La mortal disputa al interior de la Nueva Junta Directiva del Narcotráfico (NJDN) es una de las principales hipótesis que manejan las autoridades sobre el asesinato del esmeraldero Jesús Hernando Sánchez en Bogotá.
El crimen fue perpetrado por un francotirador, quien disparó desde un bosque vecino a la urbanización Bosques del Marqués, el pasado domingo. De la misma manera, y en el mismo conjunto habitacional, habían matado a un antiguo colega esmeraldero, Juan Sebastián Aguilar (“Pedro Pechuga”), el 7 de agosto de 2024.
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Tanto Sánchez como Aguilar tenían participaciones en yacimientos de esmeraldas localizados en Boyacá y Cundinamarca, una actividad en la cual la NJDN tiene sus uñas enterradas hace décadas, no solo para incrementar el patrimonio de sus miembros, sino para blanquear los capitales del tráfico de narcóticos.
La NJDN es una organización de narcotráfico con redes transnacionales, que administra una amplia red de laboratorios de cocaína en los Llanos Orientales, tiene centros de operaciones en Bogotá y Dubai (Emiratos Árabes) y exporta alcaloides a Estados Unidos, Europa y Asia.
La primera generación de sus jefes, que operaron entre los años 90 y 2010, fue capturada y extraditada a Estados Unidos. A su regreso al país, entre 2018 y 2020, se desató una pugna interna por retomar el antiguo poder criminal, y el grupo se fracturó en dos.
Uno de los intereses de estos narcos es la recuperación de sus fortunas camufladas en la minería de esmeraldas, que quedó en manos de testaferros mientras ellos estuvieron en las celdas de EE.UU.
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Entre las víctimas han estado el capo Luis Caicedo (“don Lucho”) y su hermano Juan Francisco Caicedo Velandia (“el Ingeniero”), acribillados por sicarios. Ahora la muerte le llegó a Hernando Sánchez.
Aunque la Fiscalía tiene pocos avances contra este grupo, el propio presidente Gustavo Petro ha denunciado sus operaciones. Incluso en uno de sus acostumbrados trinos manifestó que la organización estuvo fraguando un atentado en su contra.
