x

Pico y Placa Medellín

viernes

0 y 6 

0 y 6

Pico y Placa Medellín

jueves

1 y 7 

1 y 7

Pico y Placa Medellín

miercoles

5 y 9 

5 y 9

Pico y Placa Medellín

martes

2 y 8  

2 y 8

Pico y Placa Medellín

domingo

no

no

Pico y Placa Medellín

sabado

no

no

Pico y Placa Medellín

lunes

3 y 4  

3 y 4

language COL arrow_drop_down

“Este es el relato de una familia de mujeres”

La escritora Manuela Espinal Solano presenta su segunda novela en la Fiesta del Libro, un relato familiar sobre la fama que tuvo una pareja de abuelos y que por los años empieza a caer en el olvido.

  • La escritora ha sido publicada en países como Argentina, Perú, Chile, México y Canadá. FOTO Esteban Lara
    La escritora ha sido publicada en países como Argentina, Perú, Chile, México y Canadá. FOTO Esteban Lara
11 de septiembre de 2024
bookmark

La escritora Manuela Espinal Solano publicó su primera novela cuando apenas estaba terminando el colegio, se tituló Quisiera que oyeran la canción que escucho cuando escribo esto (Angosta, 2016) y fue publicada en Colombia, Perú, Argentina, España y Canadá; después de varios años de silencio vuelve con Ya nadie canta (Random House, 2024), otra entrega de lo que parece una saga familiar y la presentará en la Fiesta del Libro y la Cultura. Hablamos con ella.

En una de las frases finales del libro, la nieta, aturdida un poco por la música que escuchan los vecinos, reconoce en una de las canciones la voz de la abuela, y acepta que todos los recuerdos que tiene de su voz le parecen una mentira. ¿Ya nadie canta es una forma de aferrarse a esa decadencia de un talento, o a la memoria y a la voz de los abuelos?

“He recibido muchas preguntas sobre el título, creo que Ya nadie canta se refiere a cómo ha cambiado nuestra música, ¿no? Mi abuela ama el título, porque dice que ‘de verdad, ya nadie canta’, para ella la música ya no es la misma. Para mí siempre estuvo relacionada a la posible muerte de los abuelos, que son los defensores y los amantes de esa música tradicional. Ahora se hacen muchas versiones, se ha vuelto a esos ritmos, pero algo particular se va con la gente que los cantó por primera vez. Pero, claro, como el libro habla de la muerte de un abuelo, porque no era solo una figura familiar, sino una figura del oficio, se refiere a que con él se van un montón de cosas también. Incluso en la misma familia, cómo las nuevas generaciones ya no quieren cantar, entonces ya nadie canta, en esa familia tampoco, que era una familia de músicos”.

Una pregunta obligada: ¿qué tanta ficción y qué tanta realidad hay en la historia, en los personajes?

“Hay mucho de la familia, es imposible negarlo. A mí me gusta mucho lo que hoy llaman la autoficción, me parece de las cosas más divertidas también de leer. A mí me ha gustado también leer cosas más fantasiosas, incluso ciencia ficción, Bradbury, por no irnos muy lejos, pero la autoficción es una cosa tan rica y tan bella, sobre todo porque recientemente ha sido muy explorada por las mujeres. Y leer esos relatos en los que uno sabe que hay alguien detrás que está sangrando, alguien que vivió eso, alguien que habla como desde la entraña, eso es bonito también. No creo que toda la literatura lo necesite, porque hay mundos construidos a partir de la ficción que son muy bellos, pero la autoficción es riquísima y a mí me fascina. Casi siempre los autores hablan de la autoficción como un acto de sinceridad y de un ejercicio autobiográfico, pero que luego el relato se come esa realidad y lo vuelve ficción, lo vuelve un juego, como que uno no sabe muy bien dónde están los límites. A mí me ha pasado con algunos fragmentos que no recordaba si habían ocurrido o no, y casi que tuve que contrastarlo con mi mamá y con mi hermana, porque hay un montón de cosas que se empiezan a difuminar”.

Le puede interesar: Alonso Salazar presenta su nuevo libro; “Con Fabiola Lalinde de la mano voy mucho más tranquilo”

¿Cómo definió la estructura y el estilo narrativo? Porque es una novela que aborda las fantasías, las vanidades, el talento de varias generaciones, el show, el espectáculo, pero a la vez no es una novela cotidiana, que te lleva a los personajes...

“Creo, como tú dices, que es una novela en la que entiendes que la familia es de los brillos y de las lentejuelas, pero digamos que la prosa no lo es, y de hecho la misma narradora reniega un poco de esas lentejuelas. Esto es producto de las lecturas, porque los escritores que más disfruto tienden a ser así, no hacen demasiadas observaciones sobre lo que ocurre, sino que muestran una escena, y uno mismo es el que tiene que buscar qué pensar sobre eso, y eso me parece genial”.

Pese a las excentricidades de la vida artística que narra, los personajes están inmersos en cosas muy cotidianas...

“Eso viene de varias cosas, la primera es que yo creo que llenar a los personajes de cotidianidad, también les da vida. Es decir, cuando uno ve cómo un personaje actuaría o reaccionaría ante abrir la puerta, ante un insulto, ante un halago, ese personaje tiene vida, ese personaje es alguien. Entonces cuando a ti en el libro te hablan de la abuela, yo creo que uno sabe más o menos esa abuela cómo es, cómo va a reaccionar, y, por otra parte, creo que eso también es producto de que el libro tiene este tono muy íntimo y muy familiar, y lo que uno conoce de la familia es eso, las minucias, los detalles”.

El libro aborda roles de poder: es una familia de mujeres, pero hay un abuelo que llama a la esposa con una campana...

“Los juegos de roles componen nuestras vidas, el mundo funciona así. Obviamente, cada vez actuamos más en contra de cierto tipo de poder, o de dominación, pero es imposible que no ocurra. Aquí lo que tenemos es el retrato de una familia, y en esa familia, si bien parece que las mujeres tienen mucho poder, es el hombre, el único hombre de esa familia, por lo que es un poco venerado, el que ha tenido poder, porque su vínculo con la esposa ha sido profundísimo, no solamente ha sido una cosa familiar, sino una cosa del oficio, porque trabajan juntos... Lo de la campanita es terrible, pero es el arte el que pone sobre estas cosas como una luz que las revela, y ahí es que decimos ‘¡Uy! Esto que ocurre aquí tan tremendo, es lo que ocurre en todas partes’. Creo que lo chévere es darse cuenta de algo y mostrarlo, incluso sin juzgarlo mucho, porque yo creo que la narradora nunca lo hace del todo. Aunque ella reniega de esta herencia, no juzga del todo lo que hacen los otros, solo lo ve”.

Puede leer: La Fiesta del Libro y la Cultura de Medellín llegó a la mayoría de edad: 16 editores internacionales y 3.000 actividades tendrá este año

Esta también es una novela familiar, como en su primer libro, ¿va a seguir explorando este camino de ficcionar realidades propias, es un ejercicio de memoria?

“Es probable y, definitivamente, es un ejercicio de memoria, en muchas ocasiones ha sido también un ejercicio de catarsis. Y ha sido un ejercicio de mirar mi vida, de ver mi historia, de mirar con más compasión a las personas que han hecho parte de esta historia. Es sanar cosas de la historia sin necesidad de involucrar a nadie más, sino como en un eje propio muy íntimo. Yo no sé si voy a seguir escribiendo sobre la familia. He pensado que sería chévere tener tres libritos sobre el tema. Luego me gustaría explorar otras cosas. A mí la ficción me parece dificilísima y me parecería muy chévere crear mundos desde cero, eso me parecería bonito, chévere, pero todavía no sé. De verdad que estoy en un tiempo en el que escribo cosas que me pasan, que escucho, que veo. Uno debería obligarse a salir de ahí, hacer ejercicios y experimentaciones de otro tipo”.

El empleo que buscas
está a un clic
Las más leídas

Te recomendamos

Utilidad para la vida

Regístrate al newsletter

PROCESANDO TU SOLICITUD