Por: Selene Botero
Si alguna profesión fue testigo en primera línea del horror que sembró el narcoterrorismo en Medellín en los años 80 y 90 fue la reportería gráfica. Mientras los organismos de socorro intentaban salvar vidas y las autoridades trataban de restablecer el orden, en esa misma línea de fuego se encontraban periodistas, camarógrafos y fotógrafos narrando la tragedia con imágenes.
Desde allí, en medio de la confusión que produce un atentado, Olga Elena Gaviria, cargando un pesado equipo de video en formato ¾, y Donaldo Zuluaga, con su cámara análoga, informaron desde Medellín para el país y el mundo.
En una entrevista doble, estos dos reporteros gráficos cuentan cómo eran aquellos tiempos donde no había una cinta amarilla que cerrara el acceso a la prensa. Sus imágenes quedaron grabadas no solo para noticieros y periódicos; también para nuestra memoria. ¿Cómo fue esa adrenalina detrás del lente? ¿Qué piensan 30 años después de cubrir los atentados que ejecutó Pablo Escobar?
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“Yo dormía con la cámara al lado”
No es común, ni siquiera en la actualidad, ver en Colombia a una mujer camarógrafa en medio de coberturas de guerra, y máxime en los 80 y 90 donde los equipos de televisión eran muy pesados, sin embargo, Olga Elena Gaviria fue testigo de los más graves atentados vividos en Medellín y sus imágenes se emitieron no sólo en el noticiero regional U.N.A de Teleantioquia, sino en muchos lugares del mundo por su condición de corresponsal internacional.
“Acabábamos de abrir nuestra empresa y teníamos unos contactos después de estudiar en Inglaterra con noticieros internacionales. Cuando comenzó esta guerra comenzaron a pedirnos la noticia. María Cristina Arango que era mi socia cargaba la casetera, yo me montaba la cámara al hombro y salía a cubrir aquellas cosas tan espantosas que sólo con pensarlo se me eriza de nuevo la piel. No fue fácil porque luchar con los señores era duro porque ahí llegaba todo el mundo con la cámara a empujar, pero nos abríamos paso entre todas esas cámaras y registrábamos el hecho”.
¿Cómo trabajaban dos mujeres cuando los atentados ocurrían en la noche y eran tiempos de toques de queda?
“Yo dormía de sudadera con la cámara al lado, la explosión inmediatamente me despertaba. María Cristina amante de la radio, siempre la tenía encendida y localizaba dónde era el atentado, cogíamos el carro, arrancábamos, teníamos un salvoconducto, nos tocó más de una vez encontrarnos la barrera de soldados apuntándonos con los fusiles al frente del carro y nosotras sacar por la ventanilla el salvoconducto para demostrar que éramos prensa. Realmente fui muy temeraria, nunca sentí miedo, yo iba a cubrir la noticia porque la indignación que sentía era demasiada, es algo que lo mueve a uno porque esto se vuelve un periodismo de guerra, era un salvaje como Pablo Escobar escudándose en la comunidad indefensa y acabando con nosotros”.
¿Qué solicitud hacían los medios internacionales?
“Llegué a tener un noticiero extranjero que me pidió que destapara los cadáveres porque estaban con una sábana y me enfurecí, les dije que ese trabajo no lo hacía. Registré siempre los hechos, si yo llegaba y encontraba esparcidos los cuerpos como me tocó tantas veces pues era lo que había que mostrarle al mundo y decirle: miren lo que está haciendo este demonio, está acabando con nosotros como se le antoja, pero si encontraba los cuerpos cubiertos ni riesgos que los fuera a destapar para darle gusto a un noticiero”.
¿Cuál fue tu cobertura más dolorosa?
“Llegamos al lado de la estación de bomberos y encontramos aquel desastre horroroso, todos los cuerpos esparcidos, calcinados, vueltos nada. A todo el frente de un árbol estaba el Renault 6 en el que yo sentí el peor impacto de todas las bombas de Medellín, porque cuando vi ahí a una señora pegada a la cabrilla totalmente calcinada, con su osito al lado, que fue lo único que no se calcinó, yo no sabía de quién se trataba, el árbol estaba lleno de documentos, yo empecé a grabar con la cámara y cuando logré hacer un acercamiento y enfoqué vi que la licencia era de mi amiga Miriam Naza, es decir la persona que estaba calcinada en ese carro. ¿Qué hice? bajar la cámara y ponerme a llorar, fue una cosa horrible, yo recuerdo que su esposo llegó y cuando se asomó a ese carro alzó las manos y se cogió la cabeza. Con esta entrevista quiero rendir un homenaje inmenso a Miriam Naza mi amiga linda del alma”.
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“Trabajaba pensando en la estética de la muerte”
Más de treinta años de trabajo como fotoreportero en Medellín para los periódicos El Colombiano y El Mundo. Su pasión por esta profesión no lo abandona, aunque hace poco se jubiló Donaldo continúa realizando coberturas independientes.
“La ciudad estaba a merced del narcotráfico y de Pablo Escobar, todos fuimos vulnerables, mataron jueces, periodistas, abogados, gente del común que a mí no me gusta decir que estaban en el lugar equivocado, para mí eran personas que murieron de cuenta de un atentado terrorista. Era la época en la que Medellín y el país estaba sitiado por la guerra del narcotráfico, y nosotros los reporteros estábamos en acuartelamiento de primer grado para usar un término militar, salíamos de la casa con esa expectativa de qué va a pasar hoy, dónde irá a explotar la bomba de hoy y cuántos muertos irá a producir esa explosión, era una expectativa macabra”.
“En aquellos años llegábamos a una escena totalmente abierta donde todo lo que había pasado estaba expuesto para nuestro registro. No había cintas amarillas, nuestra condición de reporteros nos daba el aval para llegar en igualdad de condiciones que los rescatistas y la policía. Era muy duro asistir a ese espectáculo del terror, y también me sacudía la idea de registrar cadáveres, por ello trataba de apelar a lo que yo llamé la “estética de la muerte” y es cómo dar cuenta de que allí murieron 15 personas sin tener que mostrar 15 cadáveres”.
¿Cuál fue tu cobertura más dolorosa?
“Eran las 6 de la tarde cuando la gente empezaba a salir de la plaza de toros, y yo estaba cubriendo ese día la corrida. Cuando explotó la bomba yo estaba a casi 50 metros y me regresé de inmediato por ello encontré un espectáculo macabro con muchos muertos y con gente pidiendo auxilio. También veía los bomberos tratando de extinguir el fuego, y de pronto encuentro una bota sobre el capó de un carro que todavía se estaba incendiando, allí apelé a esos símbolos que ofrece a veces la fotografía. En ese evento acudí a una bota que es un recipiente que carga el vino y que es muy utilizada en las ferias taurinas, y esa bota sobre un carro destruido daba cuenta de la tragedia.
Periodismo en tiempos analógicos
¿En la década de los 80 y 90 no existía tecnología digital cómo trabajaban sus coberturas?
Olga Elena: “Eran sistemas analógicos muy pesados de cargar, a tal punto que un camarógrafo no podía estar solo, alguien tenía que ayudar con la casetera y el trípode. El formato más sofisticado que se usaba en Medellín era el Umatic que llamábamos ¾. En Telecom había un sistema para enviar contenido a Bogotá, pero a Estados Unidos no había forma, entonces la inmediatez era subir al aeropuerto, buscar un avión de carga y pedirle el favor al piloto que llevara el casete para que lo recibieran en Miami y desde allí distribuyeran la noticia”.
Donaldo: “Era la época de lo análogo, la época del rollo de fotografía. Nos entregaban unos rollos de 24, máximo de 36 fotografías rebobinadas, había una restricción de material a la hora de la cobertura porque uno tenía que pensar muy bien en qué me voy a gastar mi rollo de fotos, también era la época en que había que estar bien abastecido de material porque un atentado podía pasar en cualquier momento. Cuando uno estaba en la cobertura pensaba, tengo 20 fotos, tengo que depurar la mirada y tengo que ser preciso a la hora de obturar. Estaba la tensión final de esperar el resultado del revelado en el laboratorio, no podíamos equivocarnos porque el material tenía que salir perfecto.
¿Pensaban que podía estallar otra bomba como ocurrió tantas veces?
Olga Elena: “Indudablemente se me pasó por la mente que podía explotar otra bomba y que yo iba a quedar en pedazos como estaban todos los seres humanos que yo estaba registrando con mi cámara, pero no sentía miedo, era indignación, era un sentimiento que me estremecía completamente”.
Donaldo: “Yo he dicho que el miedo es la cuota inicial de la seguridad y que no te hace cobarde si no prudente. Creo que hay que tener un poco de miedo porque si no lo tienes te lanzas y puedes también terminar muerto, pero también hay que ser temerario porque si no lo eres, tampoco te llevas un buen registro. En mi carrera como fotoperiodista cuando cubrí la guerra del narcotráfico y del conflicto armado buscaba un equilibrio porque hay que tener cierta dosis de miedo, pero también hay que tener cierta dosis de arrojo”.
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El valor histórico del archivo periodístico
Olga Elena: “Los archivos periodísticos son muy valiosos, hay que seguir mostrando al mundo y al país lo que pasó en Medellín y Colombia en la época del narcoterrorismo, y se trata de mostrar la realidad que vivimos que fue demasiado dura, que estamos en riesgo de volverla a vivir. Utilicen los archivos periodísticos para mostrarle a las nuevas generaciones lo que pasa cuando existe un ser sin valores que es capaz de explotar un avión o un carro lleno de gente. Estos hechos se pueden repetir si no logramos que las nuevas generaciones vean las cosas como son y se eduquen en valores”.
Donaldo: “Cuando veo mis archivos tengo en mis manos la memoria del narcotráfico y del conflicto armado. Este archivo reposa en el periódico El Colombiano, el periódico El Mundo y mi archivo personal. Son más de treinta años, son tres generaciones las que están comprometidas y los más triste es que a estas nuevas generaciones les están mostrando a Pablo Escobar como si fuera un Robin Hood.”
¿Qué balance hacen 30 años después?
Donaldo: “Yo llegué con grandes ilusiones a ejercer mi profesión y en cambio la vida me aterrizó en décadas de terror. Vivo con el recuerdo de las caras de las víctimas, guardo el recuerdo de esas miradas y tengo todavía incorporado en mi ADN ese olor a explosión y ese humo gris y espeso de los atentados. Creo que hay que seguir abordando esta historia reciente, mostrar lo que pasó y dejar de romantizar esa época”.
Olga Elena: “Esta serie se llama ExorcizArte Pablo y eso para mí significa sacar el demonio y ese veneno no va a salir hasta que no tengamos nuevas generaciones educadas en el respeto por los valores. Aquí la gente va por la plata, el sicariato lo montó Pablo Escobar, el sicariato lo enseñó él, el sicariato sigue existiendo, está ahí, no se ha ido de Medellín. A mí me estremece pensar que vamos a vivir la misma historia, yo ya viví mi vida, pero las nuevas generaciones, los muchachitos que están creciendo ¿qué les va a tocar?, me angustia mucho”.