Los alimentos tienen el poder de promover la salud y el potencial de dañarla. Y hay disciplinas que se han dedicado a estudiar la alimentación como parte del estilo de vida de sus pacientes. Es el caso de la medicina funcional, una que no suma más de 30 años de haber sido creada por el químico Jeffrey Bland. En Colombia no hay más de ocho doctores funcionales, cuenta el doctor de la Universidad de la Sabana Carlos Jaramillo, quien estudió en el Instituto de Medicina Funcional de (IFM) en Estados Unidos. Allí, dice en el portal web de esta institución, la certificación toma cuatro años, en los que ven siete cursos que involucran bioquímica y para conservarla pasan por un examen cada diez años.
No es una especialidad que actualmente esté avalada por las autoridades de salud del país y algunos aseguran que esta práctica hace parte de la medicina alternativa. Jaramillo cuenta que quienes asistieron a algún curso por fuera del país del norte son “entusiastas”, pero no médicos funcionales. Y la define como “una práctica sencilla, pero muy bonita. Nosotros no vamos a quitar síntomas porque eso lo hace cualquiera, sino que buscamos encontrar el porqué de todo, encontrar los senderos o rutas fisiológicas perdidas para recuperarlas, porque esas son las formas en las que la enfermedad se manifiesta. Si el estilo de vida lo enferma este también lo puede sanar; la solución no es un medicamento, aunque es verdad que la solución puede estar acompañada de un medicamento o suplemento”.
Las proteínas, los lácteos y el azúcar parecen ser el tema de moda para nutricionistas y ahora médicos funcionales. ¿Son el azúcar, el exceso de proteínas y lácteos los villanos de hoy, como lo fue la grasa en la década del cincuenta del siglo pasado?
“Haber quitado las grasas –teniendo en cuenta el conocimiento de 1950– era una buena idea, pero hoy sabemos que evitar las grasas le quita al cuerpo algo que necesita. Uno debería incluir las grasas en el 40 % de la alimentación: grasas saludables obviamente. Esa fue la estrategia que usaron para disminuir la enfermedad cardiovascular que en ese momento se estaba empezando a disparar, pero al quitarla sumaron un montón de carbohidratos y de azúcar a la comida. El gran problema que tenemos hoy en el mundo es el exceso de azúcar en los alimentos. Esta la usan por tres motivos: una, al quitarle la grasa a un alimento sabe a plástico, por eso la usan para cubrir el sabor; dos, el azúcar es ocho veces más adictiva que la cocaína y esto hace los productos adictivos, y por último, la industria del azúcar mueve millones de dólares en el mundo y como nos hicieron creer que uno necesita el azúcar para vivir porque la glucosa es la esencia de la vida a todo le ponen glucosa. Lo que esto ha provocado es una pandemia poblacional que produce de lo que estamos muriendo hoy en día: problemas cardiometabólicos. Sobre los lácteos, pues no tiene lógica que los consumamos. Se pueden comer de vez en cuando, pero decir que son esenciales para la vida es ridículo, porque los lácteos son para la lactancia, como su nombre lo dice”.
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Pero están en las pirámides nutricionales...
“Pues claro, si es que estamos hablando de megaindustrias que pagan y financian a sociedades de endocrinología, nutrición, entre otras, para que digan que los niños necesitan calcio para vivir, pero ¿dónde está el calcio? En el brócoli, no pero con el brócoli no se hace nada rico, no se hace yogur, ni se hace helado, ni alpinito, ni nada de esas cosas. Con eso no se hacen loncheras. Pero el brócoli tiene 10 veces más calcio que lo que puede tener un lácteo”.
Y sobre las proteínas...
“Con eso pasa una de dos, o la gente no tiene ni idea de cuánta proteína consume, o entran a un gimnasio y el entrenador les dice que tienen que comer proteína cada hora porque sino se pierde el músculo, entonces la gente hace o lo uno o lo otro. Y al exceso de proteína hay que tenerle cuidado, así como la deficiencia de proteína es un problema, el exceso también lo es. La proteína es absolutamente necesaria y uno tiene que educar a la gente en cuánta proteína tiene que comer, ni más ni menos. Y el problema con el exceso de proteína es el cáncer”.
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¿Proteína animal?
“No, vegetal también. Pero no es lo mismo decir que las carnes rojas producen cáncer, sino que el exceso de proteína, cualquiera que sea el origen así como las carnes procesadas o la carne roja quemada son las que ponen en riesgo de cáncer”.
En su libro menciona que la alimentación incide en la salud mental. ¿Y qué hay del conteo detallado de macro gramos de grasa o de calorías que proponen algunas dietas?, ¿esto también estaría contribuyendo a trastornos de alimentación, por ejemplo?
“La invitación siempre es volver a la alimentación ancestral acompanándola de lo que tenemos en la medicina moderna para entender cómo podemos optimizarla. En la antigüedad nadie vivía contando macros, o mirando cuántos gramos de grasa se comía. Debemos reconciliarnos con una forma de entender cómo comer. Cuando yo les pido a los pacientes pesar la proteína que se van a comer, les pido hacerlo una o dos veces y de resto al ojo. Ser saludable para mí no es contar cada mordisco de manzana, eso se vuelve insoportable”.
Cuando menciona ancestral, ¿a qué se refiere?
“Piensa en cómo comíamos hace 10.000 años. Lo que hacíamos era recoger lo que encontrábamos y ser cazadores. Entonces si yo puedo entender eso hoy, es decir, si el Homo Sapiens tiene un par de millones de años y solo llevamos 10.000 de ser agricultores, ¿qué pasó en medio? La invitación es a pensar cómo sería comer si estuvieras recogiendo y cazando, cómo se vería tu plato. De pronto en la mañana se podría ver con algo de frutos secos, que no se dañan tan rápido, acompañados de agua. Y al medio día tal vez ya encontró algo para cazar y pudo recoger unos tomates u otros frutos o vegetales y por la noche igual. Está claro que hoy en día tenemos otras posibilidades, tenemos más comida disponible, tenemos todo eso y la medicina ha avanzado, entonces es importante pensar en cómo optimizar eso para mejorar la vida. Pero, ¿cuándo en la historia de la humanidad hemos comido cada tres horas? Vino una megaindustria a decirnos que tenemos que comprar sus productos seis veces al día y fuera de eso te lo llenan de azúcares y endulzantes que te van a hacer más adicto a la comida y adivina qué, en quince días vas a estar adicto a la comida.
Si el estilo de vida enferma también tiene la posibilidad de cambiarse para sanar. Es importante analizar cómo me alimento, cómo me muevo, cómo duermo, cómo perdono... esa debería ser la base de la medicina”.
Sobre cómo me muevo, en el libro menciona que hacer ejercicio es mejor en la mañana y en ayunas. ¿Aplica para el ejercicio de alta intensidad?
“Lo mismo, devolvámonos 10.000 años. Al estar en una cueva usted dormiría y se levantaría a cazar porque no hay comida. A nadie le preocupaba que el cazador saliera sin desayunar. Y cuando miras eso desde la bioquímica nutricional encuentras que tiene muchos beneficios porque hace que se consuma rápidamente el azúcar que se tiene en el cuerpo y rápidamente pase a utilizar la grasa como fuente de energía y es un mecanismo de adaptación del cuerpo muy sano”.
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