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La poesía cotidiana de Rubén Darío Lotero

Discípulo de José Manuel Arango, este paisa cultiva unos versos centrados en los hechos pequeños de la vida diaria. Acaba de lanzar Días de aire y de recuerdo.

  • ‘Días de aire y de recuerdo’ es el cuarto libro del poeta Ruben Darío Lotero, quien es reconocido desde los años 80 por haber hecho parte de la revista Acuarimántima Foto Esneyder Gutiérrez.
    ‘Días de aire y de recuerdo’ es el cuarto libro del poeta Ruben Darío Lotero, quien es reconocido desde los años 80 por haber hecho parte de la revista Acuarimántima Foto Esneyder Gutiérrez.
07 de abril de 2024
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Dedicado a la memoria de Félix Hernán Lotero –padre del autor–, Días de aire y de recuerdo es el más reciente libro de poemas de Rubén Darío Lotero que llega a los lectores y el cuarto de su trayectoria literaria. Conocido en el ambiente lírico de Medellín desde finales de los ochenta –cuando hizo parte de la revista Acuarimántima, junto a José Manuel Arango, Elkin Restrepo y Víctor Gaviria–, Rubén Darío es uno de los referentes nacionales de la poesía conversacional, aquella que pone la mirada en los eventos cotidianos de la casa, del trabajo, de la ciudad poblada por rostros anónimos. En esa misma línea estética están los poemas de Días de aire y de recuerdo, en los que el autor explora en poemas cortos, medidos, los recuerdos de la infancia y de los padres, aquellos descubrimientos de la niñez que marcaron el destino del hombre y del artista.

En 1991 Lotero ganó el X Premio Nacional de Poesía Universidad de Antioquia con el libro Poemas para leer en el bus. Desde entonces, sus poemas están próximos al procedimiento de los fotógrafos para capturar con sus lentes algunos trozos de la realidad.

El mismo autor reconoce que su forma de trabajar la poesía está cerca del método de los cronistas, que siempre están con los ojos puestos en el mundo y no tanto en los aleteos del alma. Aunque esto puede ser cierto en el caso de los periodistas -–y eso es así con algunas reservas–, las cosas funcionan de otra manera con los poetas. Para decirlo con una metáfora: son los fogonazos de la interioridad del artista los que iluminan el mundo y sus acontecimientos.

Discusiones aparte, el hecho es que los poemas de Lotero son el fruto de un ejercicio de la mirada. El poeta mira el mundo y al hacerlo revela lo que sucede en su interior. Y eso lo hace con una delicadeza similar a la de los poemas de José Manuel Arango.

A lo largo de Días de aire y de recuerdo el lector asiste al “envejecimiento” del yo lírico. En los primeros versos está presente el niño que se sube al taburete en la cocina de la abuela, que teme ser picoteado por las gallinas, que es llevado por sus padres a la casa de una familiar mientras ellos se van a un restaurante a despedir el año. Más adelante, aparece el hijo que asiste al ocaso del padre, a la pérdida de su fuerza vital. Y luego, en el centro del pequeño libro publicado por Ruido ediciones, está el poema la foto. En esos versos el hijo busca al padre en la alineación familiar para la foto de rigor de cada año. Lo busca entre los hermanos suyos –del autor– y sus sobrinos. El padre ya no está.

Dividido en las estancias Días de aire y de recuerdo y Escenas de casa –cada una con una fotografía tomada por Lotero a modo de pórtico–, este libro de poemas confirma una forma de decir que hizo escuela en los poetas colombianos nacidos después del nadaísmo. Esta estética leve, de imágenes del día a día, está presente, en diferente medida, en los poemas de Gustavo Adolfo Garcés, Víctor Gaviria, Flóbert Zapata, Robinson Quintero, Juan Aurelio García.

Detengo la lista ahí porque son hartos los nombres adscritos a dicha poética. Muchos de ellos afianzaron sus búsquedas con las lecturas de los haikues, de los versos de Emily Dickinson y los de José Manuel Arango.

Cuando abre la nevera, de Ruben darío lotero

Cuando abre la nevera y busca algo de comer, descubre el litro de leche junto a un pedacito de torta negra, el último. Mira el reloj de la estufa y piensa que ya es tarde y cuenta las pocas horas hasta la madrugada para ir a clase. Sabe que en el cuarto de atrás sus hermanos ven en la televisión una vieja película, donde un niño viaja como un polizón en un cohete. En su casa hay problemas de plata. Por eso su padre, sentado en la mesa del comedor, trabaja horas extras en los libros de contabilidad de un almacén de la ciudad, hasta tarde en la noche.

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