Esperaba a una mujer mayor, -sin ser prejuiciosa-, iba a entrevistar a la única mujer de todo el país tripulante de los helicópteros Black Hawk de la Aviación del Ejército, seguro que con los años y largo periodo militar lo había logrado, pero no, me encontré con que la cabo segundo, Karen Cecilia Portilla Upegui, tiene apenas 27 años, los últimos tres siendo tripulante.
Ha sido apasionante y honroso, su sueño era ese, desde pequeña cuando veía en televisión los comerciales del Ejército, anheló estar ahí, se preguntaba en aquella época, ¿por qué solo había hombres en los helicópteros?, ¿qué pasaba con las mujeres? Se lo cuestionó tanto que convirtió su sueño en desafío, se propuso derribar tradiciones, abrir nuevo camino y lo está logrando.
La cabo Portillo, nació en el Valle del Cauca en 1996, sus papás lo hicieron bien, en casa inició la formación de la mujer aguerrida, determinada y sin miedo que la Institución ha seguido formando. “El que tenga miedo a morir, que no nazca”, dice la militar en broma, aunque en el fondo sabe que es la ley de su vida.
Ser tripulante es especial, son los encargados de manejar y accionar las armas de los helicópteros UH-60 Black Hawk, ella es la única mujer que cumple esa función en el país, un privilegio que como todo privilegio lleva a cuestas una inmensa responsabilidad.
Entre el Valle del Cauca y la ciudad de Pasto, transcurrió su infancia y adolescencia. Hoy por hoy no tiene domicilio fijo, va de un lado a otro donde su servicio sea requerido; junto con otros militares evacuan heridos, transportan capturados, llevan suministros, alimentación, víveres, y hasta correspondencia a los soldados que habitan las más apartadas zonas del país. Cuando no está de misión, está en Tolemaida aguardando el llamado.
“Ser la primera mujer tripulante de un equipo de combate representa haber superado todos los límites y estándares de las mujeres que creen que no pueden alcanzar ciertas actividades que los hombres desarrollan en el Ejército, eso me da un plus, yo he ido cerrando una brecha, ayudando a las mujeres que vienen detrás, dando buen ejemplo, demostrando berraquera y entusiasmo, buena actitud, disposición y decirles que si yo pude, las demás también pueden”, dice con inspiración.
Con facilidad carga su arma, pasó el periodo de formación al lado de otros hombres y de exigentes entrenamientos; no se ha sentido débil y agradece que sus compañeros no la traten diferente por ser mujer.
“El trato es parcial, no hay paternalismo, tenemos nuestro toque femenino sí, claro que tenemos condiciones particulares que nos definen como mujeres, pero eso no implica que nuestros mandos sean condescendientes, cumplimos todas las labores, el trato es excelente, encaminado a que somos soldados y todos cumplimos la misión, sea hombre o mujer, trabajamos todos por igual, sin excusarnos en que somos mujeres”, afirma.
Karen ha estado en enfrentamientos, desde el aire ha hecho uso de habilidades, ha combatido al enemigo, su vida ha estado en riesgo, pero siempre, hasta el día de hoy, ha regresado y a sus padres sin falta reporta el milagro del día.
“Desde el momento que te embarcas debes tener una alerta muy alta porque hay riesgos inminentes, situaciones que atentan contra tu vida, pero como dicen por ahí, el que tiene a morir que no nazca, nosotros estamos para proteger al país y sabemos que hay riesgo, pero nuestra valentía debe ser mayor, para poder cumplir con la misionalidad del Ejército”, agrega.
Esta, es de esas mujeres de admirar, de verdad, verdad. Y es que solo ella, hasta hoy, ha pasado las exigentes pruebas intelectuales y físicas que hacen las Fuerzas Militares para los tripulantes de los helicópteros Black Hawk; cientos de hombres y mujeres se rajan en el proceso.
No está casada y tampoco tiene hijos, su inspiración son sus padres por los que literalmente daría su vida. “Ellos son el amor de mi vida, los pilares de mi vida, siempre me dicen lo orgullosos que se sienten de mí, me ven como heroína, mi hija hace patria, dicen felices”, cuenta con nostalgia.
La suboficial es delicada, porta con elegancia su camuflado, el cabello recogido impecable siempre, reflejo de la disciplina militar, su voz suave y hablar pausado, dan cuenta de una mujer noble, apasionada, entregada y considerada. Es más valiente que temerosa, aguerrida, digna mujer colombiana, merecedora de esta exaltación.