Como si se tratara de cualquier agencia de viajes, los “Rati” ofrecían servicios de alojamiento, recorridos por las playas cartageneras y despedidas de solteros, especialmente a hombres mayores provenientes de Estados Unidos y la India.
Pero los paquetes de turismo tenían un componente particular; cuando los extranjeros ya estaban hospedados en hoteles o casas privadas, los “Rati” entregaban un catálogo con mujeres, todas a disposición del cliente que las quisiera solicitar.
Los servicios eran de lujo. Cumplían con las extravagancias que llegan buscando la mayoría de turistas en Colombia, atraídos por las series y películas narco en las que resaltan la prostitución, las drogas de primera calidad y el alcohol.
Y hacer realidad esa fantasía estaba al alcance de su mano. Lo único que tenían que hacer era buscar en Instagram los servicios de los “Rati”, programar el viaje y pisar suelo colombiano para sentirse como el verdadero capo.
Los “Rati” estaban a la altura de esas exigencias. Al recoger a los foráneos los hospedaban en casas lujosas en Cartagena o en islas cercanas, depende de qué tan privada prefería la experiencia. También alquilaban yates para salir de rumba en altamar. Ofrecían licores de todas las marcas nacionales o internacionales, eso sin descuidar la amplia oferta de estupefacientes.
Pero el plan premium incluía mujeres. Todas posaban en un catálogo, como si fuera un menú, y el extranjero elegía entre ellas, dependiendo qué tanto dinero estaba dispuesto a pagar por una experiencia totalmente íntima.
Esas mujeres, jóvenes en su mayoría, eran entregadas bajo la modalidad de “damas de compañía”, pero el objetivo final de los extranjeros era explotarlas sexualmente durante el tiempo que permanecían en la capital de Bolívar.
Por todos esos servicios de lujo, los “Rati” cobraban altas sumas de dinero y recogieron una ganancia cuantiosa a lo largo de dos años. Ni siquiera se tenían que preocupar porque se cayera el negocio, ya tenían dos policías dentro de la nómina criminal.
Pero mientras el negocio crecía, a la par las autoridades les seguían la pista a través de llamadas telefónicas y servicios de inteligencia, hasta que lograron develar todo el modus operandi de la agencia de viajes que terminó siendo una empresa criminal.
Por eso tras un trabajo conjunto de casi dos años entre la Fiscalía, el Grupo de Trabajo Nacional de Violencia de Género y la Policía Nacional se logró quitarles la fachada y desmantelar la red criminal de trata de personas y explotación sexual de jóvenes en la capital de Bolívar.
Así explotaban mujeres
Para articular el catálogo de mujeres jóvenes, integrantes de los “Rati” las captaban ilegalmente en las playas cartageneras y las ingresaban a la red de explotación sexual bajo la fachada de ser damas de compañía.
Cuando ya estaban dentro del catálogo de modelos para extranjeros, entonces las invitaban a fiestas.
Todas eran trasladadas al sector de Manga. Posteriormente, las llevaban en embarcaciones hacia islas cercanas en Cartagena, donde organizaban los encuentros con los turistas y de paso cumplían con los encuentros sexuales en medio del consumo de estupefacientes y condiciones indignas.
“Las labores de inteligencia permitieron establecer que estas personas instalaban a los extranjeros, presuntamente les ofrecían servicios sexuales acompañados de consumo de bebidas embriagantes y estupefacientes. Gracias a una fuente humana logramos indagar que esto se extendió por un tiempo de dos años y de la mano de la Fiscalía se interceptaron algunas llamadas telefónicas que fueron suficientes para que un juez expidiera las órdenes de captura”, explicaron fuentes de la Policía Nacional.
Así las cosas, la Fiscalía presentó a los detenidos ante un juez de control de garantías y les imputó, de acuerdo con su posible participación, los delitos de trata de personas, inducción a la prostitución con fines de lucro y concierto para delinquir con fines de tráfico, fabricación y porte de estupefacientes.
Cinco de los procesados recibieron medida de aseguramiento en centro carcelario, ellos son: Cristian Ariel Peña Puello, Jaime Luis Púa Cohen, Eliécer San Martín Cervantes y Fabricio Abel Oro Castelar.
Por otra parte, el policía Jeimer Enrique Salón Rodríguez y otro uniformado que pertenecía a la red delictiva deberán permanecer privadas de la libertad en sus lugares de residencia y fueron imputados por los delitos de cohecho y concierto para delinquir con fines de tráfico, fabricación y porte de estupefacientes.