“El arte es un indulto para que la planta pase de lo ilegal a lo legítimo”, dice Susana Mejía, directora de Khoka Project.
Porque cuando nosotros –en Medellín y casi en cualquier ciudad– hablamos de coca entendemos cocaína y la asociamos con narcotráfico, violencia, drogas, ilegalidad, delincuencia, Pablo Escobar, traquetos, nada bueno. Pero la coca es mucho más que eso.
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“La coca es una de las plantas más antiguas domesticadas en América. La evidencia arqueológica, así como diversas fuentes históricas y etnohistóricas, sugiere que la coca ha sido utilizada en todo el territorio Sudamericano (incluso en el istmo Centroamericano) desde hace al menos 8.000 años hasta la actualidad”, dice en la página de Khoka Project, un proyecto que empezó hace 10 años y se estará exponiendo en el Museo de Arte Moderno de Medellín, Mamm, hasta febrero del próximo año.
La exposición es un acercamiento al proyecto, y el proyecto una puerta al universo de la coca, de la planta. Antes de los narcos, su ambición y sus guerras, antes de los españoles que decían que la coca era un talismán del diablo.
Khoka Project es un archivo enorme que se nutre de todo tipo saberes y fuentes –arqueológicas, históricas, etnográficas, botánicas, geográficas, medicas, químicas– para intentar desvelar las múltiples dimensiones de la planta de coca, desde su influencia en las dinámicas sociales, culturales, económicas y políticas hasta su significado espiritual y sus potencialidades médicas, su botánica, en fin, la planta toda, su historia más allá de los discursos dominantes para ver más allá del polvo blanco.
“Una cosa son los grupos humanos que han usado la planta a través del tiempo y han hecho que su historia se construya de cierta manera y otra cosa es la planta como agente botánico. El proyecto trata de ver esas dos cosas, entender y explicarle a otros y para eso buscamos una forma artística porque llevamos tanto tiempo oyendo que todo es malo, que queremos acercarnos de una forma suave, gentil amorosa, que conozcan la planta y su historia y lo que representa en todas sus formas”, dice Mejía.
En el mundo hay más de 250 especies de coca, pero el proyecto, inspirado en los estudios pioneros de Timothy Plowman –el mayor investigador sobre coca del siglo XX–, se ciñe a las cuatro variedades que él estudió y que son las que contienen el alcaloide cocaína: coca, ipadu, novogranatense y truxillense.
Con esas plantas se hizo un jardín y con ese jardín empezó el proyecto que se ha ido condensando en un archivo enorme que está alojado en la página khokaproject.com, ahí se puede acceder a todo, a la historia –que se cuenta desde la prehistoria hasta nuestros días–, a un mapa interactivo que sigue los pasos de la coca por el mundo rastreando sus diferentes usos, su relación con el poder, sus formas de intercambio, su cultivo, la ciencia, las comunidades que la han utilizado y sus cosmovisiones, la química y la botánica de cada variedad. Hay también documentales y entrevistas desde el antropólogo, etnobotánico Wade Davis, que fue colega de Plowman, hasta el líder de la comunidad Arhuaca Danilo Villafañe. Es un archivo enorme que es apenas el principio.
“Para poder saber hay que entender y eso es lo que hace Khoka Project, tratar de entender y buscar gente que sepa, que esté investigando, a nosotros lo que más nos interesa es la ciencia, porque esa es la forma de poder cambiar las cosas pero en Colombia no la podemos porque la hoja está prohibida”, dice Mejía.
La hoja de coca está en la lista I de la Convención Única de Estupefacientes de 1961. “Esta lista agrupa las sustancias que tienen controles más estrictos pues se entiende que tienen un enorme potencial de dañar la salud pública, y no tienen mucha potencialidad de usos médicos o científicos. Decisión tomada a partir de un informe de dudoso valor científico”, escribió Luis Felipe Cruz, abogado y sociólogo, en el texto Otra deuda de la prohibición: desclasificar la hoja de coca.
Esa categorización le ha cerrado las puertas a la planta, a su historia y sus potencialidades. El proyecto es un esfuerzo por abrirlas, por cambiar la narrativa alrededor de la planta, verla con otros ojos, reconocerla.
“Yo creo profundamente en el arte porque es la única forma de indultar las plantas. El arte es el único que tiene la capacidad de sostener esa planta allá (en el museo), de ser exhibidas y admiradas, que la gente las pueda ver y podamos poner esta conversación ahí”, dice Mejía.
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A principios del año pasado el gobierno de Colombia planteó en la reunión anual de la Comisión de Estupefacientes de las Naciones Unidas que se acepte el uso tradicional de la hoja de coca y que sea retirada de la lista de sustancias prohibidas.
“La planta no es el problema, es parte de nuestra historia y nuestras tradiciones”; dijo entonces la viceministra de Asuntos Multilaterales, Laura Gil.
Y hay opciones, solo hace falta mirar a los lados, a Perú, por ejemplo, que a través del Decreto 11046 firmado en junio de 1949 estableció la Empresa Nacional de la Coca (ENACO), el monopolio estatal de la coca, que se dedica al acopio, comercialización e industrialización de la hoja de coca y sus derivados con fines lícitos y benéficos para salud.
El gobierno nacional propuso algo parecido a lo que se hace en Perú. “El Gobierno se propone a nivel nacional, en las regiones de mayor producción de hoja de coca usarla de otra manera, poner fábricas para comprar esa hoja de coca y volverla abono sin carbono, abono descarbonizado”, dijo Gustavo Petro en un evento realizado en Santa Marta, en julio del año pasado. Y el pasado viernes anunció que van a empezar a hacerlo. “Nosotros en El Plateado vamos a empezar la compra estatal de cosecha de coca (...) Le vamos a comprar al campesinado de Micay sus cosechas de coca mientras aparece la economía lícita”, dijo.
La coca puede ser más que el abono sin carbono que propone el gobierno, pero para eso hace falta más investigación y eso es lo que propone el proyecto, abrir una puerta a ese universo que es la coca, saber cómo se ha utilizado y seguirla estudiando para descubrir como más se puede usar.
“La idea es que la gente se sienta cómoda, porque este es un tema que nos ha mortificado mucho en la ciudad, en este país, en el mundo, cuando yo vivía en Estados Unidos chiquita todo el mundo me decía coca, coca, Medellín, cocaína”, dice Mejía.
De eso se trata el proyecto, de acercarnos a la planta para conocerla y contarnos otra historia, una que nos mortifique menos y nos sirva más. Y para eso está todo ese archivo que ha reunido el proyecto, para ayudarnos a entender lo que ha sido la coca y todo eso en lo que se ha convertido a partir de su interacción con diferentes comunidades durante miles de años. Porque la coca no es solo cocaína, violencia, narcos, economías ilegales. Mucho menos un talismán del demonio como decían los españoles.
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La coca también se usa para pensar despacio, así lo explica el fallecido líder Arhuaco en una de las entrevistas que hacen parte del proyecto. “Si usted piensa despacio no puedes generar ideas que produzcan daño, calculas los efectos de tú manera de pensar, porque el pensamiento es energía y su idea tiene un repercusión en el universo (...) el pensamiento precede las acciones y las acciones son las que determinan los efectos. La hoja de coca es para eso, para pensar mejor, con madurez, ser responsable de los pensamientos”.
La coca es apenas una planta, pero puede ser todo aquello en que el ser humano la convierta. En estos 8.000 años que se lleva usando en este continente ha sido alimento, medicina, mediadora entre los humanos y la naturaleza, fuente de riqueza y de guerras.
“La única salida es reivindicar la coca a través del conocimiento y empezar a verla con otros ojos, como un planta de poder para entonces descubrir el valor que la convierte en una especie de oro verde”, dice uno de los documentales del poryecto. Y para eso está la exposición, para empezar a verla distinto.
Khoka project, un trabajo colectivo
El proyecto es dirigido por la artista Susana Mejía, pero es construido en colectivo. El equipo que lo ha hecho posible está conformado por Jairo Upegui (antropólogo), Daniel Montoya (producción e investigación), Marcelo Pérez (asistente de investigación), Margarita Rada (gestión de archivo), Sara Aristizábal y Elvis (jardín y herbario), Luis Miguel Arana (químico), Sara Nanclares (video), Lina Rada (ilustración y diseño), Elisa Echavarría (fotografía), Pascual Celis (diseño arquitectónico) Ángela Restrepo (monotipos), María Wills (consultora de arte), Orlando Adolfo Jara (asesor botánico) y Santiago Ortiz (visualización de archivo).
