El pasado fin de semana se celebró una nueva edición del Festival Voces del Jazz y del Caribe, un evento difícil de imitar, que ha logrado mantenerse a flote en una era dominada por melodías más convencionales y superficiales preferidas tanto por las generaciones actuales como las más recientes.
Lejos de ser un evento anticuado, el festival de jazz es todo lo contrario: una celebración donde lo clásico se encuentra con lo tradicional y folclórico. “Es jugar con la música”, y de verdad lo es. Sobre el escenario, los músicos parecen liberarse de las partituras para interpretar cada uno su propia obra, mientras el público maravillado, contempla a tres, cinco o seis artistas en perfecta comunión con sus instrumentos, dando cátedra-sin hablar- del verdadero significado del jazz.
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No es música exclusiva para los oídos más refinados, es arte que estimula la mente. Un espacio donde el saxofón, la batería, la trompeta, el piano, el bajo y otros instrumentos se fusionan, acompañados por un juego de luces que se sincroniza con la calma o la intensidad de cada pieza.
Manuel Lozano Pineda, director del festival, lleva 11 años bregando para que este evento no solo sobreviva, sino que cada año reafirme su lugar en Colombia y en el mundo. Este año, el festival reunió a 130 artistas nacionales e internacionales.
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El imaginario colectivo sobre el jazz puede ser erróneo, y en esta edición quedó demostrado con la presencia de jóvenes artistas que se adueñaron del escenario. Bandas como Berps, Sur Wave y Locos Lucas –integradas por músicos muy jóvenes– mostraron que el jazz sigue evolucionando bajo la influencia de nuevas generaciones, sin perder la conexión con sus raíces.