En su resultado final, un rompecabezas simula el orden de la Creación. Las fichas ordenadas y juntadas estuvieron previamente dispersas en un caos terrorífico. Indistinguibles, se aglomeraban a la espera de una mano que las dispusiera en un orden: no uno impuesto sino uno preciso, el demandado por cada forma y superficie.
En su proceso, se parece más a un aprendizaje que testimonia en cada pieza que fue armado y no concebido como un plano único. El que lo arma juega y construye sobre lo que ya está: su objetivo no es crear una imagen que ya existe sino mostrarla, pieza a pieza, otra vez.
A Christopher Tibble, editor y periodista, le han gustado los rompecabezas desde niño. Una pasión que sintió con más fuerza en la pandemia, cuando iba por los almacenes buscando rompecabezas para acompañar los días de encierro. Los de arte han sido siempre sus favoritos, entre los que es común encontrar el canon europeo: Van Gogh, Degas, Da Vinci, Munch... Un día se preguntó: ¿cómo sería un rompecabezas de pintura colombiana? Y se dio cuenta de que “había un vacío y una oportunidad de ofrecer al público rompecabezas inspirados en obras de distintos artistas” del país.
Poco después volvió a ver en un museo una obra icónica y a mucho color de Beatriz González: Los suicidas del sisga (1965). Esa obra no solo “representa un momento fundamental en la carrera de González, sino que va muy bien con un rompecabezas por la variedad de colores”. Así, con esa obra, nació Pentimento, una marca dedicada a crear y comerciar rompecabezas de arte colombiano.
El nombre tiene un origen italiano y se refiere a un cuadro sobre el que se pinta otro: es un “arrepentimiento”. “Me pareció bonito el concepto y jugar con la idea de rehacer una obra, que es lo que uno finalmente hace cuando arma un rompecabezas”, dice Tibble. Además, con ellos podía cumplir “una especie de labor pedagógica”: que la gente los viera en las tiendas y se preguntara de quiénes eran las obras y de esa forma acercar al público a la tradición artística nacional.
En Pentimento han hecho en total cinco rompecabezas que distribuyen desde su sitio web y en librerías del Fondo de Cultura Económica (con sedes en Medellín, Cartagena, Bogotá), en las tiendas del Museo de Arte Moderno de Bogotá, el Museo Nacional y otros espacios de la capital. En 2021 arrancaron con una colección de tres: además de la obra de González, están los Girasoles de Fernando Botero y El Paraíso de Noé León. A finales del año pasado lanzaron La flor roja del trabajo, un homenaje a María Cano de Taller 4 Rojo, y Bogotá (boceto para afiche), una obra hecha en témpera del artista colombo-suizo Sergio Trujillo Magnenat.
Para poder utilizar las obras con fines comerciales en el formato de rompecabezas tuvo que consultar con los herederos o hijos de la obra de cada artista y hacer un contrato. En el caso de Beatriz González, dice, habló con ella directamente, y el de Noé León no hubo necesidad puesto que el artista santandereano “no dejó herederos”, y la imagen usada es de una colección privada de Estados Unidos. Una de las artistas recibe un 10% del valor de las ventas, en otros casos la ganancia es solo para Pentimento, pero representa un “margen bajo” debido a los costos de producción.
Los rompecabezas tienen cada uno 500 piezas y unas medidas de 60 x 45 cm. Hacerlos ha implicado para Pentimento pensar en imágenes que se adapten a ese formato, además de otras cualidades de color y diseño que permita a una persona armarlo, divertirse. En principio, Tibble quería que el empaque de los rompecabezas imitara a un tarro de pintura, y que cada obra estuviera ligada a un color específico, pero la diseñadora le propuso un empaque con forma de tubo que era más cómodo para las piezas y el transporte.
Las piezas salen de una empresa bogotana llamada La imprenta, que hasta el momento tenía una mínima experiencia haciendo rompecabezas con una troqueladora. Con varias pruebas lograron “calibrar la troqueladora y el grosor del cartón para que quedara un producto bueno”.
Consejos para armar un rompecabezas
“No hay una fórmula para armar un rompecabezas, que es un territorio de mucha libertad”, dice Tibble. Pero hay maneras en que puede realizarse para no abrumarse entre tantas piezas. “Una buena regla” es empezar por el borde, separarlos y luego agrupar las piezas según los colores, e ir resolviendo cada parte de cada color, una a la vez, y poco a poco se va formando.
Un error usual es empezar a armarlos sin ninguna metodología, lo que lleva a que en cinco minutos se convierta en “una pesadilla” y se quiera abandonar. Un “tip para expertos” es que si uno se encuentra ante una imagen como un cielo, con piezas de color muy similares, hay que fijarse en los huequitos y en las orejas de cada pieza, y empezar descubrir entre las que ya están puestas qué más puede encajarse. Si una tiene tres huequitos, buscar una ficha con tres orejitas que empalme con ella. Y así.
Historia y beneficios del rompecabezas
El rompecabezas nació vinculado a la geografía. El cartógrafo británico John Spilsbury, que ha pasado a la historia como el inventor de estos populares juegos de mesa, decidió hacer uno en 1760 a partir del diseño de un mapa, recortando las fronteras entre países. El invento se dio a conocer y fue usado para enseñar geografía a los estudiantes en el siglo XVIII.
Más tarde se convirtieron en un juego de entretenimiento para adultos, especialmente de las clases altas europeas, y en los diseños se iba variando la dificultad. En la actualidad son uno de los juegos de mesa más requeridos. En 2020, la empresa líder global en la producción de rompecabezas, Ravensburger Games, afirmó que sus ventas aumentaron 370 % con respecto al año anterior, según reporte de la BBC.
Entre los beneficios que proporciona armar rompecabezas y que destacan los especialistas están el desarrollo de la creatividad, el mejoramiento de la motricidad y la memoria visual. Y, desde luego, cada armador de rompecabezas podría hablar de la alegría de completarlos y de construir con ellos un nuevo pequeño mundo.