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Los efectos de la Asamblea Constituyente a 30 años de su inicio

  • Imagen de la instalación de la Asamblea Constituyente el 5 de febrero de 1991. FOTO CORTESÍA AÍDA AVELLA
    Imagen de la instalación de la Asamblea Constituyente el 5 de febrero de 1991. FOTO CORTESÍA AÍDA AVELLA
05 de febrero de 2021
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El martes 5 de febrero de 1991, a las 11 de la mañana, en el Capitolio Nacional se dio inició al que es, sin duda, uno de los momentos políticos más importantes de la historia reciente de Colombia: la instalación de la Asamblea Nacional Constituyente.

30 años y una Constitución después, se siente aún el efecto en el país de una Asamblea que inició como un movimiento orgánico –promovido, en su mayoría, por estudiantes en 1990 con el movimiento de la Séptima Papeleta– y que llevó a que, por primera vez en el país, participarán distintos sectores, como mujeres e indígenas, en la redacción de una constitución política en Colombia.

En total, fueron 70 constituyentes, provenientes de distintos partidos y orillas políticas. 24 eran del Partido Liberal, 20 eran por el Partido M-19 (nacido de la desmovilización de la guerrilla del mismo nombre en 1990), 11 eran del Movimiento de Salvación Nacional (la disidencia conservadora creada por Álvaro Gómez Hurtado), 9 conservadores, dos representantes de las comunidades indígenas (a través de la ONIC y AICO), dos miembros del Movimiento Unión Cristiana y dos de la Unión Patriótica.

Durante 5 meses –hasta el 4 de julio– en cinco comisiones, se dio forma a la Carta Magna que ha regido el país durante las últimas tres décadas. En la primera comisión se discutieron los principios, derechos y reforma constitucional. La segunda era sobre autonomía regional. La tercera para reformas al Gobierno y al Congreso. La cuarta para la administración de justicia y el Ministerio Público. Y la quinta para temas económicos, sociales y ecológicos.

Aída Avella –actual senadora de la Unión Patriótica y una de las cuatro mujeres constituyentes, junto con Helena Herrán de Montoya, María Mercedes Carranza– recordó la Asamblea que fue presidida por ella durante el primer día, antes de que se definiera que fuera dirigida por tres constituyentes (Horacio Serpa, Antonio Navarro Wolff y Álvaro Gómez Hurtado).

“Fue un trabajo de muchos colores y manos. Fue un espacio muy importante para un país que tenía una desesperanza terrible. Y haber llegado a un consenso sobre los derechos fundamentales fue extraordinario, en medio de un ambiente de discusión fuerte, pero fraterna y cálida”, dijo Avella, quien hizo parte de la Comisión Primera, en diálogo con EL COLOMBIANO.

Los efectos

Pero la discusión no está solo en rememorar esos 150 días que duró la Constituyente. Su efecto superó ese periodo y aún se siente.

Quizá uno de los principales efectos, que se evidenció desde el primer día de la Constituyente, fue la inclusión de distintas voces que, en el pasado, no habían sido tenidas en cuenta en el país. Uno de esos sectores, como lo resalta Avella, fue el de los indígenas, representados por Francisco Rojas y Lorenzo Muelas.

Sobre este último, con quien Avella compartió en la comisión, la exconstituyente recuerda “su discurso y cosmovisión. Eran discusiones hermosísimas donde nos hablaba de la Madre Tierra, de la tradición oral. Todas esas cosas hicieron de la asamblea un espacio extraordinario”.

Para el abogado constitucionalista Juan Manuel Charry hay varios puntos para resaltar de dicha Asamblea: relevar la posición de la persona humana, establecer la importancia de los derechos fundamentales e instaurar el mecanismo de la acción de tutela. A lo que agrega que “hubo una mayor participación de las personas frente a las autoridades y una mayor garantía de derechos”.

La senadora Emma Claudia Castellano, que impulsó y apoyó la labor de Arturo Mejía Borda (de Unión Cristiana) como constituyente, resalta en ese sentido también varios puntos. Coincide con Charry en la importancia de la tutela y agrega el impulso al “respeto de los derechos humanos, la libertad de culto y consagrar un Estado sometido al derecho y a la igualdad”.

Sin embargo, también señala que, más allá de lo hecho por esos 70 constituyentes, aún hay varias tareas pendientes para hacer realidad lo que está escrito. “Hay muchos bemoles. Pero lo más importante es que quedó consagrado que todos queremos un mejor país. Una Constitución que dice que todos somos iguales en un país tan multicutural es un ejercicio de valentía”.

Para Avella, además, quedaron varios pendientes en las discusiones de la constituyente. Entre esos puntos está una mayor inclusión de la población campesina y de las mujeres, así como la discusión a fondo de una reforma de la Fuerza Pública y “el problema de la tierra, aunque quedó definida la función social de la tierra”.

La conclusión es clara: aún hay trabajo por hacer para convertir en realidad todo lo plasmado en una Carta Magna que ha sido reformada en 53 ocasiones. Sin embargo, y como lo dice Avella, su “columna vertebral” que es la priorización de la paz y la igualdad, se mantiene. Así, concluye Castellano, sigue siendo “un tratado de paz para un país en guerra”.

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