Pocas veces se escucha la palabra estrabismo, porque en el común de la vida no se suele nombrar para asignar a ninguna enfermedad, porque cuando en la calle se encuentra con alguien que la sufra se le suele llamar bizco. Y quizá por esa manía de nombrar las cosas por su nombre es que se suelen perder sus verdaderos significados, y en el caso de las enfermedades, su salida: la cura.
Esta enfermedad se puede manifestar de tres maneras, una es la endotropia infantil, que se presenta cuando uno de los ojos está desviado hacia adentro, como mirando la nariz y es muy común en niños; también existe la endotropia acomodativa, que consiste en que los dos ojos se dirigen hacia el interior y es común en los esfuerzos por enfocar algún objeto; y la exotropia tiene como síntoma que uno de los ojos gira hacia afuera y suele presentarse de manera esporádica.
Pero no es sólo un problema cosmético, como algunos pueden creer. Cuando los ojos están desviados es porque uno de los seis músculos que mueven el ojo no está funcionando, el problema de este fenómeno es que el cerebro recibe señal de dos imágenes, y en el caso de los niños, suele eliminar una de ellas —la incorrecta—, por lo que el paciente pierde profundidad; cuando alguien ya adulto desarrolla por alguna razón estrabismo, su cerebro no asimilará las dos imágenes para eliminar una, por lo que la percepción será doble.
Martha Lía Gaviria Bravo, oftalmóloga pediatra, experta en estrabismo, que hace parte del Hospital San Vicente Fundación, asegura que en algunos pacientes la enfermedad puede cambiar de ojo, “todo esto se presenta porque hay una alteración en algunas de las vías que controlan los movimientos oculares, o el problema puede tener su origen en el cerebro o en los centros que coordinan los movimientos oculares”.