Casi siempre las efemérides se convierten en una antología de las desmesuras: los periódicos se llenan de elogios hiperbólicos y ditirambos excesivos. Con esto en mente digo con poco rubor que Gabriel García Márquez es el autor más importante de las literaturas colombianas. Lo es porque sus libros han superado las fronteras de los idiomas y de los años para convertirse en hitos de la cultura latinoamericana y del Caribe.
Le puede interesar: Por fin llega a las librerías En agosto nos vemos, el canto de cisne de Gabriel García Márquez
Cada vez que un acontecimiento sobrepasa los rigores de la lógica y roza la magia muchos ciudadanos emplean el adjetivo macondiano para hablar de él sin importar si han leído de cabo a rabo la obra del Nobel de Literatura o simplemente conocen al autor de los tiempos del colegio.
Bien visto, el destino de los clásicos es el de fundirse con la cultura después de enriquecer la lengua con nociones sobre la realidad. Así las cosas, existe lo homérico, lo kafkiano, lo borgeano y, por supuesto, lo macondiano.
El autor
Nacido el 6 de marzo de 1927 en Aracataca, un diminuto pueblo de la Costa colombiana, y muerto el 17 de abril de 2014 en Ciudad de México, García Márquez fue el autor de once novelas, cuatro libros de cuentos y varios trabajos periodísticos de largo aliento. Su obra más conocida y traducida es la novela Cien años de soledad, que, en clave bíblica, sigue las vidas de los miembros de la familia Buendía desde la fundación de Macondo hasta su desaparición. Publicada en 1967, esta novela se ha convertido en una de las lecturas obligatorias de la narrativa latinoamericana del siglo XX.
De hecho fue este libro el que puso al colombiano en el radar de los lectores y de los críticos de Europa y de los Estados Unidos. Antes de esta novela, García Márquez había publicado La hojarasca, La mala hora y El coronel no tiene quien le escriba, ficciones que habían despertado la curiosidad de los académicos extranjeros, pero no habían tenido un gran impacto en el público.
La fama que le proporcionó la publicación de Cien años de soledad García Márquez la puso al servicio de las causas sociales en las que creyó. Por ejemplo, el dinero que recibió por ser el ganador del Premio Rómulo Gallegos lo donó al Movimiento al Socialismo, un grupo de izquierda dirigido por Teodoro Petkoff. La celebridad acercó al escritor a algunos de los líderes latinoamericanos más carismáticos de la segunda mitad del siglo XX, entre ellos Fidel Castro y Omar Torrijos.
Siga leyendo: “Gabo se parecía más a Anthony Quinn que a García Márquez”: Dasso Saldívar
Precisamente su amistad con el líder de la revolución cubana le granjeó la enemistad de algunos sectores de la intelectualidad del mundo, en particular cuando Castro endureció su mano contra los disidentes cubanos. Hay que decirlo: a García Márquez lo encandilaron los políticos providenciales, aquellos hombres que parecían capaces de torcer el destino de sus países. Esa fascinación se materializó en Los funerales de la Mama Grande, El otoño del patriarca y El general en su laberinto.
El gestor cultural
García Márquez fue un entusiasta gestor cultural. Antes de los tiempos de la fama mundial, participó en el rodaje de La langosta azul, la primera película colombiana con pretensiones surrealistas. Con los años esa pasión por el cine lo llevó a fundar en Cuba la Escuela Internacional de Cine y Televisión San Antonio de los Baños, institución que se convirtió en uno de los epicentros del nuevo cine latinoamericano. Hasta allí aprendices y cineastas de todo el mundo van a estudiar los secretos del guion y de la realización audiovisual.
Le puede interesar: Línea de Tiempo: ¿cuántas novelas publicó Gabriel García Márquez y en qué año salieron?
Y esta no fue la única faceta de gestor cultural en la trayectoria del Nobel. Su cercanía con el periodismo hizo que tuviera una presencia principal en al menos dos medios de comunicación. Su pluma publicó con frecuencia en las páginas de las revistas Alternativa –un medio izquierdista de los años setenta– y Cambio 16, su versión colombiana.
Ambos medios contaron con el patrocinio de García Márquez y supieron usar su celebridad para abrirse puertas o cazar peleas con algunos políticos. No obstante, el mayor aporte del escritor al periodismo regional fue la creación de la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), una entidad que hizo de la crónica y de la no ficción géneros muy atractivos para las editoriales de esta parte del mundo. Tras la muerte del Nobel, la FNPI pasó a llamarse Fundación Gabo.
Valoración múltiple
EL COLOMBIANO invitó a varios intelectuales del país a escribir un breve balance del legado de García Márquez una vez se cumplen diez años de su tránsito a la eternidad.
Estos son los textos de escritores y académicos.
Pablo Montoya
“Si eres colombiano son de obligatoria lectura algunos de sus libros. Se debe leer Cien años de soledad, por ejemplo, como se deben leer María, La vorágine o La marquesa de Yolombó. Y hacerlo porque a través de estos libros entendemos mejor eso que llamamos la Colombia fragmentada. Pero me temo que las nuevas generaciones sean más audiovisuales y menos lectoras. Con todo, claro que GGM sigue siendo y será por mucho tiempo un autor influyente. A no ser que las figuras patrimoniales de una nación, como también suele suceder, sean cuestionadas y debatidas.
Prefiero El coronel no tiene quien le escriba, por su sencilla y magistral perfección. Pero las gentes jóvenes se aburren con este libro porque no es tan exótico como Cien años de soledad, o tan romántico como El amor en los tiempos del cólera, o tan policíaco como Crónica de una muerte anunciada”.
Mariana Serrano Zalamea
“La consagración de Gabriel García Márquez es universal sin duda alguna. Las efemérides, en este caso los diez años después de su muerte, son útiles para recordar a un autor y a su obra. Este año coincidió con la publicación de su novela póstuma En agosto nos vemos. Sin embargo, a juzgar por lo que puedo palpar entre mis estudiantes de periodismo y literatura ya no es un autor que les resuene de manera preponderante. Al preguntarles por obras como Crónica de una muerte anunciada o Vivir para contarla que son cruciales para pensar las relaciones entre ficción y realidad, y sobre los préstamos mutuos que existen entre los lenguajes periodístico y literario, no son referencias que hayan leído con anterioridad”.
Héctor Abad Faciolince
La muerte de un escritor -después de un primer momento en que la misma muerte lo pone en el centro de atención- significa siempre una caída, obvia, en su actividad y presencia. Cuanto más tiempo pasa más trabaja incansable el olvido. Diez años no son demasiados y no creo que la percepción de los libros de García Márquez haya cambiado mucho. Dentro de otros cien años, lo sabrán los que estén vivos, pero si tuviera que hacer un pronóstico diría que seguirá siendo leído, admirado y disfrutado en los próximos siglos.
García Márquez tiene la virtud de haber producido obras prodigiosas en todos los momentos de su vida. En la juventud, el Coronel y sus mejores cuentos. En la madurez, dos novelas prodigiosas como Cien años de soledad y El otoño del patriarca. En la vejez, El amor en los tiempos del cólera, sus memorias, e incluso esta novela corta y póstuma recién publicada. Así como no leemos todos los libros de Cervantes, es probable que tampoco se lean siempre todos los libros de García Márquez. Ni los más grandes genios son genios siempre y en todo momento. Hay obras que nacen clásicas, y lo típico de los clásicos es que son casi inmunes al paso del tiempo. Su lectura se renueva y rejuvenece, no envejece.
Andrea Mejía
“La obra de García Márquez no es nada pareja. A Cien años de soledad le va muy bien con el tiempo, a pesar de Netflix. Es de ese tipo de cosas que ya parece vieja recién aparecida y rejuvenece con el paso del tiempo. Hay libros suyos que han caído en el olvido y merecen resurgir, sobre todo en su obra temprana. Hay otros que si ya se olvidaron, tanto mejor. Tiene novelas muy bellas, cuentos tempranos extraños en los que a pesar de la influencia de Faulkner, y también gracias a ella, logra algo único. Pero Cien años de soledad supera por mucho todo lo demás, es de otra categoría. Envejecen bien todos los personajes que envejecen en la novela. José Arcadio, el Coronel Aureliano y Amaranta y Rebeca, que vuelve a ser un puñadito de huesos como ese con el que llegó a la casa de los Buendía. Ni hablar de Úrsula que se pasa, por mucho, de los cien años de la novela”.
Gustavo Arango
“Creo que estos diez años han sido una época de balances, de miradas retrospectivas y de conjunto. El legado de García Márquez ha vuelto a tener vigencia con la publicación de su novela póstuma y con el anuncio de la serie de televisión basada en Cien años de soledad. También creo que estamos viendo surgir las primeras generaciones de lectores que no lo conocieron cuando estaba vivo y que se acercan a su obra con la reverencia y el temor que a veces inspiran los clásicos.
Por lo pronto, su vigencia no ha declinado. Hace poco se anunció que era el escritor del mundo hispánico más publicado, por encima de Cervantes. No creo que siempre sea así. Es posible que las nuevas generaciones se cansen de tantos elogios y recomendaciones. Como suele ocurrir con los grandes autores, vendrán época de rechazo y de redescubrimiento”.
Juan Carlos Orrego
“Quien murió fue el autor, no la obra. Ella ya tenía su propio hálito desde mucho antes del 17 de abril de 2014. Por lo mismo, la década que ha pasado no ha significado algo especial para la recepción de García Márquez, más allá de las lecturas rituales (aparatosas y más o menos inútiles) que se hicieron de Cien años de soledad apenas tuvo lugar el deceso. Y en cuanto al ruido actual, ese se debe a la publicación de la novela inédita, y no (o no directamente) al tiempo acumulado desde la muerte.
El paso del tiempo siempre será benigno para una obra literaria, puesto que la pone en su lugar. De hecho, una década es poco para que eso ocurra plenamente. Solo cuando pasen muchos más años, los lectores tendrán una idea más refinada de los méritos y flaquezas de la obra de García Márquez”.