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La Narváez, la más paisa de las orquestas de Nueva York

Entre misterios, leyendas y canciones urbanas, esta orquesta marcó una época de la salsa en Medellín.

  • Dewell Narváez es el director y principal compositor de la Orquesta Narváez. Es conocido por los salseros con el nombre de Duke. Foto: Cortesía.
    Dewell Narváez es el director y principal compositor de la Orquesta Narváez. Es conocido por los salseros con el nombre de Duke. Foto: Cortesía.
  • Las portadas de los dos discos de la Orquesta Narváez. Fotos: Cortesía.
    Las portadas de los dos discos de la Orquesta Narváez. Fotos: Cortesía.
14 de junio de 2024
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La fama es un malentendido. O una moneda al aire. En 1974 la Orquesta Narváez –conformada entonces por músicos neoyorquinos casi adolescentes– presentó Reincarnation, un disco de ocho temas. A pesar de las letras callejeras y los agresivos trombones, el trabajo no despertó ni el entusiasmo de la crítica salsera ni la pasión de los bailarines de las discotecas de Nueva York o Puerto Rico.

Vistas en retrospectiva, las razones para la tibia recepción del álbum son comprensibles: sin ser una copia, el sonido de los trombones de Dewell Narváez y la voz de Armando Vásquez remiten a los primeros trabajos de Willie Colón con Héctor Lavoe. En otras palabras, el disco salió en un instante inoportuno: el mercado estaba ocupado por las figuras mayores de la Fania. Sin embargo, por las vueltas de la vida, el disco adquirió estatus de leyenda a más de dos mil kilómetros de las calles de la gran manzana.

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Reincarnation fue, en los ochenta y noventa, la seña de identidad de los salseros duros de Medellín.“En esa época, uno sabía en Medellín quién era un salsero de verdad porque escuchaba a la Narváez”, dice el conductor del carro que nos lleva al hotel de Laureles donde se hospedan cinco de los músicos originales de la agrupación. Están aquí para el concierto del 15 de junio en Plaza Mayor.

Venimos de un ensayo. Desde la una y media y hasta minutos antes de la seis de la tarde, Duke –los salseros llaman así a Dewell por su historia en el ejército de los Estados Unidos– pulió los detalles de la setlist del concierto. La orquesta tocará los clásicos de Reincarnation y algunos de los temas de 65th Infantería, el disco que grabó en 2013, la época de su resurrección. Los años de silencio discográfico tienen una razón: la orquesta desapareció en el nudo de hierro de la Fania. Según los enciclopedistas callejeros, la Fania se aseguró su predominio en el mercado de los ritmos afroantillanos con el fichaje de las estrellas principales de la salsa y con la compra de varios sellos alternativos, entre ellos Tico Records, el que puso en el mercado el disco de la Narváez. Los seguidores de la banda apelan a esa estrategia de la empresa de Johnny Pacheco y Jerry Masucci para explicar la ausencia de Dewell y compañía de los escenarios y los discos. En parte, esto explica que los salseros de Cali, de Bogotá, de Barranquilla no conozcan ni de Reincarnation ni de la Narváez. Al menos no con el nivel de profundidad que el salsero promedio de Medellín.

En este punto la pregunta por la causa de la pasión paisa por esta orquesta y por ese disco en particular es inevitable. La respuesta tiene nombre y dial concretos: Latina stereo, 100.9 FM. Fundada el 30 de noviembre de 1985, esta emisora ha sido la escuela de los gustos de los salseros del valle de Aburrá. Las canciones incluidas en la parrilla de programación de Latina ganaron espacio en las predilecciones de los medellinenses, en especial de aquellos que vivieron en Manrique, Aranjuez, San Javier, Barrio Antioquia, las zonas en que la emisora registra sus mayores números de audiencia. Y Latina hizo de las canciones de Reincarnation piezas infaltables en sus programas. “De las ocho canciones del disco, Latina convirtió siete en éxitos”, dice un salsero de vieja data. Esta apreciación la comparte Viviana Alvarez, hasta el año pasado directora de Latina y la voz femenina más salsera de Medellín y sus alrededores. “Latina fue importante en el posicionamiento de la Narváez porque sonó ese álbum a más no poder y pegó todos los temas”, dice ella. Ahora, ¿por qué Latina difundió tanto ese disco? Oír las canciones da pistas.

Las canciones de Reincarnation registran las vivencias de los hijos de los migrantes puertorriqueños que crecieron en las entrañas de Nueva York. Las letras son directas sobre los asuntos de la marginalidad y la delincuencia. Por ejemplo, en el tema La mafia el peón de un narco habla sin tapujos de su vida en la estructura criminal. “A mí me llaman el terror,/yo mato gente, yo robo bancos/ busco pelea y no me rajo /con la mafia trabajo yo”, canta Armando Vásquez con su voz aguda, tímbrica. También las canciones destilan la esencia de las galladas de esquina, compuestas en su mayoría por hombres jóvenes con muchas tentaciones y poco futuro. Estos personajes no le temen a la muerte, poco confían en las mujeres, pero lloran cuando estas los dejan a la deriva. Esta masculinidad impregna El malo, otro de los clásicos de la Narváez. “Me dicen el malo/ porque no creo en las mujeres/Yo no culpo a nadie por esa malabala/las mujeres son traicioneras/ y en realidad no valen naa (...) que oigan señora/ Esto es verdad/ que el hombre llora”, se escucha en uno de los pasajes.

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Con estos elementos claros no resulta asombroso el éxito de la Narváez en las periferias de Medellín. Al fin de cuentas, en este disco están recogidas las claves de una generación que creció en medio de la zozobra de la guerra contra el narcotráfico, amamantada por cierta visión de mundo que sus padres bailaron en los tangos. Además de las ásperas letras, Reincarnation tiene el sonido que le gusta al salsero de acero y acera, en cuyas canciones hay solos de trombón, timbal y congas. “Al salsero bravo no le gusta la ensaladita light”, dice Viviana, haciendo alusión velada a las canciones lacrimosas de la línea noventera de la salsa. Y la Narváez es una orquesta situada en el extremo opuesto a la salsa motelera, llamada así con altas dosis de sarcasmo y desprecio. Esta orquesta le recuerda a su audiencia que por más que corra no podrá escaparse de la obra del tiempo. “Mortifícame, acúsame, meteme una puñalá/ con maldades, ilusiones, brujería no cambiará”.

Y, como si esto fuera poco, al auge de la Narváez contribuyó la imaginación del público. Durante los ochenta y parte de los noventa en Medellín circuló el rumor que los miembros de la orquesta habían muerto en un accidente, dejando apenas un disco. De esa forma al componente artístico se le sumó el ingrediente trágico de unos jóvenes fallecidos en el inicio de su esplendor musical. Ya sabemos qué ocurre cuando la muerte visita a algún artista prometedor: su silueta se agigante hasta proporciones hiperbólicas. En estos casos la gente se pregunta qué habría pasado, si Andrés Caicedo no se hubiera atiborrado de pastillas de seconal o si Kurt Cobain no se hubiera volado la cabeza. Las especulaciones avivan la leyenda, la mantienen vigente.

Las portadas de los dos discos de la Orquesta Narváez. Fotos: Cortesía.
Las portadas de los dos discos de la Orquesta Narváez. Fotos: Cortesía.

A pesar de ya conocer la historia de la orquesta, menos estrambótica que la leyenda, los seguidores de la Narváez –hoy frisan los cuarenta años– no dudan en decir que esta es su orquesta preferida en el mundo. “Si usted le pregunta a cien salseros de Medellín por la Narváez, sesenta o setenta le dirán que es de las mejores orquestas de la salsa. Eso solo pasa aquí. Aquí ellos juegan de locales”, dice un salsero de alto kilometraje.

De hecho, mientras en el hall del hotel Dewell contaba la importancia que tuvo en su formación un profesor de colegio que lo dejó experimentar con varios instrumentos de viento hasta dar con el trombón y Armando hablaba de su conversión al cristianismo, afuera del edificio los esperaba un grupo de siete u ocho treintones, algunos vestidos con camisetas estampadas con el nombre de la orquesta o con la pintura de Carmen Martínez, que sale en la carátula de Reincarnation.

En esta etapa de la orquesta el empresario y dueño de la franquicia de bares Melodía para dos, Edgar Berrío, desempeñó un papel importante al invitarla a hacer parte de la programación de una de las primeras ediciones de Leyendas Vivas de la Salsa, un concierto anual que trae a Medellín una plantilla de músicos de la vieja escuela. Esa vez, en abril de 2016, los salseros locales que asistieron a La Macarena fueron desbordados por la emoción de ver por fin sobre una tarima a Duke y a Armando. “Nunca he visto nada igual, ni en un concierto de rock. La gente lloró de la emoción, se subían en los hombros de los compañeros para verlos mejor”, dice Juan Fernando Trujillo, conocido en el ambiente rumbero con el apodo de Flakojazz.

En el hall del hotel, antes de atender a sus fans, Duke dice que no sabe muy bien de qué parte le llegó la inspiración para componer los temas de Reincarnation. Cuenta que no todo el material de esa época fue grabado y que uno de los planes de la Narváez es sacar al mercado un disco con algunas de esas canciones inéditas. También reconoce que ni él ni Armando son los mismos. En todo caso, más allá de si este proyecto se hace real o no, la verdad es que la Narváez dejó su marca en la salsa de Medellín, en la actitud con la que los paisas entienden y bailan la salsa.

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