Uno de los sombreros que acompañó al líder insurgente Carlos Pizarro Leongómez durante el proceso de paz del M-19, es ahora un motivo de controversia nacional, debido a la resolución del Gobierno que lo reconoció como Patrimonio Cultural de la Nación.
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La prenda se hizo popular después de la firma de paz que derivó en la desmovilización del grupo guerrillero, entre 1989 y 1990. Pizarro, que durante sus días de combatiente usó una boina militar, participó en las elecciones a la Alcaldía de Bogotá y a la Presidencia de la República con un sombrero de color beige y cinta negra.
Las fotos que le tomaron con dicho sombrero, tejido en fibras naturales, se convirtieron en la estampa de los afiches y volantes de las campañas, quedando en la memoria de sus seguidores políticos.
Según Laura García, quien fue pareja sentimental de Pizarro, ese sombrero “fue el último con el que Carlos Pizarro firmó la paz y el que llevaba a las diferentes reuniones y eventos políticos”.
El presidente Gustavo Petro, quien fue subalterno de Pizarro en el M-19, comentó que en uno de esos eventos públicos, el excomandante le pidió a uno de los escoltas que le cuidara el sombrero; el guardaespaldas, que también había pertenecido a esa organización delictiva, decidió conservarlo como un recordatorio.
Pizarro fue asesinado por un sicario el 26 de abril de 1990 y el accesorio quedó en poder de excombatientes, que posteriormente emigraron a Suecia.
Durante su visita esa nación, la semana pasada, Petro se encontró con varios de ellos, los cuales le entregaron la prenda en la ciudad de Estocolmo.
“Los excombatientes guardaron este sombrero que, como la espada de Bolívar, guarda unos hechos, unos de guerra y otros de paz, días y noches de agobio de guerra”, declaró el jefe de Estado, durante el discurso en el que exaltó el sombrero como un patrimonio cultural.
El homenaje de la Casa de Nariño a este símbolo dividió de nuevo al país, como lo hizo la candidatura de Pizarro a principios de los 90.
La senadora de la oposición, María Fernanda Cabal, expresó: “¿También harán del mugroso trapo de ‘Tiro Fijo’ un monumento nacional? ¿Para cuándo convertirán en patrimonio cultural algún avión del narcotraficante socio del M-19 Pablo Escobar? Debemos trabajar en una ley que prohiba los honores y apología de criminales o terroristas”.
Los graves daños a la sociedad que causó esa guerrilla, y el exterminio de sus excombatientes a manos de agentes estatales y paramilitares, son heridas que todavía no cicatrizan en Colombia.
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