siglas en inglés– Mowies, CinecoPlus, Cineplay Max y Boonet.
¿Tocó aceptar el modelo?
Maximiliano Cruz, programador de cine del Mamm, cuenta que la pandemia vino a acelerar un proceso que se venía cocinando de un tiempo para acá. “Esta batalla entre el consumo de películas en plataformas contra las grandes exhibidoras en torno a cintas importantes”. Pelea en la que se metió hasta Steven Spielberg criticando los servicios de streaming y mostrando su inconformidad desde 2018 alegando que los filmes en estos servicios son “películas para televisión y no creo que deban ser consideradas para los Premios Oscar”, dijo a las noticias británicas ITV News ese año y la Academia reafirmó en dicho momento sus condiciones para poder ser nominadas: como que debe verse en una sala de cine, mínimo siete días consecutivos al menos tres veces al día. Para este año y dada la situación de la pandemia, los premios tuvieron que ceder (ver Radiografía).
La docente y crítica de cine Martha Ligia Parra detalla que la posibilidad de utilizar las plataformas ya estaba en el radar. “Solo que ahora se tuvo que apresurar la oferta. Con pandemia o sin pandemia estas hacen parte del menú, llegaron para quedarse y confirman nuevamente la capacidad de adaptación y de reinvención (aunque la palabra esté gastada por estos días) del cine”.
Cruz cree que no es el fin de la exhibición de películas en salas, pero sí un momento de transición. El Mamm, por ejemplo, acabó de abrir su sala virtual y lo mismo hizo la Cinemateca de Bogotá, “para aumentar el acceso a creaciones audiovisuales colombianas, latinoamericanas y otras producciones”, explicó su directora Paula Villegas.
En algunos casos estrenar en VOD puede ser rentable, aclara Cruz, “hay algunas cintas que debido a su perfil (independientes, por ejemplo), no generarían ingresos altos en teatros, y en plataformas pueden tener un buen rendimiento con buenas estrategias de promoción, pero a la larga sí necesitan de las salas de cine en el esquema para que los números les sean enteramente positivos”.
Lo que hará Disney con Mulan será toda una novedad, no se verá en teatros sino en su servicio Disney+ con una tarifa extra de 29 dólares (111.000 pesos colombianos a la tasa de hoy), Cruz dice que si lo hacen así es porque saben que generarán ingresos importantes y si cobran de más, “podrían estar tratando de compensar lo que el estreno en salas asegura como la venta de mercancía y artículos relativos a la película” y no cree que las cifras se conozcan, “porque las plataformas no revelan esos datos”.
Parra concluye que la visión de una película en la gran sala de cine es una forma de ver. No la única. “Obviamente es la ideal, por el tamaño de la pantalla, la experiencia y porque, además, implica una dinámica social, la idea de encontrarse con otras personas y de disfrutar el espectáculo”. Trae a colación las palabras del filósofo Gilles Lipovetsky, quien afirma que hoy “vivimos en la era de la multipantallas y lo que ha hecho el cine es diversificarse, expandirse, multiplicarse a través de ellas”.