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ataques de las Farc solo en el mes de junio, el mes más violento durante los diálogos.
El retorno de las Farc a un cese de sus ataques durante un mes a partir del 20 de julio devuelve la esperanza a las negociaciones de paz en su momento más crítico, pero no le resta las tensiones frente al largo camino para vislumbrar una salida negociada al conflicto.
El salvavidas para los diálogos anunciado por el jefe guerrillero, alias “Iván Márquez”, como gesto para “generar condiciones favorables para avanzar con la contraparte en la concreción del cese al fuego bilateral y definitivo”, llega tras una secuencia de hechos en apariencia desconectados.
Las Farc fracasaron en su intento de forzar una tregua bilateral mediante la violencia. Según el Centro de Recursos para el Análisis de Conflictos, junio terminó con 83 ataques como el mes más violento en los dos años y medio que ajusta el proceso de negociación.
El rechazo fue nacional. Ahora la sexta tregua de la guerrilla se da a conocer un día después de que los delegados de los países garantes (Noruega y Cuba) que asesoran, albergan y financian las negociaciones, instaran al “desescalamiento urgente” y pidieran “reconstruir la confianza” perdida por la oleada violenta de la insurgencia, tras el fin de una tregua de cinco meses (diciembre a mayo).
En apenas 48 horas antes, el jefe negociador del Gobierno Humberto de la Calle había declarado que “para bien o para mal se estaba llegando al fin” y que el Gobierno estaba “dispuesto a aceptar un cese del fuego aún antes de firmar un acuerdo de paz en la medida que sea serio, bilateral, definitivo y verificable”.
Y aunque el presidente Juan Manuel Santos aseguró que los cambios en la cúpula militar (nuevos comandantes del Ejército, la Armada y la Fuerza Aérea) eran “rutinarios”, analistas militares como John Marulanda apuestan a que “fueron relevos para tener altos mandos que no discreparan de las decisiones del Gobierno en la negociación por concesiones a la guerrilla en la difícil coyuntura actual”.
El consenso entre los sectores políticos y sociales, además de organismos internacionales como la ONU, es que el cese el fuego unilateral de las Farc debe traducirse no solo en desescalar el conflicto, sino en acuerdos en la agenda de negociaciones, luego de un año sin avances.
Así lo aseguró el presidente Juan Manuel Santos tras el anuncio de tregua de las Farc: “valoro ese gesto, pero no lo considero suficiente. Quieren un cese al fuego bilateral y definitivo, yo también lo quiero, entonces aceleremos la negociación”.
Pero el Jefe de Estado dio señales que para concretar un cese el fuego bilateral en medio de los diálogos y no al final y romper la regla de negociar aún en conflicto se deben dar una condiciones que no son fáciles de cumplir.
Debate por
la justicia transicional
La justicia que se aplicará a los guerrilleros por crímenes durante el conflicto es un tema sin consenso aún entre el Gobierno y las Farc, que además polariza al país.
Es una de las trabas en la mesa de negociaciones no solo para avanzar en los acuerdos faltantes, sino para pactar un cese el fuego bilateral.
“Si ese cese el fuego (unilateral) viene acompañado de unos compromisos concretos sobre avances en el tema de la justicia, que es el que falta y del cese al fuego bilateral y definitivo, ahí sí estamos hablando de un avance muy serio y muy importante en la consecución de esa paz”, aseguró ayer el presidente Santos.
Según el analista León Valencia, director de la Fundación Paz y Reconciliación, “no hay acuerdos tras un año porque hay trabas, como la búsqueda de fórmulas para la justicia transicional, porque mientras un sector amplio del país y del Estado reclaman penas de cárcel, así sean alternativas, las Farc insisten en no ir a prisión y en responsabilidades compartidas de todos los actores del conflicto”.
Los jefes guerrilleros reiteran que rechazan el Marco Jurídico para la Paz por considerarlo “unilateral” del Gobierno y que este “no puede ser juez y parte en el tema”.
Concentración de las Farc, sin consenso
El jefe negociador de las Farc, alias “Iván Márquez”, aseguró esta semana que “poner fin a la confrontación no se puede condicionar a sometimiento penal, ni a exigencias prematuras de concentración ni dejación de armas”.
Según Javier Ciurlizza, director en América Latina de la organización International Crisis Group (estudia soluciones a conflictos), “la concentración de la guerrilla en una zona como ocurrió en las diálogos del Caguán es improbable en la situación actual con frentes dispersos por varias regiones y con la subversión queriendo mantener su presencia territorial”.
León Valencia, por su parte, sostiene que a diferencia de otras guerrillas como el M-19 o el Epl, que tras su desmovilización sus jefes se fueron para las ciudades en busca de participación política, a las Farc les interesa convertirse en un movimiento político desde las regiones”.
La verificación y dejación de armas
Humberto de la Calle y el mismo presidente Santos insisten en el requisito de verificación del cumplimiento del cese de ataques para evitar malentendidos y que se repitan hechos como la muerte de 10 militares en Cauca, en abril, a manos de la guerrilla.
Mientras el gobierno acusó a la guerrilla de incumplir con su tregua y asesinar a los militares mientras descansaban, las Farc insisten en que fue una acción defensiva.
La verificación es una condición que plantean dirigentes políticos, incluso el expresidente Álvaro Uribe. Esta tarea podría ser encargada a un organismo neutral e imparcial como la ONU o el Comité Internacional de la Cruz Roja.
Pero es un tema que requiere logística concertada, según el análisis de la organización International Crisis Group: “no hay acuerdo aún entre las partes sobre lo que significaría en la práctica un cese al fuego. El cese definitivo de las hostilidades no será viable si los mecanismos y protocolos necesarios para sostenerlo no son aceptados por los líderes de ambos lados”.
A juicio de su director en Latinoamérica, Javier Ciurlizza, la “dejación de armas” también es difícil de lograr antes de un acuerdo final porque las Farc tienen temor por su seguridad. Así, el desarme sería un tema a negociar al final y no antes de un acuerdo de paz”.