La relación de cercanía y lealtad entre el presidente Gustavo Petro y su director de la Unidad Nacional de Protección (UNP), Augusto Rodríguez, data de los años en los que ambos compartían militancia en la guerrilla del M-19. La confianza que el mandatario ha depositado en su compañero de luchas es tal que en plena crisis de Gobierno en junio de 2023 –tras la controvertida salida de su entonces jefe de gabinete, Laura Sarabia– Rodríguez asumió informalmente sus tareas e incluso, lo acompañó en varios viajes.
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Sin embargo, hoy la relación parece estar fracturada y, una vez más, la génesis sería el accidentado Consejo de Ministros del pasado martes 4 de febrero, que el presidente decidió televisar y en el que quedaron al descubierto los reparos de su gabinete con el arribo del controvertido exembajador Armando Benedetti como nuevo jefe de despacho presidencial.
“Debo decir que tengo con el presidente de la República un trabajo y una cercanía de cerca de 30 años. Hemos construido proyecto, hemos luchado juntos, sueños... La lucha nuestra, que fue la que aprendimos en la militancia en otra época en el M-19, sencillamente cambió las armas y decidimos que con las urnas, con los mismos propósitos y ganas, podríamos transformar el país”, sostuvo Rodríguez durante el cónclave ministerial.
Justamente, fue en ese espacio en el que el director reclamó por “agendas paralelas” relacionadas con la corrupción, al tiempo que desató un escándalo del que se hablaba en voz baja y en el que habría tenido injerencia Benedetti: el supuesto ingreso de dineros ilegales por parte de Diego Marín, alias Papá Pitufo, a la campaña de Gustavo Petro en 2022.
“A la campaña intentaron penetrarla recursos de ese sector (...) intentaron meter una plata y la logramos frenar (...) cuando el señor Benedetti llegó a la campaña yo puse alertas. Me moví e hice investigaciones”, agregó Rodríguez, quien acusó a Benedetti de haberse reunido con Diego Marín alias Papá Pitufo.
Rodríguez, cuya relación con Petro hoy parece estar en jaque, fue uno de los asesores de cabecera del entonces congresista durante toda su trayectoria legislativa por más de una década. Según un perfil que realizó La Silla Vacía, se conocieron en plena desmovilización del M-19 a principios de la década del 90 y afianzaron una relación que llevó a Rodríguez –un ingeniero químico de profesión– a ser estratega de varias campañas del hoy jefe de Estado.
Esa experiencia política el hoy director la adquirió desde que decidió acompañar al entonces candidato presidencial Antonio Navarro en 1994 como coordinador de su campaña. Desde allí, Petro vio sus capacidades y años después lo “reclutó” para integrar su Unidad de Trabajo Legislativo (UTL), donde jugó un rol clave en las investigaciones y pesquisas alrededor de la relación entre paramilitares y políticos.
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“(Cuenta) con amplia experiencia en control político ejercidos sobre el ámbito de las administraciones nacional y regionales desde el Congreso de la República, principalmente en la investigación sobre corrupción y delitos contra la administración pública. Investigaciones sobre delitos contra los derechos humanos y el Derecho Internacional Humanitario en Colombia”, reseña en su página web la UNP sobre el hoy director.
Posteriormente, cuando Petro llegó a la Alcaldía de Bogotá, Rodríguez sonó para ser viceveedor distrital, aunque finalmente terminó como asesor de despacho. Luego, en las apuestas presidenciales de Petro, fungió también como asesor de campaña, sin dejar de lado ese rol de investigador que lo llevó a identificar potenciales riesgos como el ingreso de los recursos de alias Papa Pitufo.
Tras el triunfo que lo llevó a la Casa de Nariño, Petro nombró a Augusto Rodríguez como director de la UNP, una entidad de primer orden encargada de velar por la custodia y protección de dirigentes, líderes sociales o víctimas en situación de riesgo extraordinario o extremo de sufrir daños contra su vida, integridad, libertad y seguridad personal.
Dada su cercanía a Petro y su rol férreo, Rodríguez fue señalado de librar una guerra interna en Palacio con la hoy canciller Laura Sarabia. Como lo contó EL COLOMBIANO en su momento, un grupo de los más cercanos al presidente provenientes del M-19 sentían que el proyecto político de su vida quedó en manos de una persona que llegó de casualidad a trabajar con Petro y que habría tejido alianzas con opositores irrestrictos del primer mandatario. En respuesta, desde el ala de Sarabia reclamaron por filtraciones que rayaban en la infamia.
Esa guerra fría quedó al desnudo en el accidentado Consejo de Ministros, en el que el director de la UNP, en tono enérgico y con un dejo de indignación, le habló en voz alta a su jefe y se opuso a la comparación que Petro hizo de Benedetti con el exlíder guerrillero Jaime Bateman Cayón.
“No acepto que se compare al señor Benedetti con Jaime Bateman, que los pongan en el mismo... Jaime Bateman, el hombre Caribe, limpio, transparente y alegre que nos enseñó a luchar con alegría. La revolución es una rumba, el sancocho nacional. Nos habló de la coherencia y yo en este momento estoy pidiendo coherencia”, alegó Rodríguez.
Incluso, como muestra de que su influencia sobre Petro parece mermada, el director lanzó un duro reproche sobre el rol de Benedetti: “El señor Benedetti no ha sido condenado, pero no significa que como lo hizo en la campaña, termina dominándola y generando los ruidos que hoy tenemos”.
Es tal el respaldo con el que cuenta Rodríguez en las filas de izquierda, que el senador Iván Cepeda, del Pacto Histórico, salió en su defensa y se opuso a la denuncia que interpuso Benedetti contra el director por los presuntos delitos de injuria y calumnia agravados.