A tan solo dos días de que se conozca el informe final de la Comisión de la Verdad, ya hay polémica por las que podrían ser sus conclusiones y recomendaciones. Al menos la controversia está en la derecha y las fuerzas armadas, pues según publicó la Revista Semana a manera de pregunta retórica, pretenden “reescribir la historia”.
Sin embargo, en documentos que ha podido conocer EL COLOMBIANO, es evidente un trabajo pasado por la ambición de conocer todos los ángulos de un relato que en Colombia nunca se escribió enteramente. La reincorporación de las Farc a la vida civil, después de la desmovilización de los paramilitares y sus versiones en Justicia y Paz, permite un entendimiento de voces, una imagen más determinante de la tragedia que pasó por el país.
En una entrevista reciente que hicimos a Marta Villa, coordinadora de la Comisión en Antioquia, decía: “En general, el relato de las víctimas sigue siendo el mismo que estamos escuchando hace 30 años, esto se debe a que la memoria siempre va a corresponder a la huella que dejó el hecho; el asunto es que entre los relatos de memoria no hay verdades, es imposible establecer una verdad (...) hay memoria colectiva, que se construye a partir de trazos comunes en los que hay una coincidencia y en los que hay también matices. Ahora les sumamos la voz de los responsables, cosa que nunca habíamos hecho, porque ni siquiera con Justicia y Paz tuvimos un proceso en el que ellos viajaran a los territorios y reconocieran los hechos; ese proceso fue muy inequitativo con las víctimas y condescendiente con los responsables”.
Los comisionados y los grandes grupos de investigación que allí se conformaron (más de 200 profesionales arrojados a la tarea de encontrar versiones, verdades) hicieron viajes de investigación y reportería por todo el país. Hablaron con movimientos sociales, sindicatos, empresarios, líderes políticos de todas las corrientes, y con base en eso crearon un gran relato. Esa base son 28.000 testimonios, el 50 por ciento de ellos tomados de manera individual.
Como es de suponer, y que tampoco es un gran descubrimiento porque académicos alejados del centralismo ya lo han dicho, el surgimiento del conflicto empieza por la intención de las fuerzas del orden por mantener un status quo y esto lo recoge la Comisión.
Pero más allá de cualquier reflexión, no se trata de reescribir la historia, se trata de escuchar voces que han permanecido por debajo de la superficie. La comisionada Marta Ruiz, encargada del capítulo de Narrativa Histórica dentro del informe que tendrá más de tres mil páginas, le dijo a El Espectador: “Nuestra intención no es construir un texto más sobre la historia de Colombia y del conflicto armado sino intentar incorporar los aprendizajes, las lecciones e, incluso, hasta los mea culpa que hacen los actores sociales y políticos en ciertos momentos, los cuales fueron capturados por la Comisión durante el trabajo que se hizo”.
La verdad en Antioquia
Solo en Antioquia (departamento donde nacieron las AUC y los frentes 5, 18 y 36 de las Farc, por mencionar los más violentos) la verdad ya deja frutos de reconciliación que difícilmente podrían haber germinado en otro contexto. Los mismos comandantes de las Farc reconocieron en el Oriente antioqueño casos de secuestro en Sonsón, tomas armadas en Nariño, desaparición y reclutamiento forzado de niños, niñas y adolescentes en Argelia, y desplazamiento en Abejorral.
En esos encuentros decenas de familias pudieron confrontar a los reclutadores de sus hijos y saber cómo sucedió el horror de ese “secuestro”. Por ejemplo, en Argelia, Elda Neyis Mosquera, conocida por todo el país como “Karina”, aceptó esos reclutamientos y la desaparición de menores de edad. Una verdad que era vital para esas familias.
Pero no solo se trató de ese capítulo en el oriente. En San Pedro de Urabá, las Farc reconocieron sus responsabilidades en la masacre del corregimiento del Alto San Juan y las veredas aledañas. Y en otro episodio, excombatientes de diferentes grupos armados revelaron detalles detrás del conflicto armado en esa región y en el Bajo Atrato: Pastor Alape y Jhoverman Sánchez, y Carlos Antonio Moreno Tuberquia, exintegrante del EPL, de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (ACCU) y del Clan del Golfo se vieron las caras con las comunidades que solo se preguntaban por qué habían vivido tal horror.
Y en un caso que sacudió a todo el departamento hace ya veinte años, las Farc reconocieron su responsabilidad en el secuestro y asesinato del gobernador (en ese momento en ejercicio) Guillermo Gaviria y su mano derecha, Gilberto Echeverri.
Estos son solo algunos casos mencionados al azar que han sido muy importantes para las víctimas que, en últimas instancias, quieren saber las razones del horror que tuvieron que vivir, enfrentar a quienes les causaron esa pena, y la Comisión de la Verdad les ha permitido abrir esa ventana que en procesos de paz anteriores les había sido esquiva.
Es cierto que varios sectores de la sociedad han estado muy alerta con la revelación del informe que se conocerá el próximo martes; sin embargo, este reflejará las voces de miles de víctimas, de miles de involucrados en una guerra que aún no terminamos de comprender. Desde el primer momento, varios comisionados han sido atacados por personajes públicos en redes sociales, y de esa manera les han creado un manto de deslegitimización sin sustento alguno. Como decía Marta Villa en la entrevista: se trata de la unión de verdades, de relatos.
Será como ver el rostro del país en un espejo, y a veces a ese reflejo se le tiene miedo.