Los poetas malditos aparecieron en el libro de Paul Verlaine en 1888. Eran seis: Tristan Corbière, Arthur Rimbaud, Stéphane Mallarmé, Marceline Desbordes-Valmore, Auguste Villiers de L’Isle-Adam y Pauvre Lelian (el mismo Verlaine).
Eran poetas genios, escritores únicos, aunque esa genialidad era precisamente como una maldición. Muchos llevaban una vida trágica, autodestructiva incluso.
Con el tiempo se han sumado otros que no estaban en esa lista original, y los ponen unos y los quitan otros. Charles Baudelaire, por ejemplo.
A esos malditos, y a otros que ellos creen deben estar ahí, el Festival Invernía, ese que propone un encuentro para conversar, escuchar y ver teatro, hace homenaje esta vez.
La primera edición de Invernía fue en 2012, pensando en hacerle un homenaje a Fernando Pessoa, y repetirlo cada año, pero la realidad es que no había tantas obras sobre el portugués que se agotó pronto la idea. Así que decidieron hacer homenajes a otros autores, y esta vez son los malditos, entre los que ellos suman a Alejandra Pizarnik y Jim Morrison. Su lista propia.
“Nosotros incluimos otros poetas desde nuestra propia inquietud sobre esos que tienen una literatura fuerte, contestataria, oscura, que pone en evidencia esos asuntos tan humanos, esas perversiones”, dice John Viana, director de Invernía y también de Elemental Teatro, grupo organizador. Así define él a los malditos.
Invernía propone entonces hasta el sábado encontrarse con la poesía maldita a través del teatro y conversatorios diarios (siempre a las 5:30 p.m.). Elemental teatro llevará además a la escena, a través de lecturas dramatizadas, algunos textos de los poetas, y ahí juega la voz, el vestuario, la luz.
Lectura dramática. “Su poesía es de carácter metafísico, trascendental, porque se supone que a través de ella consiguen ir más allá de este mundo y desvelan al misterio de la existencia”.
Es un encuentro con los poetas malditos, muy a su manera: el teatro
