El negocio era casi perfecto. Ganancias multimillonarias, poder desbordado y la Casa de Nariño como meta. Solo se debían ‘coronar’ los 4 años de la Alcaldía de Bogotá y la jefatura del Estado llegaría, otra vez, a la ahora tristemente célebre dinastía de los Moreno Rojas. Y volvería a este clan porque el primer patriarca, el general Gustavo Rojas Pinilla, lo obtuvo por allá en la década de los 50. Pero la ambición mató todo y Samuel Moreno Rojas, el nieto y ungido para completar la gesta –aupado en la izquierda–, terminó preso y falleció mientras purgaba tres duras condenas por corrupto.
Estaba a punto de cumplir 63 años, solo le faltaban unas 12 horas, cuando un paro cardiaco fulminante –a las 6:30 pm de este viernes– lo dejó dormido para siempre. Fue el final de una vida desperdiciada, como dicen varios de los que lo conocieron, de quien pasó de ser un delfín presidenciable a un despreciado hombre canoso al que la muerte le llegó tras 12 años de estar preso y con una deuda judicial de otros 13 más por purgar.
Moreno Rojas se convirtió en el primer político colombiano de muy alto rango en ser detenido y condenado por corrupción luego de que se comprobó que protagonizó una megaoperación para saquear las arcas de Bogotá, con un modus operandi que su hermano, el exsenador Iván Moreno Rojas –también sentenciado por corrupto–, al parecer aplicó impunemente en Bucaramanga. De hecho, en los expedientes hay versiones en torno a que fue este último el verdadero cerebro del escándalo del carrusel de la contratación.
Lo que hicieron fue aliarse con contratistas, poderosos y millonarios, para que apoyaran sus campañas políticas y luego se les devolvía el favor con contratación pública que era direccionada para que alfiles suyos la manejaran. Y de cada contrato pedían comisión del 8 o 10% para Iván y para Samuel.
En Bogotá era vox populi el robo continuado que se venía dando desde la Alcaldía, pero solo hasta cuando se filtró a la prensa una grabación de los hermanos Nule, contratistas del Transmilenio de la 26, fue que se empezó a destapar todo el entramado de robos y delitos que tenían montado los Moreno Rojas.
Resulta que Miguel y Manuel Nule Velilla, junto a su primo Guido Nule Marino, habían logrado ganar la licitación de Transmilenio prácticamente el último día de la alcaldía de Lucho Garzón, pero con el paso de los meses, durante la administración de Moreno, el retraso en su entrega se volvió tan evidente que la capital tenía una herida abierta en ese importante corredor vial.
Ya desde el Concejo de la ciudad se advertía de posibles irregularidades, y el entonces cabildante Carlos Fernando Galán hacía debates denunciando los favorecimientos a cambio de sobornos para que se dieran más plazos de finalización de las obras. Eran contratos por más de 500.000 millones de pesos de la época que derivaban en coimas, según las investigaciones, de hasta $60.000 y $70.000 millones que paraban en los bolsillos de los Moreno Rojas y de al menos otros 20 funcionarios de la ciudad.
Todo, los plazos y la triangulación de dineros, funcionaba. Pero en 2009, con una Bogotá al borde del colapso, los Nule dijeron que estaban en dificultades financieras y que para cumplir con los contratos necesitaban más adendas, más plata. Esto fue leído como un acto de ambición infranqueable, por lo que –como en todo escándalo– alguien que conoce los secretos decidió hablar. Y ahí es cuando, en el segundo semestre de ese mismo año, se filtra la grabación que terminó conectando los cabos sueltos y dándole forma a un rompecabezas de corrupción inédito en la ciudad.
Eran diálogos en los que Miguel Nule hablaba del pago y cobro de sobornos con la intermediación del entonces representante Germán Olano y el apoyo del para ese momento contralor distrital Miguel Angel Morales Russi, los cuales sirvieron para elaborar un puente judicial que llegó hasta Samuel Moreno, quien, precisamente, fue suspendido por la Procuraduría meses después y, tras petición de la Fiscalía, capturado en 2011. Desde entonces permaneció preso, con ciertas salidas polémicas, y –por supuesto– nunca recuperó la Alcaldía.
Se calculó que el saqueo a Bogotá sumó unos 2,2 billones de pesos de la época, pero hay evidencia de que el robo pudo haber sido mayor. Ese dinero terminó en suntuosas propiedades en el extranjero, en cuentas en paraísos fiscales y hasta en lujos en Colombia como los que se vieron en la expropiada casa de Teusaquillo en la que María Eugenia Rojas, “la Capitana” y madre de los Moreno Rojas –además de hija de Rojas Pinilla–, tuvo por décadas un cuartel político que controló los hilos de la Anapo, el Polo y otras fracciones de izquierdas.
Por los pasillos de ese palacete, entre muchos otros, pasó varias veces el también condenado Emilio Tapia, otro de los artífices del carrusel de la contratación en Bogotá y que luego de recuperar su libertad terminó metido en otros megaescándalos como el robo del anticipo del programa de Centros Poblados en la administración de Iván Duque y en una serie de irregularidades con las arcas públicas de la Alcaldía de Cali de Iván Ospina.
Tapia, junto a los tres Nule y abogados como el también sentenciado Álvaro Dávila, ayudaron a tejer la red corrupta que tuvo su génesis en la Alcaldía de Bucaramanga cuando Iván Moreno Rojas la lideró, a comienzos de la década de los 2000. En efecto, mientras su hermano Samuel hacía una insustancial carrera en el Congreso –no hay evidencia de al menos una ley importante de su autoría–, él negociaba con terceros la contratación de la ciudad.
Incluso, comenzó a enriquecerse a través de la proliferación de bombas de gasolina en proyectos viales de la ciudad que, para ser autorizados, requerían del pago de coimas a las fichas de Iván Moreno, quien, por supuesto, se quedaba con su parte. Incluso, por allá en 2004, se incendió la sede de la Contraloría de Bucaramanga y convenientemente se quemaron las auditorías contra el ya exalcalde de la ciudad. No son pocas las voces que dicen que el hermano menor de Samuel estuvo relacionado con el episodio.
Pero en medio de toda esta trama, que esta semana volvió a ser relevante tras el fallecimiento de Samuel Moreno en Bogotá, hay un nombre del que poco se habla. Se trata de Samuel Moreno Díaz, otro veterano dirigente de izquierda, esposo de “la Capitana” y padre de Samuel e Iván. Para muchos fue él quien realizó el contacto con la familia Nule, pues conocía a sus patriarcas, y hace menos de dos años resultó mencionado en expedientes judiciales por figurar, junto a María Eugenia, como dueño de un lujoso apartamento en Estados Unidos que, según la evidencia, habría sido parte de los inmuebles con los que se blanqueó la plata robada en Bogotá.
Se fue debiendo cárcel
Todo esto, que para algunos puede ser muy similar a las denuncias de supuesta corrupción que rodean la Alcaldía de Medellín –se habla, incluso, que solo falta una pieza que devele todo (como en su momento fue la grabación de los Nule)–, derivó en una serie de condenas que tampoco tenían precedentes en el país.
En efecto, Samuel e Iván Moreno Rojas terminaron presos e, incluso, el exalcalde de Bogotá falleció con 13 años aún por purgar tras las rejas debido a las tres condenas que pesaban en su contra y teniendo como base que fue detenido en 2011 y lo que le faltaba por purgar de la sentencia más alta en su contra.
La primera le llegó en 2016, cuando ya estaba recluido en la Escuela de Carabineros de Bogotá. Si bien inicialmente fue sentenciado a 18 años, en 2018 la Fiscalía logró aumentar la condena a 24,9 años de cárcel por las irregularidades en un contrato sobre la prestación de servicio de ambulancias. El monto era de $67.000 millones y, según la justicia –con base en 22 testimonios y 80 pruebas documentales–, Moreno recibió coimas por más de $6.000 millones a cambio de que el proceso quedara en poder de la Unión Temporal Transporte Ambulatorio. Fue ayudado por su secretario de Salud, Héctor Zambrano, por Emilio Tapia y por el exconcejal Hipólito Moreno. Todos resultaron sentenciados.
En febrero de 2019 le llegó la segunda sentencia. Esta fue a 39 años y 8 meses de cárcel por direccionar e intervenir irregularmente en los contratos de la fase III de Transmilenio. De acuerdo con la Fiscalía y con base en más de 66 evidencias y las declaraciones de 30 testigos, Moreno recibió sendos sobornos para que las licitaciones quedaran en manos del Grupo Nule y sus aliados. De hecho, por este mismo expediente terminó condenado a 14 años Iván Moreno, quien siendo senador ayudó a su hermano a presionar funcionarios para lograr el torcido.
En todo caso, el Tribunal de Bogotá le rebajó esta pena a 24,5 años de cárcel y, con un recurso de casación ante la Corte Suprema terminó reducida a 11 años y 10 meses de prisión.
Ya en octubre de 2019 le cayó la tercera. Fue condenado a 30 años de prisión por irregularidades en la construcción de Transmilenio por la calle 26, un proceso que se proyectó por 300.000 millones de pesos y, tras adendas y aplazamientos, tuvo un sobrecosto cercano al billón de pesos. Sin embargo, tras un recurso en el Tribunal de Bogotá, le redujeron 60 meses.
Y así, por ambición y fidelidad a los negocios turbios que su familia acabó desarrollando en Bogotá y Bucaramanga –y con un expediente más pendiente por el escándalo de Odebrecht–, terminó su vida el hombre al que casi un millón de capitalinos eligieron en 2007 como su alcalde y lo proyectaron como seguro presidente. Incluso, cuentan que su madre, María Eugenia, dijo en una de las celebraciones de esa victoria que brindaba por el futuro jefe de Estado.
Pero poco tiempo antes, en uno de los debates previos a esas elecciones, hubo un campanazo de alerta del corrupto en ciernes que casi destruye a Bogotá. Cuando el exalcalde Antanas Mockus le preguntó de forma directa “si usted comprando 50 votos puede salvar a la ciudad de caer en manos de alguien capaz de comprar 50.000 votos, ¿lo haría?”, Samuel Moreno –entonces aspirante del Polo con apoyo de figuras como Gustavo Petro y Jorge Enrique Robledo– respondió sin titubeos: “Sí, no lo dudo”.
Ahora, tras su muerte, se le puso punto final a una dinastía que casi logra el poder pavimentando su camino a través de la corrupción, pero dejó un mensaje claro, que no siempre es materializado en otros casos de varias ciudades capitales, como en las investigaciones que hay en Medellín: sí se puede condenar a los corruptos de cuello blanco que se esconden detrás del voto popular.