En junio de 2020 y “sin intenciones de censurar”, el cineasta John Ridley miró hacia atrás y cuestionó el rol que cumplía en la sociedad una cinta que sumaba más de 80 años y que “cuando no ignora los horrores de la esclavitud, se detiene solo para perpetuar algunos de los estereotipos más dolorosos de las personas de color”.
Su reflexión estaba basada en la película Lo que el viento se llevó (1939), dirigida por Victor Fleming y que contó con las actuaciones de dos de los actores más cotizados del momento: Clark Gable y Vivien Leigh. Además de retratar la historia de amor de la pareja en los tiempos de la Confederación en los Estados Unidos, en ella había una evidente ausencia de cualquier crítica al sistema de la esclavitud y el dolor que generó.
Las repercusiones no se limitaron solo a la pantalla: en la vida real la actriz Hattie McDaniel –quien interpretaba a Mammy, una empleada negra esclavizada en la película– no pudo sentarse con el elenco de la cinta en la entrega de los Premios de la Academia en 1940 e incluso tuvo que pedir permisos para asistir a la gala, cuando esa noche fue la primera mujer afroamericana en recibir un Óscar como Mejor Actriz de Reparto.
En una carta abierta que se publicó en el diario Los Ángeles Times, dirigida a WarnerMedia y su plataforma HBO Max, el director Ridley lanzó la propuesta de remover la cinta de la plataforma (temporalmente) para introducir nuevos elementos que le dieran contexto y que abrieran un debate frente al mensaje que llevó la cinta en su momento y lo que arroja ahora.
“Como cineasta, entiendo que las películas a menudo son instantáneas de momentos de la historia. Reflejan no solo las actitudes y opiniones de los involucrados en su creación, sino también las de la cultura imperante. Como tal, incluso las películas mejor intencionadas pueden quedarse cortas en la forma en que representan a las comunidades marginadas”, apuntó.
Construir
La plataforma escuchó y acogió las sugerencias de Ridley, para lo cual incluyó una introducción en la que se reconocía que la cinta “no es solo un documento importante de las prácticas racistas de Hollywood en el pasado, sino también un trabajo perdurable de la cultura popular que habla directamente de las desigualdades raciales que persisten en los medios y la sociedad de hoy”.
La película fue puesta en contexto, además, por una serie de contenidos adicionales que incluían discusiones e información adicional sobre la actriz Hattie McDaniel.
“Creo que son necesarias las películas y series que nos ayudan como audiencia a entender y resignificar el pasado. La censura no es la salida, creo que es más entender el contexto en el que se producen las obras audiovisuales”, apuntó Verónica Heredia, jefe del programa de Comunicación y Lenguajes Audiovisuales de la Universidad de Medellín.
Añade que “el cine, como industria cultural, nos permite justamente hablar de lo que somos, y de lo que hemos sido como sociedad. Nos ha permitido representarnos y ha ofrecido diversas interpretaciones de la realidad sobre épocas de esclavitud, racismo, guerras. La advertencia sobre el tipo de contenido lo que permite es brindar a la audiencia información de contexto para que tenga mayores elementos para comprender e interpretar la obra y para decidir si quiere ver ese tipo de contenido”.
Este caso no solo ha ocurrido con la cinta de Victor Fleming, otras obras han pasado por el escrutinio y el ojo crítico del presente. El libro Y no quedó ninguno, de la escritora Agatha Christie, antes se llamó Diez Negritos (Ten Little Niggers, en inglés). En 2020, por iniciativa del bisnieto de la autora, James Prichard, se hizo una revisión de la traducción del texto y no solo se cambió el nombre sino la palabra nègre (que conlleva connotaciones negativas) que fue reemplazada en las páginas.
Ojo crítico en la ficción
Para el historiador y literato Nicolás Pernett, es importante entender que la ficción puede acercar a la audiencia a la historia, “pero no puede agotar las explicaciones y los sentidos sobre el pasado, ni siquiera los libros de historia lo hacen”.
Una diferencia importante que destaca es esa que hay, al menos en el inglés, entre los conceptos de historia como history y story, “en español tenemos las dos palabras iguales, pero son dos conceptos distintos. Una cosa es contar una historia, que todo artista y todo narrador tiene el derecho de hacer, y otra cosa es contar la historia del pasado, que ninguna creación alcanza a abarcar del todo, puede acercarse más o menos pero no puede contarla ni analizarla por completo”.
Los artistas se acercan al pasado bajo una motivación estética, artística o dramática, dice él, que le permite contar una historia ambientada en una época determinada. Sin embargo, no se debe dejar de lado que “todo creador responsable sabe que al acercarse al pasado lo está haciendo tangencialmente y que desde ahí es su responsabilidad ética y artística cómo la presenta, cómo la organiza, si crea estereotipos o no”.
Ahí es donde entra a jugar el rol de la audiencia, en el que cada quien decide cómo asume el contenido que le llega. “Lo inevitable es que la gente, seducida por la narración y el arte, acepte sin incredulidad o crítica lo que dice la película o ciertas obras de arte”.
El ojo crítico que permite que se hagan preguntas y reformulaciones sobre el arte del pasado e incluso sobre las estatuas que se erigieron mucho tiempo atrás, es vital, entendiendo que los artistas contribuyen a la formación de públicos críticos, pero que cancelar o censurar contenidos artísticos “ya es propio de regímenes autoritarios”.
Sobre eso, el crítico de cine y docente de la Universidad de La Sabana, Jerónimo Rivera, opinó que empezar a eliminar ciertos personajes o dejar de mostrarlos, “abre una puerta peligrosa a la censura de los hechos del pasado para intentar borrarlos como si nunca hubieran ocurrido, bajo la lupa de los valores imperantes en la sociedad actual”, explicó en su blog El tiempo del cine.
El historiador proponeque no se censure, que no se cancele, que no bloquee sino que sea un espacio de debate. Quizá lo que todavía queda por hacer es seguir encontrando maneras para hacer pedagogía frente al contenido artístico del pasado.
Insiste que hablar de arte, de cine y literatura del pasado sea una conversación y no la imposición de una visión y que en últimas, siga siendo la educación y el diálogo el que permita seguir formando cultura