La relación del Papa Francisco con la literatura se remonta a los años de juventud del pontífice romano. Se sabe, por ejemplo, que él fue profesor de literatura en uno de los colegios que los jesuitas tienen en Argentina. Además, Francisco cita a Jorge Luis Borges con frecuencia en sus discursos y documentos pontificios, dejando a la vista de la gente la admiración que siente por el autor de La muerte y la brújula. Ese amor por los poemas y las novelas se ha materializado en la “Carta sobre el papel de la literatura en la educación”, escrita a mediados de julio y publicada en los primeros días de agosto. En ese documento, Francisco le recomienda a los formadores de los sacerdotes prestar especial atención a la literatura.
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El Papa Francisco subraya que un buen libro puede abrir la mente, estimular el corazón y preparar para la vida. En la carta, resalta que la literatura puede “educar el corazón y la mente del pastor” para que ejercite su racionalidad de manera libre y humilde, y reconozca el valor del pluralismo de las lenguas humanas. La literatura, según el Papa, puede ampliar la sensibilidad humana y fomentar una gran apertura espiritual.
En el texto, el Papa también menciona los efectos beneficiosos de la lectura. Señala que, en momentos de aburrimiento, soledad, cansancio, ira, desilusión o fracaso, un buen libro puede ser un oasis que aleje de opciones no saludables y aporte serenidad. La lectura puede abrir nuevos espacios interiores que eviten que las personas se encierren en ideas obsesivas.
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El Papa Francisco observa que, en comparación con la omnipresencia de los medios de comunicación, las redes sociales y los dispositivos móviles, la lectura de un libro ofrece un margen y un tiempo para enriquecer la narración e interpretarla activamente. Una obra literaria es un “texto vivo y siempre fructífero” que enriquece al lector con lo que recibe del autor, permitiendo que florezca la riqueza de su propia persona.
“Cuando pienso en la literatura, me viene a la mente lo que el gran escritor argentino Jorge Luis Borges decía a sus estudiantes: lo más importante es leer, entrar en contacto directo con la literatura, sumergirse en el texto vivo que tenemos delante, más que fijarse en las ideas y en los comentarios críticos. Y Borges explicaba esta idea a sus estudiantes diciéndoles que quizás al comienzo iban a entender poco de lo que estaban leyendo, pero que en todo caso habrían escuchado “la voz de alguien”. Esta es una definición de literatura que me gusta mucho: escuchar la voz de alguien. Y no nos olvidemos qué peligroso es dejar de escuchar la voz de otro que nos interpela”, se lee en uno de los pasajes de la carta.