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¿Cómo va la lucha contra la “comida chatarra” en Colombia y la región?

Fabio Gomes, asesor de la OPS, evalúa la lucha contra los ultraprocesados y sus efectos.

  • La obesidad es apenas una de las consecuencias del consumo de ultraprocesados. FOTO Shutterstock
    La obesidad es apenas una de las consecuencias del consumo de ultraprocesados. FOTO Shutterstock
  • Fabio Gomes, asesor para las Américas en nutrición de la OPS/OMS. FOTO: OPS
    Fabio Gomes, asesor para las Américas en nutrición de la OPS/OMS. FOTO: OPS
  • Etiquetado frontal en México, premiado por la OMS como uno de los más avanzados del mundo de acuerdo a la evidencia científica. FOTO: EFE
    Etiquetado frontal en México, premiado por la OMS como uno de los más avanzados del mundo de acuerdo a la evidencia científica. FOTO: EFE
  • Este es el etiquetado que se empezará a implementar desde mayo y será obligatorio a partir de noviembre de 2022. FOTO: MINSALUD
    Este es el etiquetado que se empezará a implementar desde mayo y será obligatorio a partir de noviembre de 2022. FOTO: MINSALUD
22 de febrero de 2021
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El 36,2% de los colombianos sufre de sobrepeso, según un informe liderado por el diabetólogo de la Universidad de los Andes, Carlos Mendivil, publicado a mediados de 2020.

La Encuesta Nacional de situación Nutricional 2015 arrojó que uno de cada cuatro niños y niñas tienen sobrepeso u obesidad, un panorama sobre el que profundizó la Encuesta Nacional de Salud en Escolares 2018 que halló que 3 de cada 4 escolares entre 13 y 17 años consumen bebidas azucaradas una o más veces al día, 8 de cada 10 consumen productos ultraprocesados en exceso y solo 1 de cada 10, consumen frutas y verduras en las cantidades recomendadas por la OMS.

Estos son apenas algunos argumentos en los que se apoyan organizaciones de sociales, de salud y academia en procura de normativas tales como el etiquetado frontal, el impuesto a bebidas azucaradas o la prohibición de productos ultraprocesados en entornos escolares, que ayuden a abordar las problemáticas de salud pública derivadas de la mala alimentación.

A partir de mayo próximo, por resolución de Minsalud, el etiquetado nutricional en los alimentos envasados; el proyecto de Ley contra la comida chatarra que exige sellos frontales para alimetos ultraprocesados pasó en octubre a tercer debate, pero fracasó en su intento de de regular la publicidad en medios de comunicación de productos ultraprocesados. Por otro lado, la iniciativa para prohibir los ultraprocesados en entornos escolares ni siquiera ha sido agendado para debate en Cámara y el proyecto para gravar las bebidas azucaradas va camino a naufragar por tercera vez consecutiva en el Congreso.

El doctor Fabio Gomes, asesor regional para las América en Nutrición y una de las voces más autorizadas en la materia, habló con EL COLOMBIANO acerca del panorama del continente sobre estos temas de salud pública.

¿Cuál es el rol que cumple el etiquetado frontal entre las políticas de salud pública?

“El etiquetado frontal de advertencia es la herramienta que posibilita que la población acceda a su derecho a la información. Lo que la tabla nutricional tradicional ofrece son datos, números que exigen un conocimiento, esfuerzo cognitivo, exige tiempo para interpretar, procesar y luego decidir. La evidencia que se viene acumulando desde 1970 y que incluso en 2002 hizo parte de la investigación que recibió el Nobel de Economía, es que el consumidor no emplea ni esfuerzo cognitivo ni tiempo para tomar decisiones sobre productos que compra repetidamente, que es justo lo que hacen las personas en los supermercados. Los estudios en países que ya tienen etiquetado frontal de advertencia indican que no solo sirven para capturar la atención, sino que efectivamente ayudan a cambiar la decisión de compra, esa capacidad de elegir repercute en una mejor educación sobre la alimentación y lo que consumimos”.

Usted lleva años alertando que el continente está ante una epidemia de consumo de ultraprocesados. ¿Cuáles son exactamente las consecuencias de consumir estos productos?

“Las revisiones sistemáticas de la literatura científica demuestran que el incremento de los nutrientes críticos –que contienen estos productos– están vinculados a varias de las enfermedades que más acortan la vida en Colombia y en general las Américas, factores asociados a la hipertensión, la glucosa elevada, el sobrepeso y obesidad. Pero incluso en bajísimas cantidades hay daño demostrado. Hay estudios con individuos que debían bajar de peso y se les ofreció una dieta bastante restrictiva en calorías, entre 800 y 900 diarias, pero hecha 100% con ultraprocesados, y lo que van a descubrir estos estudios es que igual se va a generar una serie de perjuicios, por ejemplo, el empobrecimiento de la microbiota, de la flora intestinal, qué hoy sabemos que está relacionado a nuestro sistema de defensas”.

¿Cómo es el panorama de la región en cuanto a políticas para enfrentar este tema?

“Después del etiquetado frontal en Chile (2016), vino Perú, con un sistema bien implementado, y Uruguay (2018) donde se adoptó, pero la industria ha presionado para retrasar la implementación. El año pasado tuvimos la aprobación en México, probablemente el mejor sistema de etiquetado frontal del mundo, y lo que hizo México fue combinar todos los aprendizajes de la región. En primer lugar, en los elementos de diseño gráfico creó un sistema de advertencias octogonales con fondo negro y letras blancas y la palabra ‘exceso’, que se ha comprobado que tiene más eficacia que la palabra ‘alto’ en lugar de alto (el que Minsalud aprobó en el país es circular y con la palabra alto). Para el perfil de nutrientes adoptó los criterios de la OMS y, tal como lo hará también Chile desde abril, prohibió los personajes infantiles o cualquier elemento de publicidad que persuada y lleve a tomar una mala decisión. Y en general la mayoría de los países avanza en la formulación de etiquetado y casi todos tienen legislaciones, o para incentivar los alimentos naturales o restringir su presencia en entornos escolares”.

A la luz de este panorama parece que Colombia, o bien está muy rezagado o incluso apunta hacia la dirección contraria de los aprendizajes acumulados en la región...

“Los países tienen diferentes momentos y procesos para la definición de estas políticas. Nuestro rol es demostrar a cada país cuáles son las experiencias de otras naciones y hacia donde está la evidencia. Y lo que dice la experiencia de los países que avanzaron en estas políticas es que lograron blindar los procesos de las industrias, es decir, los actores regulados pueden exponer su opinión en consultas públicas, pero no es recomendable que actores regulados (empresas y/o agremiaciones) participen de la formulación de la regulación sobre ellos mismos. La salud pública prima sobre cualquier otro interés comercial y esto no lo dice la OMS, sino la Organización Mundial de Comercio, de manera que los países como Colombia en los que aún no se avanza legislativamente tienen que tener la potestad de superar las interferencias de las industrias de alimentos, y de nuestra parte siempre vamos a seguir apoyándolos, facilitándoles la evidencia que necesitan para el beneficio de la población”.

Aquí decimos que hecha la ley, hecha la trampa. ¿Qué estrategias ha ideado la industria de ultraprocesados para hacerle el quite a la normativa y cómo le han salido al paso las autoridades?

“En Chile, por ejemplo, hubo empresas que dijeron ‘vamos a incumplir a ver qué pasa’ y lo que pasó fue que las llevaron a juicio y además su imagen quedó expuesta y fueron socialmente castigadas porque lo que hizo el Estado desde el principio fue empoderar a la ciudadanía, que entendiera que esa ley era de ellos y de esta forma las personas se volvieron fiscalizadoras de las políticas, activando los canales de denuncia, y aquí hay que hacer una precisión y es que no son todas las empresas, una parte de estas ve en la regulación una oportunidad de mejorar, de diversificar los productos, cambiar su modelo de negocio, entendiendo que la regulación de la industria de alimentos no tiene marcha atrás, porque esta no puede no puede seguir por encima de la salud pública, y que las que se empeñen en pelear contra las decisiones judiciales o legislativas van a sufrir la sanción de la sociedad civil y van a poner en juego su imagen y su futuro corporativo”.

¿Existe ya alguna evidencia que muestra qué tanto impacto ha tenido la pandemia en temas de obesidad y demás problemas asociados a mala alimentación en la región?

“Todavía no tenemos claridad al respecto, porque hay cierta heterogeneidad en las poblaciones, mientras que hubo familias que la cuarentena les permitió adoptar una mejor alimentación basada en la cocina casera, en otros hogares el ritmo de la vida diaria llevó a mantener o intensificar su dieta basada en productos procesados y ultraprocesados. Tenemos que hacer una identificación más amplia y recoger más datos. De lo que sí tenemos soporte es cómo la industria de ultraprocesados utilizó estrategias corporativas para generar buena imagen en medio de la pandemia, creando una asociación positiva de sus productos entre la gente y aumentar en consecuencia su consumo, lo cual es grave en medio de esta situación, porque la población con enfermedades no transmisibles deben incrementar sus cuidados y reducir el consumo de azucar, sodio, y alimentarse mejor para mejorar su sistema de defensas”.

¿Cómo combatir la mala alimentación y sus efectos no solo desde las políticas que frenan la industria de ultraprocesados sino desde la educación alimentaria y nutricional para niños y jóvenes?

“Sí, yo creo que es necesario dividir la forma en la que pensamos el sistema alimentario ideal, y que por un lado tiene ese conjunto de políticas destinadas a restringir productos nocivos para la salud, y por otro lado las acciones que van encaminadas a aumentar nuestra capacidad para desarrollar una alimentación adecuada no solo para nuestra salud, sino para nuestra cultura, el medio ambiente y nuestra economía. A mi me siempre me conforta hablar del caso de Colombia, porque es uno de los 17 países megadiversos del mundo, no solo hablamos de plantas y animales sino de una agrodiversidad que permiten tener una extensa oferta de frutas, legumbres, hortalizas con la cual las personas tienen durante todo el año una variedad de alimentos disponibles, baratos, sabrosos, nutritivos y que están conectados con el medio ambiente.

Porque si nos concentramos también en comer un solo producto vegetal lo que estamos haciendo igualmente es promover una agricultura que responde a un modelo industrial, que usa pesticidas, semillas genéticamente modificadas para poder producir lo mismo todo el año. Entoces yo, en general, cuando hablo de incentivar un sistema de alimentación saludable la recomendación es favorecer lo más posible alimentos de origen vegetal y optar por los circuitos de producción y comercialización más pequeños, no solo por el beneficio socioeconómico para la vocación agrícola sino porque –y esto para mí es sencillo pero importantísimo– garantizas que la fruta, la hortaliza que consumes conserve la mayor energía posible cuando llegue a tu plato, porque una vez se cosecha se desconecta de su fuente de energía y desde ese momento empieza a perder nutrientes. Si alguien elige este camino, mejor, si la población colombiana elige este camino, estará en muy buenas manos” .

Etiquetado frontal en México, premiado por la OMS como uno de los más avanzados del mundo de acuerdo a la evidencia científica. FOTO: EFE
Etiquetado frontal en México, premiado por la OMS como uno de los más avanzados del mundo de acuerdo a la evidencia científica. FOTO: EFE
Este es el etiquetado que se empezará a implementar desde mayo y será obligatorio a partir de noviembre de 2022. FOTO: MINSALUD
Este es el etiquetado que se empezará a implementar desde mayo y será obligatorio a partir de noviembre de 2022. FOTO: MINSALUD
24%
disminuyó compra de bebidas azucaradas en Chile con el etiquetado frontal (U. Carolina del Norte).
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