Las casas de Prado Centro son máquinas del tiempo: uno traspone sus dinteles y deambula por sus pasillos y de inmediato se conecta con la historia de Medellín. De eso son muy conscientes los artistas agrupados en Casa Tomada, el colectivo responsable de la exposición de grabado que se inauguró este 15 de agosto e irá hasta el 28 del mismo mes en Casa Quemada, una construcción patrimonial que durante esos días será el epicentro de las artes gráficas de la ciudad.
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Casa Quemada no replica las lógicas de los museos o de las galerías. Por ese motivo, las obras de los artistas no están expuestas sobre superficies blancas o neutras. Las piezas están sobre paredes de ladrillo pelado o sobre pedazos chamuscados por las llamas o sobre los baldosines de los baños de antaño. Con esa disposición de los espacios, las obras dialogan con la casa, con su historia. Y esta, a su vez, las cobija y les da un soporte.
“Nosotros entablamos una conversación con esa memoria que tienen estas casas”, dice el artista Julio Sampedro, quien, además, reconoce que Casa Quemada —el sitio en sí— ha dejado una huella en su trabajo.
¿Y cuál es la historia de Casa Quemada? La del esplendor, la caída y el resurgimiento de Medellín. Las casas de Prado Centro son vestigios del crecimiento industrial paisa en la primera parte del siglo XX. Estas mansiones se levantaron por los mismos años que el Hotel Nutibara y en ellas vivieron las clases acomodadas de la ciudad. Sin embargo, las transformaciones urbanas hicieron que sus dueños se fueran de la zona y muchas de las construcciones quedaran en manos del azar. Algo así le pasó a Casa Quemada, que fue ocupada por habitantes de la calle. Su nombre no siempre fue Casa Quemada. La gente del barrio comenzó a llamarla de esa forma cuando un incendio casi la convierte en un montón de escombros.
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Tras la restauración, la casa abre sus puertas para recibir las obras de grabadores de la ciudad. La nómina de los artistas está compuesta por maestros con muchas millas y exposiciones encima y, además, por artistas que hacen los primeros ejercicios de someter sus trabajos al escrutinio del público. Y esa variedad ha sido una apuesta de los organizadores de la exposición.
“Cualquier persona que se dedique a la gráfica en Medellín puede participar en esta muestra. Los estudiantes, por ejemplo, vienen y ven cómo montan los maestros. Y así van aprendiendo. Todos colaboramos y todos aprendemos”, dice la artista Male Correa, que escogió el espacio del baño para exponer sus serigrafías. En ellas están los arquetipos de la feminidad.
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Además de lo estrictamente artístico, la exposición en Casa Quemada tiene un componente social. Los artistas ofrecen a los habitantes del sector talleres gratuitos sobre las distintas modalidades del grabado. El objetivo, según sus organizadores, tiene dos matices. Primero, difundir las obras de los artistas gráficos de Medellín y, segundo, propiciar el encuentro de los públicos con la historia de la ciudad. Ambos propósitos hacen del arte una vivencia cotidiana en un barrio en el que las casas de por sí son obras de la imaginación y la belleza.
La gente puede entrar a Casa Quemada y conocer las obras sin pagar por hacerlo. Lo puede hacer desde las diez de la mañana hasta las seis de la tarde.