Cada año, desde 1988, las comunidades indígenas cercanas a La Chorrera (Amazonas) se reúnen frente a la plaza de la Casa Arana para conmemorar un año más de la entrega del resguardo indígena predio Putumayo.
Es un gran acontecimiento para estas comunidades que estuvieron a punto de la desaparición por causa del etnocidio que generó el “Holocausto del Caucho”, fielmente plasmado por José Eustaquio Rivera en la novela ‘La Voragine’.
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Antes del acto de entrega de estos territorios, realizado por el presidente de la República, Virgilio Barco, dichas comunidades no tenían reconocimiento territorial.
Cuando comenzó el auge del caucho, estas regiones no eran territorio de nadie, y fue hasta la guerra entre Perú y Colombia que aparecieron los límites y las fronteras, por lo que las multinacionales que operaron la extracción del caucho lo podían hacer sin vigilancia y control alguno por varias décadas.
Por eso, desde dicha entrega del resguardo, las comunidades Uitoto, Bora, Okaina y Muinaine, tienen esta celebración como una de las más importantes del año, con el firme propósito de volver a fortalecer sus grupos e impedir la repetición de los acontecimientos que ocurrieron entre finales del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX.
“Nosotros como Gobierno debemos mirarlos a los ojos y pedirles perdón por todo lo sucedido. La sociedad occidental, los colonos, los empresarios (...) se ensañaron contra ustedes, contra su gente”, afirmó en este acto el ministro de las Artes y las Culturas, Juan David Correa.
El lugar de encuentro es especial. La Casa Arana que fue el centro de operaciones de la industria del caucho, frente a su plaza, donde se cometieron todo tipo de actos de terror y barbarie por parte de los capataces en contra de las comunidades indígenas arrinconadas y presionadas para la extracción del caucho, con formas y métodos usuales en tiempos de la esclavitud.
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La casa se convirtió en un colegio que requiere una pronta intervención en sus instalaciones, pero sabiendo que la barbarie se combate con educación; mientras que la plaza principal donde incluso se presentaron crucifixiones hace más de 100 años, ahora es una cancha de baloncesto y microfútbol que reclama un urgente mantenimiento.
“Hay cosas que aún no se sabe de los hechos realizados por los caucheros Arana y es importante que se investiguen para que se conozca la verdadera magnitud del Holocausto del caucho”, manifestó el presidente indígena, Ángel Seriyatofe.
Fue un periodo que perduró por décadas, siendo esclavizados desde 1879 y en el que la industria cauchera casi hace desaparecer a los pueblos originarios y a muchos de ellos los desplazó hacia el Perú y miles jamás regresaron a La Chorrera.
Las cifras siguen siendo ambiguas. Se habla que en tiempos de la cauchería había entre 50.000 y 100.000 habitantes indígenas de la región, y pese a la recuperación, se calcula que hoy por hoy viven allí no más del 10% de dicha población.
Aún así, se celebra la restitución de tierras que se hizo en 1988, con cerca de seis millones de hectáreas, que después de la guerra con Perú, que a pesar de que Colombia ganó, acabó indemnizando a los caucheros con cerca de 200 mil dólares, dinero del Banco Agrario, que por décadas reclamó un derecho sobre ese territorio.
También fue un momento para denunciar las malas condiciones de la infraestructura educativa en buena parte de la región, solicitando la creación de la Universidad Indígena en La Chorrera, para garantizar el paso de su conocimiento ancestral.
“Esta es una comunidad muy espiritual, pero no solo de espíritu vive el hombre, necesitamos de presupuesto y acceso a la tecnología”, reclamó el rector de la casa del conocimiento, Edwin René Teteyé.
El ministro Correa se comprometió a hablar con las directivas de Satena para lograr una frecuencia semanal aérea y no quincenal como sucede actualmente.
“Vamos a volver a La Chorrera y recuperar su dignidad, trabajar en sus lenguas amazónicas. Las vamos a recuperar a través de la conectividad”, afirmó el jefe de la cartera cultural.