De Luis Alfredo pocos conocen. Un hombre que nació en el seno de una familia humilde el 25 de enero de 1957 en localidad cordillerana de Génova, Quindío, en la misma época y región donde se fundaron las Farc. Pero de Garavito todos han escuchado. Un asesino serial que entre las décadas de los ochenta y noventa cometió atroces crímenes contra menores entre los 8 y 16 años. Se le conocen al menos 200 casos de violación y 186 asesinatos confesados, pero la cifra podría ser aún mayor.
Este jueves 12 de octubre, Garavito, que reconoció su culpa y pidió perdón por la estela de dolor que dejó en 11 departamentos, Venezuela y Ecuador; murió en Valledupar a los 66 años por “multiples afecciones” como informó el Inpec, tras padecer una leucemia que le provocó un cáncer en el ojo.
En una cárcel de esa ciudad, La Tramacúa, pasó los últimos años de su vida tras ser condenado a 1.853 años por abuso y homicidio de niños y adolescentes, según los informes de la Fiscalía General de la Nación. Sin embargo, según la ley colombiana, la pena máxima que podía pagar era de 40 años, la que finalmente recibió.
El mayor violador e infanticida en serie en la historia de Colombia y el mundo nació los primeros días de 1957 en Génova, Quindío, donde vivían sus padres Manuel Antonio Garavito y Rosa Delia Cubillos.
Su padre, quien maltrataba a Luis Alfredo y a sus otros cinco hermanos, era alcohólico y estuvo internado dos veces en hospitales psiquiátricos de la región.
Con 15 años, Garavito comenzó su accionar criminal cuando acorraló a un niño para abusarlo, pero los gritos del menor de edad alertaron a las autoridades, que lo atraparon en medio de la situación. Al joven lo dejaron ir, incluso su padre, que lo reprendió y luego lo echó de la casa por su comportamiento homosexual.
Lejos de su familia deambulando por el país y diagnosticado con Trastorno de personalidad antisocial (TPA), una enfermedad mental en la que una persona tiene un patrón prolongado de manipulación, explotación o violación de derechos, otros sin ningún remordimiento, empezó a fingir, diferentes roles desde sacerdote hasta caficultor, con el que se acercaba a sus potenciales víctimas: niños y adolescentes entre los ocho y 16 años provenientes de familias vulnerables.
Se paseó por 11 departamentos y por Ecuador y Venezuela, lugares donde abusó y violó a decenas de menores de edad hasta el momento de su captura en 1999 en Villavicencio, Meta, tras ser señalado de al menos 200 casos de abuso.
Fue imputado por los delitos de acceso carnal violento, acto sexual violento y homicidio y aunque Ecuador lo pidió en extradición por dos crímenes que cometió en ese país, la Corte Suprema de Justicia de Colombia negó su salida del país y la justicia lo condenó a 1.853 años por abuso y homicidios de menores de edad, según la Fiscalía. Pasaría el resto de su vida en prisión.
Sin embargo, según la ley colombiana, la pena máxima que podía pagar era de 40 años, la que finalmente recibió y que terminaba de pagar en 2039, cuando tuviese 82 años.
Sus últimos años los pasó en la cárcel de máxima seguridad de La Tramacúa, en Valledupar. Alcanzó a cumplir las tres quintas partes de su condena, es decir, 24 años.
Por ese tiempo en prisión se discutió su salida de la cárcel; sin embargo, el abogado penalista Iván Cancino, le dijo a EL COLOMBIANO que aunque era una posibilidad latente, había otros requisitos más importantes que solo cumplir las 3/5 partes de la pena, pues necesitaba también que los centros penitenciarios certificaran su buen comportamiento y que no tuviera investigaciones por hechos anteriores.
“A esos delincuentes que cometieron delitos supremamente graves, los jueces normalmente no conceden tan fácil la libertad porque hay muchos factores subjetivos a tener en cuenta. Las 3/5 partes son un mero cálculo matemático, pero los comportamientos y los arraigos sociales son muy importantes para los jueces”, explicó Cancino a EL COLOMBIANO.
Garavito finalmente murió este 12 de octubre tras convertirse al cristianismo, ser diagnosticado con leucemia, que luego se convirtió en un cáncer de ojo; y pedir perdón por sus crímenes. Pero su arrepentimiento nunca fue suficiente para lograr el perdón y olvido de la sociedad colombiana que aún tiene abierta la herida que le dejó el peor asesino en serie de la historia.