En una de las últimas entrevistas que concedió Débora Arango a la prensa contó que hubo una época en la que su obra resultaba tan controversial que incluso había personas que sentían vergüenza de que los vieran en exposiciones mirando sus cuadros, que hasta sus amigas dejaron de saludarla, que se sentía como condenada a muerte.
—¡Qué cosa tan horrible! — le dijo al periódico El Señorial de Envigado en junio de 1985.
—Tal vez la gente no estaba preparada para recibir su obra —le preguntaron.
—En realidad tal vez sí fui como muy atrevida en ese tiempo. Lo que ocurre es que pintaba lo que sentía dentro de mí.
A Débora Arango la conmovían sobre todo la miseria y la vida pública, “ese arrastrarse de la gente de una forma u otra”, y eso que a ella la conmovía a otros les resultaba vergonzoso, incluso aterrador. De eso se trata el arte, de conmover, de provocar, de seducir. De que una obra, pase lo que pase, nunca pase de largo.
Justamente ese es el hilo conductor de las exposiciones que se estrenan en el Museo de Arte Moderno de Medellín hoy, entre ellas República, 1948-1958 de Débora Arango. “Queríamos volver a los sentidos reconociendo que a veces lo poderoso que tiene el arte es que te habla de cosas de las que de pronto no querías hablar pero lo haces porque eso de alguna manera te sedujo, te fascinó o te extrañó, pero algo te movió”, dice Emiliano Valdés, curador jefe del museo.
El bloque de obras que harán parte de la exposición incluyen el trabajo de aproximadamente de 20 artistas locales e internacionales y estará dividido en cinco muestras que, además de la de Débora, incluyen Cantándole a las plantas del artista guatemalteco Naufus Ramírez-Figueroa, Temporada de eclipses de Luisebastián Sanabria, la exposición colectiva La belleza será convulsa o no será y Alcance Largo de Nicolas Collins.
La obra de Arango funciona como puerta de entrada a la exposición pues sus pinturas se pueden leer como una invitación a reconocernos en aquello que hemos querido desconocer.
“Es una fuente muy rica de pensamiento sobre esta ciudad, sobre este país y sobre el contexto de un artista. Ver estas obras hoy, aunque se trata de hechos que sucedieron hace muchas décadas, es entender cómo un artista responde a su contexto de una manera clara, incisiva, problematizando la realidad y no solo representándola”, dice Valdés.
Esa es también la invitación de estas exposiciones, problematizar aquello que vemos cuando intentamos descifrar qué nos hace sentir, por qué nos gusta o no, y eso hacia donde nos lleva.
Las otras cuatro exposiciones
Temporada de eclipses
Este proyecto instalativo de Luisebastián Sanabria tiene como punto de partida la reinterpretación de la obra Proyecto para un evento solar de la artista Maryluz Álvarez. Para entrar en diálogo con esta pieza, Sanabria propone una instalación in situ —lumínica y audiovisual— que replica el ejercicio de imaginación espacial de la artista antioqueña.
Temporada de eclipses hace parte de la decimoctava edición de Programa C un segmento de la programación del museo destinado a creadores y curadores emergentes. Hasta la fecha se han presentado 17 proyectos de artistas de ciudades como Medellín, Bogotá, Ciudad Bolívar, Cali y Pasto que estuvieron acompañados por curadores independientes de Colombia, Ecuador y Francia.
Alcance largo
Esta exposición del artista estadounidense Nicolas Collins (en la foto) se estructura sobre el concepto de feedback, el efecto sonoro que se genera cuando el sonido captado por un micrófono se amplifica, sale por un altavoz y vuelve a ser captado por el micrófono, creando un bucle y traduciéndose en sonidos caóticos e inestables que Collins utiliza como recurso.
Esta instalación está especialmente diseñada para que el público pueda interactuar con ella moviéndose por el espacio para así experimentar la aleatoriedad de los sonidos y la imprevisibilidad de su evolución.
La belleza será convulsa o no será
Esta exposición colectiva curada por Érika Martínez Cuervo se propone explorar la presencia de lo erótico en los procesos de creación artística al considerar las obras de artes como entidades vivas que nos interpelan.
Entre los artistas que hacen parte de la muestra se cuentan a Estefanía Baena Barón, Benjamín de la Calle, Glenda León, Luz Lizarazo, Andrés Matías Pinilla, Agustín Nicolás Rivero, Hebert Rodríguez, María Roldán Ruiz, Jessica Santos, Daniela Serna y Sonnia Yepez.
“Crear —con un propósito estético— es un acto que atraviesa a los cuerpos que crean. Es anhelo insaciable. Es incertidumbre. Es pérdida. Es excitación. Es impotencia. Es padecimiento. Es deleite. Es brutalidad. Es dolor. Es atreverse a anticipar el acontecimiento de la belleza...”, dice la curadora.
Cantándole a las plantas
Esta muestra es un acercamiento a la carrera del guatemalteco Naufus Ramírez-Figueroa, cuya producción se mueve entre el performance, el vídeo, la escultura y la instalación, y aborda temas como el colonialismo, la presencia de poderes en América Latina, el conflicto y sus consecuencias íntimas y sociales.
“La realidad ficcionada e inundada de datos históricos, símbolos oníricos y macabros se presenta desde una lógica del inconsciente en los performances de Ramírez-Figueroa. Su trabajo ligado con escenografías y acciones silenciosas llenas de gestos poéticos y actos aparentemente inofensivas e infantiles trascienden el carácter ritual y evocativo para dar paso a escenas que esconden una violencia sutil, desarraigo, tortura, muerte y borramiento cultural”, explican esta exposición desde el museo.