En noviembre de 2014, un grupo de más de 50 mujeres lideradas por Francia Elena Márquez Mina —quien es hoy la fórmula vicepresidencial de Gustavo Petro—, caminaron desde Suárez, Cauca, y se tomaron la casa del Ministerio del Interior, en el centro de Bogotá, al frente de la Casa de Nariño.
Pacíficamente, se acomodaron y pasaron allí cerca de una semana, protestando en contra de la minería ilegal en su territorio. Exigían hablar con el entonces presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, para que ordenara cesar las prácticas extractivistas en el río Ovejas y el retiro de retroexcavadoras. Y lo lograron.
Esta fue una de las primeras veces que gran parte del país escuchó el nombre y la voz de quien está cerca de ser la vicepresidenta, y que para ese entonces estudiaba derecho con el objetivo de tener herramientas para defender a su comunidad en el Cauca.
Desde su adolescencia se había dedicado a la defensa de la naturaleza y los derechos humanos, en la vereda La Toma, junto al río, en el que los campesinos se dedican a la pesca y la minería artesanal.
A los 15 años, en la década de los 90, Francia Márquez, quien para ese entonces era una joven de voz suave, se unió con otros para oponerse a un megaproyecto que tenía la intención de desviar el caudal del río Ovejas hacia un embalse. Las comunidades lograron que el proyecto se frenara, aunque el río ha padecido la minería ilegal en los últimos años. En medio de estas luchas ambientales y comunitarias sin tregua, Márquez tuvo dos hijos que crió sola.
Peleó contra el extractivismo ilegal en la zona, como lo haría en 2009, cuando el Gobierno otorgó licencias a multinacionales para explotar su territorio. Esto la convirtió en objetivo militar y tuvo que bajar su perfil, pero nunca el volumen de su voz, que —cuando puede— todavía usa para cantar y dejar salir la emotividad que la caracteriza.
Se volvió abanderada de las minorías, a quienes representa hoy como fórmula de Petro, con un discurso sobre la desigualdad, que repite con el ceño fruncido y labios apretados.
Como víctima de desplazamiento, viajó a La Habana durante el proceso de paz, e increpó en público al entonces presidente Santos por la poca relevancia que estaban teniendo los afectados por la guerra en la toma de decisiones frente a los acuerdos y su posterior implementación. Aun así, le dijo a Pacifista que no se sentía una víctima “porque eso nos pone en condición de subordinación”; en cambio, sostuvo: “Me siento más como una actora política de esta sociedad que ha vivido hechos victimizantes”.