Ahora, 70 años después, se detona el mismo debate en medio del auge de plataformas impulsadas con I.A. y el potencial que tienen de revolucionar para siempre la manera como se trabaja a diario en casi cualquier industria.
Sin embargo, la tecnología aún no ha avanzado tanto como para ser autosuficiente; aún falta la intervención humana para confeccionar, editar y pulir cada obra generada en herramientas como ChatGPT (texto), Suno.ai (música) o Dall-e (imágenes).
Así lo cree Jorge Carrión, quien ha explorado como pocos los límites de la I.A. a través de la coescritura con GPT-2 y GPT-3 de ensayos y textos creativos, y en su obra tal vez más conocida en internet, la serie de pódcast Solaris.
El escritor y crítico literario español estará en la Feria Internacional del Libro de Bogotá para dirigir Más editores que nunca: Libros e IA, la lección inaugural de los Foros del Libro (18 de abril a las 8:00 a.m.), en que se plantean los escenarios a futuro para los profesionales del libro y el uso efectivo de las nuevas tecnologías.
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En entrevista con El Colombiano, Carrión señala que, si bien las herramientas impulsadas por I.A. tienen el potencial de revolucionar la industria cultural, “todavía es necesario tener conocimientos específicos para que una canción o un texto puedan realmente competir en el mercado”, lo que resalta un punto clave: aunque la tecnología facilite los procesos de creación, la calidad artística sigue dependiendo en gran medida del talento y la habilidad del creador humano.
Usted ha explorado las posibilidades de la I.A. y los algoritmos creativos desde diferentes formatos, como la escritura y los podcasts. ¿Cómo cree que esta tecnología está transformando la narrativa y la forma en que contamos historias en la actualidad?
“Todavía es pronto para evaluarlo. Creo que van a revolucionar antes la música o la imagen que la literatura. El GPT-4 redacta muy bien, pero todavía no alcanza un nivel literario.
En Todos los museos son novelas de ciencia ficción lo más interesante fue, justamente, la colaboración humana. Es un libro que también fue una exposición en la cual colaboré con muchos artistas, trabajé en un cómic con Roberto Massó, que está dentro del libro, y trabajé con el Barcelona Supercomputing Center, para una obra que traducía el texto a lógica cuántica.
Hay texto dentro de mi texto escrito por Marta Peirano, la ensayista, y por Fernando Cucchietti, el físico, de modo que fue una experiencia colectiva de creatividad humana en la cual recurrimos a los algoritmos para algunas cuestiones. Y yo creo que no hubo límites, no hubo fronteras, igual que no las hubo en mi cabeza cuando escribía Membrana en total libertad.
En cambio, cuando trabajas con modelos de lenguaje, enseguida te das cuenta de que sí que existen los límites, y que son límites técnicos y límites también de la imaginación”.
¿Cómo cree que herramientas impulsadas por I.A., como Suno.ai, están cambiando la dinámica creativa en términos de accesibilidad para los artistas y la democratización de la producción artística?
“Sin duda, las herramientas de I.A. democratizan la creación artística hasta unos niveles extraordinarios, pero todavía es necesaria la creatividad humana, se necesita saber mucho de música y de escritura de letras para que una canción pueda competir en el mercado real”.
¿Considera que los compositores y en general los artistas deberías preocuparse por el auge de estas herramientas?
“No, yo creo que cualquier creador contemporáneo debe seguir el fenómeno de cerca para decidir cuándo y cómo va a intervenir, a aprender, a colaborar o no. Habrá creadores que van a colaborar muy estrechamente con la I.A., como ya está ocurriendo ahora. Por ejemplo, el fotógrafo catalán Joan Fontcuberta, que está haciendo una obra extraordinaria en colaboración con algoritmos.
Veremos un nuevo cine y una nueva música algorítmica, pero también artistas que van a enrocarse en tecnologías clásicas, analógicas e incluso antiguas como gesto político y como gesto creativo, porque vivimos en una época de convivencia absoluta, de estéticas muy diferentes, pero mi intuición es que hay que estar al día informado, atento ante estas mutaciones”.
¿Cree que existe un riesgo de homogeneización en la producción artística si se depende de estas herramientas?
“Sí. Incluso imagino un mundo en que los consumidores o lectores se dividan entre suscriptores, con acceso a obras de calidad, y no suscriptores, donde el nivel sea muy bajo según los criterios actuales. También puede ocurrir, no obstante, que el GPT-7 escriba muchísimo mejor que la mayoría de los periodistas y escritores actuales. Quién sabe”.
¿Cómo cree que la inteligencia artificial podría influir en la curación y creación de experiencias artísticas dentro de los museos, galerías e incluso espacios digitales en la actualidad?
“Spotify ya ha lanzado una I.A. de creación de playlists, de curación musical. Hay que ver qué ocurre en esa dirección de metainteligencia artificial.
En lo que respecta al futuro inmediato y a las transformaciones, yo creo que es un panorama tan, tan mutante y radicalmente nuevo que hay que, armado con herramientas críticas y con conocimiento de la tradición, de la historia y de la tecnología, así como con la perspectiva de lo que ha pasado en los últimos 25 años con Google y en los últimos 20 con las redes sociales, ir viendo poco a poco qué va pasando.
E intentar que la lógica corporativa y de la innovación tecnológica, con su velocidad acelerada, no nos atropelle y no altere, sin ningún tipo de sentido, la lógica humanista y crítica, así como las velocidades humanas, que no son las de la tecnología”.