Hostigado por amenazas cada vez más subidas de tono, Robert Posada no tuvo de otra que marcharse de Tuluá en julio de 2022. En juego estaba su vida. Sin embargo, desde su rol como periodista en el exilio, siguió de cerca lo que pasaba en el corazón del Valle del Cauca. Con todo, fueron esas mismas virulentas intimidaciones –ahora contra su familia– las que lo hicieron retornar al país el año pasado. Le puso cara a lo que parecía una silenciosa crisis que ahora está en boca de toda Colombia: el accionar criminal y cada vez más alarmante de la banda criminal ‘La Inmaculada’.
La banda volvió a estar en foco de las autoridades y de la opinión pública tras una ola de violencia desatada el pasado sábado en represalia por la captura de uno de sus principales cabecillas: Mauricio Marín Silva, alias Nacho. Dos muertos, 11 ataques indistintos, ocho vehículos incinerados y varios heridos fue el balance de la arremetida.
“Ellos comienzan a tomar fuerza desde 2012. Se hablaba de una época del terror en Tuluá. Fue la ola de violencia más fuerte en el presente siglo. Hubo una contención entre 2016 y 2019, pero creció desde 2020. Inicialmente se dedicaban al microtráfico y la extorsión a menor escala, pero su poderío se extendió. Incluso, atemorizaron a parte del sector productivo y hasta llegaban a fijar precios de la canasta familiar”, explica Posada, quien ahora funge como secretario de Desarrollo Institucional, en una administración que arrancó apenas hace mes y medio.
En entrevistas con diferentes medios, el nuevo alcalde de Tuluá, Gustavo Vélez, señaló que también está amenazado por la banda, y fue más allá, exponiendo que al parecer ‘La Inmaculada’ tenía alianzas con la pasada Administración Municipal.
Fuentes policiales le contaron a EL COLOMBIANO que ‘La Inmaculada’ surgió hace 20 años en el barrio del mismo nombre, ubicado en el casco urbano de Tuluá. Su primer cabecilla fue Óscar Darío Restrepo Rosero, apodado Porrón, quien se inició en el mundo criminal haciendo trabajos de sicariato para el cartel del Norte del Valle, a principios del siglo XXI.
La banda, que también se denomina a sí misma “la Oficina de Tuluá”, se dedica al sicariato, la extorsión, desapariciones, secuestros, desplazamiento forzado, control social y territorial, monopolio del comercio y productos de la canasta familiar, vigilancia ilegal, cobro de deudas mafiosas y narcotráfico. Tiene injerencia en Tuluá, Sevilla, Buga, Guacarí y Andalucía, entre otros municipios vecinos. Y extendió sus redes de corrupción en varias dependencias del poder público local.
Porrón fue capturado en 2015, luego de que el Gobierno lo convirtió en un objetivo de alto valor estratégico porque trató de extorsionar al ídolo futbolero Faustino Asprilla, oriundo de Tuluá. El mando quedó en manos de su lugarteniente Andrés Felipe Marín Silva, alias Pipe Tuluá –hermano mayor de Nacho– un sanguinario delincuente al cual las autoridades le atribuyen la muerte de más de 50 personas.
También lo arrestaron en 2015, pero desde la cárcel continuó administrando su empresa ilegal de la mano de Nacho, logrando expandir las redes de la facción a Popayán (Cauca), Armenia y La Tebaida (Quindío), según la Fiscalía. El Inpec lo ha transferido a diferentes prisiones, tratando de diezmar su control, en vano. Como venganza, Pipe Tuluá ordenó el asesinato de varios dragoneantes y servidores de la autoridad carcelaria.
Robert Posada es consciente del desafío que, ahora como administración, enfrentan para atajar a ‘La Inmaculada’, pero aun en esa condición sabe de sus alcances y no ha tenido de otra que permanecer escondido en una finca para hacerle el quite al riesgo. “Hemos hecho cambio de mando de las autoridades locales. También implementamos un plan de austeridad. La meta es recuperar la confianza de la gente en las instituciones para que denuncie”, concluye.
Desafío al Gobierno
Pipe Tuluá ha pasado por las cárceles de Cómbita (Boyacá) y Picaleña (Tolima), y hoy está recluido en La Picota, en Bogotá. Para frenar sus acciones, la gobernadora del Valle, Dilian Francisca Toro, expresó recientemente que “desde el Gobierno hay que generar un bloqueo de la cárcel e identificar a las personas que en Tuluá realizan esa serie de actos delincuenciales”. La respuesta de ‘La Inmaculada’ no se hizo esperar. Ante la captura de Nacho, el domingo expidieron un comunicado en el que no solo anuncian más represalias, sino que denuncian “la trampa que hizo el Gobierno Nacional con nuestros líderes, los cuales piden sean escuchados”. Al exigir la libertad de los suyos y reclamar por supuestos malos tratos en las cárceles, advirtieron que no pararán “con actividades y órdenes impartidas”. Hace poco más de un mes, desafiaron al Estado. “Gustavo Vélez cree que la única solución es la guerra y que la Fuerza Pública va a acabar con nosotros (...) Esperen que les vamos a demostrar que no hay ley terrenal que nos detenga”.