Andrés Orozco-Estrada llega tras bambalinas al escenario del Teatro Metropolitano, donde ya está montada la cortinilla del fondo y hay sillas dispuestas con sus atriles para las partituras musicales.
En pocos días, el viernes 24 y el domingo 26 de marzo, se presenta una versión semi escénica de La Traviata, la famosa ópera del músico italiano Giuseppe Verdi de la que Orozco es el director musical en el marco de los 36 años del Teatro Metropolitano José Gutiérrez Gómez.
El maestro bordea la tarima del escenario, taconea haciendo pruebas de sonido y habla con el personal de logística.
“La tarima de los vientos está un poco lejos” y eso repercutirá en lo que escuche el público. Orozco empieza a considerar la posibilidad de correrla un poco más. El recinto tiene poca gente y éste es el mejor momento para perfeccionar este tipo de detalles acústicos, antes de que empiecen a llegar los músicos para el siguiente ensayo.
En muchas partes del mundo, con orquestas “grandes, tradicionales y famosas” como en las que Orozco ha trabajado, el director musical no puede hacer lo mismo, ni plantear cambios así, pues no hay casi tiempo o existe poca flexibilidad. “Tocan siempre como tocan”, explica. “Y a mí me gusta hacerlo porque me da la oportunidad de meterme en la música, la obra, el arte desde todos los aspectos”. Eso le llena de motivación: “Cuando llego ni siquiera paso por mi camerino”, cuenta sentado en una de las más de 1600 butacas del recinto que esperan llenar en las dos funciones.
La Traviata
El director de 45 años y radicado en Viena vive pendiente del sonido. La entrevista para este artículo pidió hacerla en una parte alejada del escenario, pues al poco rato llegarían algunos músicos a hacer sonar los instrumentos. Orozco viene de dirigir las principales orquestas de Europa, incluyendo las filarmónicas de Viena y Berlín, también en Estados Unidos. Pero su paso por su natal Medellín, a la que volverá en julio, es para él prometedor.
“De aquí siempre me llevo mucho aprendizaje, entrega, un profesionalismo tremendo, especialmente en el Teatro. Y sobre todo la posibilidad de descubrir o redescubrir la música”, dice.
En el Teatro Metropolitano, donde se siente como “en casa”, tiene un reto grande: dirigir musicalmente un clásico de hace 170 años, la historia de amor entre la cortesana Violetta Valery (interpretada por la soprano Eliana Piedrahita) y el joven burgués Alfredo Germont (Andrés Agudelo, tenor), con libreto en italiano de Francesco Maria Piave.
Esta pieza, según el investigador musical Juan Fernándo Velásquez O., fue originalmente un encargo de empresarios de Venecia y de Roma a Giuseppe Verdi, y en su estreno fue censurada en varias ciudades de Italia.
En la Francia del siglo XIX, una cortesana era una mujer mantenida por su amante quien le proporcionaba una vida llena de lujos. Como en La dama de las camelias, la famosa novela de Alexandre Dumas, en La Traviata (que podría traducir como “La descarriada”, dice Velásquez O.) se explora un motivo conocido del arte romántico: el amor atravesado por la imposibilidad y la tragedia.
El compositor italiano fue también autor de otras piezas, como Rigoletto o Aida, que lo convirtieron en uno de los más importantes y populares de su tiempo.
—¿Qué significa para usted dirigir una de las óperas más amadas de la historia de la música en el aniversario de este teatro?
“Mi relación con el teatro es estrecha, de muchos años, de proyectos, de experiencias muy bonitas, de compartir muchas cosas musicales, artísticas y sobre todo humanas en el teatro mismo, por supuesto, pero también con el público. Me siento siempre muy contento y en casa aquí en el teatro. Y tener el gusto, el privilegio, el honor de celebrar todos juntos un año más el aniversario del teatro, eso siempre me llena de mucha alegría, de ilusión y orgullo también”.
—Ahorita que llegó empezó a hacer pruebas de sonido. Dicen que usted es muy meticuloso...
“Me parece interesante que se diga, pero no es un adjetivo que yo me pongo a mí mismo. Eso lo dicen los otros, ¿cierto? No me molesta, me parece simpático porque yo no lo experimento como tal, y lo digo porque hay personas que son así, o quieren serlo, casi con un poquito de psicorrigidez o como lo queramos llamar. Pero digamos que en mi proceso lo vivo como tal porque me sale de la música. Suena romántico, pero es la verdad. Vengo directo a hacer pruebas antes de que se llene el escenario, pero todo eso es pensando en que el resultado sea maravilloso, el mejor posible”.
El director escénico para esta versión del Teatro Metropolitano es Pedro Salazar, a quien le precede un repertorio importante de piezas operísticas como Las bodas de Fígaro y El barbero de Sevilla. Alrededor de 120 personas conforman el elenco que estará acompañado por La Compañía Estable, la Orquesta Sinfónica Eafit, el Coro de Cámara Cecilia Espinosa y el Coro Tonos Humanos. El reparto lo componen, además de los mencionados protagonistas, los barítonos Jacobo Ochoa y Vleriano Lanchas, la mezzosoprano Laura Mosquera, la soprano Ana María Ruge, el tenor Hans Mogollón, el barítono Nelson Sierra, y Alexis Trejos, en el bajo. La maestra Cecilia Espinosa Arango, de quien Orozco fue alumno, es la directora coral.
—¿Qué recuerdos tiene de su época de estudiante y de la maestra Cecilia Espinosa, que fue importante para su formación?
“Tengo los mejores recuerdos. Por un lado, desde el punto de vista musical y técnico, me enseñó a aproximarme a la música dentro de la orquesta, cuando yo tocaba el violín y ella era la directora. En ese momento no lo veía tanto como un aprendizaje, sino como un descubrimiento, ver cómo la maestra hacía todo su trabajo, en un contexto histórico de la música sinfónica que no es como el de hoy, con muchas más orquestas en todo el país y toda Latinoamérica. En esos años estábamos empezando, y la maestra nos daba la posiblidad de entender la música con muchísima alegría, siempre de buen ánimo y humor, trabajando cada detalle. Esa motivación la aprendí de ella”.
—¿Cómo ve la situación de las orquestas sinfónicas del país?
“Dentro de lo poco que sé, porque yo no estoy aquí o estoy muy poco, la primera respuesta es que no sería muy sensato entrar en muchos detalles que desconozco. Pero puedo decir por otra parte que, cuando vengo, siempre noto, y también cuando estoy por fuera, veo que la gente sale, que definitivamente gracias a lo que se ha hecho por muchos años y se sigue haciendo cada vez mejor, cada vez van saliendo más talentos. El nivel es cada vez más alto, y si a esto le añadimos el mundo en que vivimos, que está conectado por todas partes, entonces empiezas a ver que cada vez el nivel más alto, y eso es maravilloso porque nos enriquece a todos”.
Teatro y música
La versión que verá el público en el escenario del Teatro Metropolitano es semi escénica, una especie de punto medio entre música y teatro. “No es una obra de teatro o una ópera desde el punto de vista tradicional, sino una combinación” entre teatro y música, explica el director. “Tratamos de recrear las emociones de los personajes, sacar toda la parte teatral y melodramática.pero el público se puede pegar también a la belleza de la música, absolutamente increíble, bellísima”.
Uno de los grandes retos de la elaboración de la obra estuvo en el ensamble. “Hay muchas cosas al mismo tiempo y esto en el mundo de la ópera es siempre un reto adicional”. Si la pieza se centrara sólo en la música, “comparativamente” sería más fácil en lo logístico. Pero con más cantantes, coro, movimientos, luces, espacios, instrumentos, “hay que buscarle el punto perfecto e ideal”.
Con esos elementos, es neceario que el director escénico y el musical se complementen en la obra. “Lo que hacemos es sacar todo lo que está ahí, la música, la historia, las emociones impresas en el papel, sean notas musicales o palabras, y sacarle toda la vida, eso que llamamos la interpretación”.
El otro reto, el de trabajar con un grupo tan grande, va para Orozco-Estrada más allá de los números. “No sé cuántas personas son, pero lo que importa es lo que pasa cuando nos ponemos todos juntos. En el escenario buscamos lo mismo, tenemos el mismo propósito de interpretacion y lectura, queremos transmitir emociones. Y una masa grande genera un sonido más grande, poderoso, fuerte”.
El resultado de las largas jornadas de ensayo la verán los espectadores que asistan a uno de los teatros más importantes de la ciudad y el país, y donde esperan seguir celebrando aniversarios y “redescubrimientos” musicales así de grandes.
—¿Qué viene para su agenda musical este año?
“Voy a regresar a Medellín en julio, vamos a hacer otra cosa también muy bonita. Por fuera tengo diferentes proyectos, voy a dirigir La Traviata en un par de meses en Berlín. Y bueno, estoy dirigiendo diferentes orquestas, y si todo sale bien, en un par de semanas, o quizás en un mes o dos, estaré ya firmando unos contratos con unas orquestas en las que empezaré otra vez como director titular”.