A punta de mazazos la realidad nos recuerda que los debates sobre las diversidades sexuales no están resueltos. De hecho, están lejos de estarlo. A pesar de los avances en el camino del respeto a los miembros de la comunidad LGBTIQ+, las noticias cada tanto se encargan de romper la burbuja y mostrar que perviven la discriminación y la rabia contra ellos. Dos hechos recientes hacen que el tema vuelva a la página de los periódicos.
El primero –mundial– fue el ciberacoso del que fue blanco la activista Bárbara Butch luego de su participación en la inauguración de los Juegos Olímpicos de París. El segundo –local– fue la muerte violenta de Verónica Dantes en el Parque de Boston. “Todavía los miembros de la comunidad LGBTIQ+ tienen que luchar por su derecho a la vida”, dice Guillermo Correa Montoya, profesor de la Universidad de Antioquia y autor del libro Amores oblicuos: La homosexualidad en Colombia desde la literatura, la prensa y la pintura, 1890-1990.
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El interés de Guillermo Correa Montoya por investigar la diversidad sexual y de género surgió por sus estudios de la historia cultural. Uno de sus primeros trabajos en este campo fue la tesis por la que obtuvo el título de doctor y que se titula Raros.
En esa obra, Guillermo narró las formas que la prensa y las leyes crearon imaginarios sociales en Medellín sobre los individuos cuyas prácticas eróticas se escapan a la comprensión de los heterosexuales. En Amores oblicuos, el campo de investigación se amplió a Colombia y tuvo dos líneas de investigación. La primera fueron los registros que los gay hicieron de sí mismos en la pintura y la literatura. Ahí sobresalen las obras de José Restrepo Jaramillo, Porfirio Barba Jacob y Benjamin de la Calle. El hecho de que los tres antes mencionados sean antioqueños hizo que Guillermo esbozara en su libro una suerte de cartografía del arte con contenido LGBTIQ+. “Se produjo un movimiento que empezó en Medellín, se expandió a Manizales –donde apareció Bernardo Arias Trujillo–, de ahí se fue para Bogotá, el Valle del Cauca y llegó a la Costa”, dice Guillermo en su oficina de la Universidad de Antioquia.
En el caso de la pintura, los nombres relevantes de esta historia fueron los de Luis Caballero, Lorenzo Jaramillo, Álvaro Barrios y Miguel Ángel Rojas. “Entre ellos, Caballero y Rojas destacan como los precursores de una revolución estética y cultural que desafió las normas sociales de la época”, dice Guillermo. Luego hace alusión a la primera Bienal de Arte, organizad por Coltejer a finales de los sesenta y cuyo ganador fue Caballero con La Cámara del Amor, exhibida actualmente en el Museo de Antioquia. “Esta pintura es emblemática, ya que en ella Caballero comienza a sugerir una disolución de los cuerpos y la exploración de vínculos y conexiones sexuales que desdibujan las líneas tradicionales de género. Esta temática fue particularmente audaz en un contexto en el que Medellín no estaba preparada para enfrentar cuestiones relacionadas con la sexualidad”, dice Guillermo.
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Las luchas actuales
“El patrón cíclico de la historia en cuanto a los derechos de las diversidades sexuales se hace evidente cuando observamos cómo cada conquista de derechos es seguida inevitablemente por una resistencia”, dice Guillermo al hacer alusión a los casos de Bárbara Butch y Verónica Dantes. Para él, este fenómeno muestra que las transformaciones no siguen un camino ascendente continuo, sino que son marcadas por fluctuaciones entre aceptación y rechazo. “Cada vez que un movimiento por la diversidad sexual gana terreno o espacio, se puede esperar una contrarreacción”, dice.
En el caso de los Juegos Olímpicos, a pesar de que se vieron numerosas muestras de apoyo y reconocimiento a la comunidad LGBTQ+, también hubo críticas y resistencia. La percepción de las diversidades sexuales y de género no ha avanzado de una condena total a una aceptación universal. “Hoy en día, aunque hay una mayor aceptación y visibilidad, persisten condenas y prejuicios, reflejados en los ataques esporádicos de grupos homofóbicos y sectores conservadores”, dice Guillermo.
