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Policía, actor clave con retos sociales

Las movilizaciones han dejado 852 heridos y también importantes retos de transformación interna en la institución.

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Policía, actor clave con retos sociales

Las movilizaciones sociales del Paro Nacional ajustaron sus primeros 15 días en Colombia y, en medio de ellas, ya se reportan 1.594 heridos (con corte al 11 de mayo): 742 civiles y 852 uniformados. Además, ya hay confirmados 33 muertos, que incluyen a un capitán de la Policía.

Así lo evidencian los datos a los que tuvo acceso EL COLOMBIANO y que fueron recopilados por el Ministerio de Defensa, con base en los informes de la Mesa Intersectorial de Atención a la Protesta Social, conformada por la Defensoría del Pueblo y la Fiscalía General de la Nación. De hecho, se informó que 6 uniformados continuaban internados en centros hospitalarios, aunque sus vidas no corren peligro.

Pero detrás de las cifras están las historias humanas. Por eso, ayer, EL COLOMBIANO registró un panorama en torno a las víctimas mortales que han dejado las manifestaciones que comenzaron el 28 de abril, y hoy le pone rostro a los policías, que también han sido agredidos en estas jornadas.

En este punto aparece el nombre de Jesús Solano Beltrán, capitán de la institución quien a sus 34 años, como se dijo ayer, fue ultimado por una turba el primer día de protestas en Soacha, Cundinamarca, cuando intentaba evitar el daño de un cajero automático. Lo asesinaron mientras cumplía su deber.

De acuerdo con los archivos judiciales, el oficial fue atacado con arma blanca una vez fue derribado entre la muchedumbre. No obstante, los tres capturados por este delito –aunque están presos mientras se adelanta la investigación penal– argumentaron que se trató de una confusión, pues dicen que había gritos alrededor de “cójanlo” como si se tratara de un ladrón.

A pesar de estos alegatos de su defensa, la Fiscalía pidió medida de aseguramiento al considerarlos “un peligro para la sociedad”.

Desde la Policía Nacional se resaltó que Solano dedicó los últimos 13 años de su vida a la institución. También dejó una hija de cinco años.

En este contexto, conforme a lo detallado por Diego Molano, ministro de Defensa, las cifras de agentes agredidos en las calles indican que, de los 852 contabilizados, 717 han sido atacados con objeto contundente, 99 con arma cortopunzante, 19 con explosivos, 12 con arma de fuego y 5 con armas neumáticas (ver gráfico).

EL COLOMBIANO también se dio a la tarea de documentar otros casos relacionados con ataques a uniformados que han resultado heridos o cuya integridad estuvo en riesgo en el marco de las manifestaciones.

Uno de esos hechos se registró en Bello, en el norte del Valle del Aburrá (Antioquia), cuando el patrullero Didier Valderrama fue impactado, el 28 de abril, con una bomba molotov que le causó quemaduras de primer grado en una pierna. Ayer, él mismo comunicó que se está recuperando satisfactoriamente.

Otro caso se presentó en el CAI de la Aurora, en el sur de Bogotá, donde el pasado 5 de mayo un grupo de personas atacó dicha instalación y le prendió fuego, a pesar de que había 15 uniformados en su interior.

Sobre lo allí sucedido, el patrullero Juan Contreras, de 20 años y adscrito a la Policía Metropolitana de Bogotá, aseguró que, tras romper uno de los vidrios del CAI, les lanzaron una bomba molotov intentando incendiar el lugar y a ellos. De hecho, relató que un compañero suyo fue herido en el rostro.

“Usamos un extintor y una arena para apagar las llamas, pero fue tanto el humo que decidimos salir con las manos en alto para que nadie nos fuera a agredir más”, contó.

Algo similar ocurrió en Pasto, 5 días antes, cuando un grupo de 5 agentes del Escuadrón Móvil Antidisturbios (Esmad) también fue blanco de un ataque con una bomba molotov.

Cuando se produjo el hostigamiento, según los efectivos, estaban atentos a las concentraciones ciudadanas para evitar actos de vandalismo.

Los cinco uniformados tuvieron que recibir atención médica especializada luego de esto, pues resultaron con varias quemaduras en el cuerpo.

Otro de los casos registrado por las autoridades, y que igualmente –como los anteriores– está en investigación para hallar a los responsables, se presentó en el sector de El Lido, en el sur de Cali, donde el 10 de mayo un grupo de civiles atacó con un arma de fuego y bombas molotov a 10 uniformados que trataban de desbloquear las vías. Por los hechos, se ofreció una recompensa de 10 millones de pesos para encontrar a los responsables.

Además, la Fuerza Pública ha sido víctima de improperios y ataques verbales durante las manifestaciones, así como de campañas de desprestigio en redes sociales con numerales como #EsmadAsesino y #PoliciaCriminal. Estos actos, por supuesto, han sido rechazados por la institución y el Gobierno.

Y hace solo 8 días se conoció un video de un patrullero cuyo nombre no se reveló, pero quien entre lágrimas describe los ataques que han sufrido en Cali para atender las protestas: “Da impotencia, porque uno no puede hacer nada. ¿Tiene uno que dejarse matar para que los demás sean felices?, tampoco”.

Ante este panorama, el comisionado para la Paz, Miguel Ceballos, salió en defensa de los 852 uniformados atacados, pero puso sobre la mesa el debate en torno a los posibles casos de abuso que se han denunciado.

En efecto, dijo que, como Gobierno, no se permitirá que “se cuestione la legitimidad de nuestra fuerza pública” por el actuar de algunos uniformados que “hayan afectado la Constitución y la ley, quienes serán investigados y sancionados, como ya lo están haciendo los organismos competentes”; entre ellos, la Procuraduría, la Inspección General de la institución y la Justicia Penal Militar.

El funcionario que ha liderado la necesidad de esclarecer cualquier irregularidad, por instrucción del presidente Iván Duque, es el inspector de la Policía, el general Jorge Luis Ramírez Aragón, quien aseguró que hasta el momento la Inspección General ha abierto 65 investigaciones disciplinarias por presuntas irregularidades de uniformados desde el inicio de las manifestaciones.

De ese total –según precisó Ramírez– 10 pasaron a la Procuraduría y se ha aplicado la medida de suspensión a 5 miembros de la institución. “Reiteramos nuestro compromiso con la transparencia y el respeto absoluto por el debido proceso y los derechos humanos”, enfatizó.

Y si bien están esos casos de posible abuso policial –que incluso han valido el rechazo de organismos internacionales como la ONU y de sectores del Congreso de Estados Unidos–, las autoridades han resaltado que también se han registrado actos de convivencia como la escena vivida el pasado fin de semana en la avenida Las Vegas, en Medellín, donde dos patrulleros circularon en una motocicleta apoyando a un grupo de deportistas. También se ha destacado que, en medio de bloqueos, se han realizado partidos de fútbol callejero entre uniformados y manifestantes; uno de ellos se jugó en Barranquilla, el 6 de mayo.

Rol social de la Policía

En medio del escenario de manifestaciones que vive el país y los registrados hechos de confrontación que han involucrado a la Fuerza Pública, Juan David Escobar, director del Centro de Pensamiento Estratégico de la Universidad Eafit, planteó que todos los Estados del mundo, sin excepción, necesitan un cuerpo que ejerza la fuerza legalmente constituida para garantizar la ley, como acuerdo básico de coexistencia.

“Debido a que en las sociedades siempre hay alguien que decide que no le gustan las reglas y decide violentarlas, los Estados tienen un cuerpo que ejerce fuerza contra aquel que violentó el acuerdo básico. La Policía hace parte de ese cuerpo que tienen todos los Estados para garantizar la ley”, dijo el académico.

En esa línea, Escobar aclaró que aunque la Policía esté autorizada para usar la fuerza con el fin de garantizar el cumplimiento de los acuerdos básicos, esto no la exime de cumplir a cabalidad las normas: “A ninguna autoridad o institución se le ha dado la excepción para que pueda incumplir la ley”.

Precisamente, en el caso de Colombia, la institución tiene legalmente definido su funcionamiento y labores a través de lo dispuesto en la Ley 62 de 1993 (por la cual se expiden normas sobre la Policía Nacional) y el decreto 2203 de 1993 (por el cual se desarrollan su estructura orgánica y sus funciones).

En el primero de los aspectos, señalados en el artículo 2 del mencionado decreto, se definió que la Policía tiene el deber de proteger a todas las personas residentes en Colombia, garantizando el ejercicio de los derechos y libertades públicas.

Además, dicha norma señala que la institución debe prestar el auxilio que requiera la ejecución de las leyes y las providencias judiciales y administrativas, así como ejercer, de manera permanente, las funciones de Policía Judicial, respecto de los delitos y contravenciones, de conformidad con lo dispuesto en la Constitución y la ley.

También dice que debe “prevenir la comisión de hechos punibles, utilizando los medios autorizados por la ley, con el fin de asegurar que los habitantes de Colombia convivan en paz”, entre otras funciones generales.

Para cumplir esta labor de protección y atención de los habitantes, dicha institución está amparada por la ley en cuanto a la utilización de armas que son de uso privativo de la Fuerza Pública, como está contemplado en el decreto 2535 de 1993.

“Son armas de guerra, y por tanto de uso privativo de la Fuerza Pública, aquellas utilizadas para defender la independencia y soberanía nacional, mantener la integridad territorial, asegurar la convivencia pacífica, el ejercicio de los derechos y libertades públicas, el orden constitucional y el mantenimiento y restablecimiento del orden público”, según el artículo 8 del decreto.

Retos institucionales

Al estar amparada para el uso de dichas armas (letales y no letales), la Policía está sujeta a responsabilidades en aras de evitar excesos, explicó el abogado Edier Esteban Manco Pineda, quien desarrolla su maestría en Derecho Público.

“Se debe precisar en qué contexto se ejercerá la fuerza legítima del Estado, ya que esta se debe usar, según la Constitución, en casos estrictamente necesarios”, aseguró.

En ese sentido, Manco Pineda expuso que, ante los recientes hechos de presuntos excesos en el uso de la fuerza, la Policía debería potenciar en su formación interna todo lo relacionado con derechos humanos.

“La Policía debería empezar por tener un acto de reconocimiento de exceso de la fuerza e iniciar un diálogo con actores sociales para recuperar la confianza ciudadana”, agregó.

Por su parte, el consultor internacional en temas de seguridad y convivencia, Jean Carlo Mejía, expuso que “hay que aclarar que, por naturaleza, la actividad de la Policía representa el uso de la fuerza dentro de un Estado social de derecho. Aquí y en donde sea, siempre existirá una tensión entre lo que manda básicamente la norma y la realidad frente a cómo se desenvuelve una comunidad”.

Además, el experto apuntó que la reforma (ver Paréntesis) planteada para mejorar la imagen de la institución fue presentada hace unos dos meses, e incluye temas como el cambio del sistema táctico y la educación formativa de los agentes. A su juicio, en un contexto social como el de la protesta, “hay algo de oportunismo político”

De todo este panorama es consciente el presidente Duque, quien ha ratificado que el papel de la Policía es clave para la seguridad de la nación y la posibilidad de tender puentes de diálogo institucional para superar la coyuntura de las marchas. Por eso, enfatizó: “Nuestro Gobierno garantiza el derecho a la protesta pacífica y nos mantenemos siempre en que todas las actuaciones que se deriven de la fuerza pública tienen el más alto estándar”

Infográfico
164.000
funcionarios tiene la Policía Nacional, según la Dirección General de la institución.
6
policías continuaban hospitalizados ayer tras ser agredidos en las calles.
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