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Qué músculos tan grandes tienes, ¿serán para verte mejor?

Querer un cuerpo más grande, que luzca atlético, lleva a muchos a tomar sustancias que le hacen daño a su salud. Una enfermedad que crece en Medellín, sin que los afectados se den cuenta.

  • Qué músculos tan grandes tienes, ¿serán para verte mejor?
01 de junio de 2018
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Ya lo decidió: quiere ser tan musculoso como Zac Efron o Arnold Schwarzenegger. Solo que si esa es su meta lo mejor es que renuncie a su trabajo y cambie esas ocho horas frente a una pantalla, por una rutina de gimnasio de mínimo cuatro horas. Los músculos responderán luego de unos tres meses, a veces seis, y de ahí en adelante. No aplican los milagros, y en la jerga de los deportistas, no pain, no gain (sin dolor, no hay ganancia). Por lo menos si quiere lograrlo sin enfermarse. Por supuesto, eso depende de cada cuerpo.

No fue el caso de Jorge*, de 43 años. “Necesitaba la aprobación de la gente para sentirme bien, admirado... el cuerpo abre puertas, es el centro de todo”, les dijo a Victoria Pérez y María Valencia, psiquiatras del Programa Equilibrio para el Tratamiento Integral de Trastornos Alimentarios, Afectivos y de Ansiedad en Bogotá.

Él decidió consultar por sugerencia de su pareja, quien tenía una preocupación extrema con la forma de su cuerpo y el tamaño de sus músculos.

Jorge se dedicó a la actividad física motivado por el sobrepeso que presentaba desde la niñez, por el cual fue objeto de burlas y rechazo, y luego por el deseo de poseer un cuerpo grande y sin grasa. También por una experiencia emocionalmente perturbadora: durante su infancia fue víctima del abuso y maltrato de un padre alcohólico.

A los 14 años, cuenta él, empezó a ir al gimnasio con el propósito de adquirir la aprobación de los demás. Poco a poco disminuyó el consumo de alimentos en forma importante y aumentó el número de horas de ejercicio a seis por día, los siete que tiene la semana. Esto lo llevó a bajar 10 kilogramos de peso en tres meses.

Dos años después inició sus estudios de educación física y mejoró sus hábitos de alimentación. Su autoexigencia lo llevó a consumir grandes cantidades de proteínas y suprimió de su dieta las grasas y los azúcares.

Mala idea

No fue suficiente. “No me gustaba la debilidad en el cuerpo, la fuerza genera respeto”, dice. Así que recurrió al abuso de sustancias por vía intravenosa que se administraba cada tres meses, como ciclos de anabólicos, esos que promueven el crecimiento de los músculos más rápidamente, e insulina, que también ayuda a aumentar la masa muscular y prolonga la resistencia al ejercicio. Primero por recomendaciones de amigos, luego de él.

Sin embargo, “no hay pruebas científicas que sugieran que los suplementos proteicos, o el consumo excesivo de proteínas, te hagan más fuerte o mejoren tu masa muscular”, explica el médico nutriólogo de la Universidad Autónoma de México, Sandro Gómez Maquet.

En ese momento Jorge entró en terreno arenoso. El problema en el mundo de los gimnasios resulta cuando las personas desean alcanzar sus objetivos estéticos sin importar las consecuencias que se pueden generar a corto y largo plazo, dice Jesús Bolívar Miranda, médico deportólogo de la Universidad de Antioquia.

La prevalencia de consumo de sustancias dopantes en deportistas es de 70 %, y de estos, el 80 % ha consumido sustancias sin el conocimiento adecuado, según cita el Colegio Americano de Medicina del Deporte, en un informe de 2015, con cifras hasta 2014.

Solo en Estados Unidos, según Farin Kamangar y Ashkan Emadi, del 40 al 50 % de los hombres y mujeres de 50 años o más consumen regularmente suplementos de multivitaminas y minerales (MVM), por lo que las ventas anuales de estos superan los US$ 11 mil millones. Estas cifras se citan en un estudio publicado en la revista International Journal of Preventive Medicine de 2012.

En Colombia, precisa Miranda, cerca del 70 % de los atletas de nivel competitivo consumen algún tipo de ellos y cerca del 60 % de la población general ha llegado a hacerlo.

El complejo de Adonis

Las preocupaciones extremas al verse con poca masa muscular, cuando en realidad ya estaba como la caricatura de Johnny Bravo, eran un indicio de que Jorge podría estar sufriendo de un trastorno dismórfico muscular (TDM).

Los orígenes y el desarrollo de la investigación sobre este datan de 1993. Harrison Pope y sus compañeros de investigación del Hospital Mc Lean en Estados Unidos observaron que un grupo importante de fisicoculturistas se veían y se describían como “pequeños”, a pesar del evidente desarrollo muscular.

Pope lo llamó anorexia reversa, por su semejanza con la distorsión de la imagen corporal que se observa en los pacientes con anorexia nerviosa y la búsqueda incesante del cuerpo deseado, aun a costa de su salud.

A diferencia de lo observado en anoréxicos, el médico deportólogo, Jorge Palacio Uribe, asegura que los pacientes con dismorfía muscular presentan índices de masa corporal dentro del rango normal y coinciden en el control obsesivo del tipo de alimentos ingeridos, su contenido proteico elevado y la vigilancia extrema del tamaño muscular y el porcentaje de grasa corporal.

“La gente no se da cuenta de que está sufriendo anomalías psicológicas y luego de sentir que las dietas exageradas no funcionan, pasan a esteroides, anabolizantes y testosterona que generan diferentes trastornos en la salud”, apunta Palacio.

A Jorge se le diagnosticó trastorno obsesivo compulsivo severo, trastorno depresivo mayor, testosterona disminuida y una ecografía hepática mostró un pequeño quiste.

“He detectado en varios de mis pacientes que las cargas exageradas de proteína por comer una cantidad importante de carnes, huevos y pollo, a las que además se adicionen suplementos proteicos, generan alteraciones en el hígado y daño en los riñones”, dice Hugo Gallego Rojas, médico toxicólogo y especialista en adicciones de Medellín.

Palacio, por su parte, asegura que en la práctica clínica él y sus colegas están observando un aumento significativo de casos preocupantes que se relacionan con el consumo excesivo de suplementos y de sustancias dopantes, así como su combinación.

Los médicos solo prescribimos suplementos a personas con falencias alimenticias o deficiencias demostradas clínicamente, comenta Miranda. Palacio añade que “no se puede confiar en los productos que se venden en los gimnasios de Medellín, hay un vacío en la legislación, pues no están registrados como medicamentos y ni siquiera están hechos por laboratorios médicos. Si una persona quiere conseguir suplementos confiables y con ingredientes declarados como recomienda el Invima, sugiero comprarlos en una farmacia”.

Si es trastorno, ¿se trata?

Reconocer la enfermedad es un reto individual. No siempre el paciente se siente enfermo y muchas veces se ve y se reconoce como saludable.

Para ayudar a las personas a identificarse o no dentro de estos casos, Gen Kanayana del Laboratorio de neuroimagen cognitiva Brain Imaging Center, del Hospital McLean Hospital de la Escuela de Medicina de Harvard, crearon un cuestionario (ver Textualmente).

En el caso de Jorge, su novia le sugirió buscar ayuda. El proceso duró ocho meses durante los cuales recibió una sesión semanal de psicoterapia de orientación dinámica, una de terapia cognoscitiva-comportamental, dos citas al mes con la nutricionista y una sesión mensual de psicoeducación con su pareja.

“En ese tratamiento se me desmoronó la carátula que tenía y me quedé sin presentación, pensar en bajar de peso me aterraba”.

Laura Restrepo Vélez, psicóloga clínica de la Universidad Pontificia Bolivariana, asegura que “esta distorsión de la imagen corporal está arraigada en los estándares de belleza que promueve la cultura y las personas que los padecen tienen que aprender a vivir su condición para siempre”.

Esto quiere decir que en un gran número de casos luego del tratamiento, en el que usualmente se incluye un nutricionista, un psiquiatra y un psicólogo, según dice Restrepo, se mantendrá su fuerte voz autocrítica y “si bien ya esta no se reflejará en el cuerpo, sí podrá hacerlo en otras áreas de la vida”.

Si el paciente continúa enfrentándose a sus dificultades a través de un concepto distorsionado sobre sí mismo, la problemática se mantendrá, dicen los expertos.

Jorge pidió ayuda a tiempo y su proceso resultó poco dañino, según refleja su cuadro clínico. Él ingirió anabólicos y suplementos en exceso cuando ya era un adulto, pero si el consumo hubiese sido a menor edad, los resultados serían otros.

“En el caso de Medellín, cada vez vemos chicos más jóvenes queriendo acelerar sus procesos. En tres meses aumentan el tamaño de sus brazos unos siete centímetros, eso no es normal, así que la situación es preocupante”, concluye Palacio.

Aún existe mucho desconocimiento y poca experiencia clínica y terapéutica con este tipo de pacientes que rara vez se confrontan y piden ayuda. Los especialistas consultados coinciden en que el tema en la ciudad se está saliendo de las manos. Tener los músculos de Terminator, o los del Guardián de la Bahía, según el personaje con el que haya crecido, requiere tiempo. No es un milagro de tres días ni sinónimo de buena salud.

*Nombre cambiado por petición de la fuente.

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