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Firmantes de paz ahora son médicos para cuidar la vida

El 30 de julio, cuatro firmantes de paz recibieron en Cuba el diploma que los acredita como médicos. Esta es la historia de una de las graduadas en la isla.

  • La foto fue tomada el pasado 30 de julio en el Aula Magna de la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana. Ese día se graduaron de médicos 68 colombianos, cuatro eran firmantes de paz. FOTO cortesía
    La foto fue tomada el pasado 30 de julio en el Aula Magna de la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana. Ese día se graduaron de médicos 68 colombianos, cuatro eran firmantes de paz. FOTO cortesía
18 de agosto de 2024
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Lenyi Suárez se convirtió en médica después de 26 años y de participar en una guerra histórica. El 31 de julio pasado subió a la tarima del Aula Magna de la Universidad de Ciencias Médicas de La Habana: recibió su diploma. Su mamá la miraba, orgullosa y con lágrimas que le caían como cascadas, desde las gradas.

La doctora Lenyi apostó todo en 2016 por una paz que, aunque imperfecta, le dio la posibilidad de cambiar el camuflado que vistió cuando perteneció a las Farc por una bata blanca e instrumentos quirúrgicos.

“Mi papá, cuando estaba pequeñita, me compró un juguete como de enfermera y entonces jugaba con mis hermanos a que los atendía y a que les aplicaba inyecciones. No dimensionaba, pero desde ese momento tenía algo del sueño: quería ser médica”, relató la doctora en diálogo con EL COLOMBIANO.

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Lenyi es la primera profesional entre sus ocho hermanos y en varias generaciones de su familia. Su mamá, como pudo, terminó la primaria y el papá no fue a la escuela.

Nació en Bogotá en octubre de 1997 y la registraron en Lejanías, un pueblo del Meta. De tumbo en tumbo recorrieron distintas partes de Colombia hasta que en 2010 llegaron a Toribió (Cauca), un fortín histórico de los guerrilleros.

Cuando los fusiles que enfrentaron a las Farc con el Estado colombiano se silenciaron de manera definitiva, Lenyi se fue a la Zona Veredal de La Elvira (Buenos Aires, Cauca). Allá empezó su proceso de reincorporación. Los pesos eran escasos y casi no resultaban jornales.

“Trabajé cuidando niños o en cualquier trabajito que me saliera por ahí en cultivos. En la escuela hacía trabajos de limpieza y en algunas ocasiones, como ya era graduada del bachillerato, me ponía a dictar algún cursito a los muchachos sobre cosas sencillas, como educación sexual, pero resultaba poco, tenía un cursito cada seis meses”, recordó.

La joven intentó perseguir el sueño de la medicina. Pero le fue esquivo. Se presentó a la Universidad Nacional y una aplastante derrota en la prueba de admisión le dijo que no, que allá no sería. La falta de dinero también le cerró las puertas en las facultades privadas.

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Varias culturas interpretan la aparición de un grillo como el presagio de prosperidad y buenas noticias. A Lenyi le llegó la suerte de la mano de un camarada –como le dice ella– que apodaban igual que al bichito invertebrado.

“Estaba en La Elvira y me citaron a una reunión con el camarada Grillo. Cuando lo vi me dice: ‘Muchacha, lo que usted tanto estaba esperando al fin se va a dar’. Esa fue una emoción muy grande”, dijo.

Era 2017 y la noticia que traía Grillo era que el Gobierno de Cuba había ofrecido, como aporte al recién nacido proceso de paz, mil becas para estudiar en la Escuela Latinoamericana de Medicina.

Cuando la Embajada de ese país difundió la convocatoria, algunos políticos opositores al proceso señalaron que los excombatientes viajarían a ese país a recibir entrenamiento militar para convertir a Colombia en un régimen “castrochavista”.

Pero las becas han sido distribuidas entre firmantes de paz, indígenas, miembros de organizaciones sociales, víctimas del conflicto y hasta hijos de miembros de la Fuerza Pública.

Después de varios trámites burocráticos, de entregar y que le devolvieran documentos, la joven logró ser admitida como estudiante de medicina en Cuba.

“El día del viaje no se me olvida. Fue el 26 de agosto de 2017. Me acompañaron mi mamá y mi papá al aeropuerto. Ellos estaban muy contentos y felices, pero a la vez tristes porque una de sus hijas más pequeñas se iba a ir, otra vez. Yo nunca había visto llorar a mi papá, ese día lo vi. Me llevé los sueños en una maleta”, contó la doctora.

Lenyi aterrizó a las 8:00 de la noche –junto a otros 186 estudiantes colombianos becados– en un aeropuerto militar. El sol caribeño todavía pendía del cielo, ese fue el primer cambio que notó. En Cuba las horas fueron adelantadas por un racionamiento de energía.

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Se subieron a unas guaguas –como le dicen al transporte público allá– y los vecinos, curiosos, se asomaban a los balcones y andenes a saludar la caravana de estudiantes colombianos.

En la Escuela de Medicina pusieron a los estudiantes en una cuarentena preventiva para suministrarles un tratamiento contra el paludismo y el dengue. Lenyi no tuvo suerte. El colchón en el que dormía tenía ácaros: su cuerpo se llenó de ronchas. Estuvo hospitalizada seis días y se perdió las primeras clases.

“Durante ese aislamiento dieron unas clases a las que no pude ir. Tenía libros y los estudiaba, pero cuando uno se enfrenta a esos textos sin ninguna tutoría uno queda sin ningún conocimiento. Me llevaron el examen al hospital y lo perdí”, contó.

La Universidad les garantizaba la alimentación a todos los alumnos. Aunque no era la mejor. En más de una ocasión se encontraban gusanitos entre el arroz o salchichas que empezaban a ser consumidas por el moho.

Y aunque Cuba pregona principios de igualdad, las diferencias sí fueron notables entre la delegación de estudiantes colombianos.

“Me llegué a topar con estudiantes que decían ‘estos son los del proceso de paz, estos son los de las armas, mejor tenerlos de lejitos’. Nosotros almorzábamos en el restaurante comunitario y ellos tenían la posibilidad de comer en lugares finos”, recuerda la médica.

Las clases de Medicina General, Biología Molecular, Tejidos y Sistemas, Ontogenia Humana iniciaban a las 7:00 de la mañana y terminaban a las 4:30 de la tarde. Después, Lenyi se dedicaba a repasar, todos los días hasta las 4:00 de la madrugada.

Para el tercer año de la carrera, la joven creyó que tenía en sus manos las riendas de la academia. Pero llegó la pandemia del covid-19. En Cuba empezó a escasear de todo y a ella también.

Las clases presenciales se suspendieron un tiempo y cuando ordenaron el regreso a la sede, ella no tenía ni para los pasajes.

“Debía madrugar a las seis de la mañana para ir a la universidad o al hospital. Y se hacían unas filas inmensas. El carrito cobraba 1 peso cubano por transportarme –que eran como 100 pesos colombianos– pero yo realmente no los tenía. Si veía a algún compañero en la fila, le pedía que me prestara que luego le pagaba, pero a veces no veía conocidos y me tocaba devolverme. Empecé a acumular faltas”, cuenta.

La ausencia de Lenyi en clase valió para que le quitaran el derecho a presentar exámenes finales. Tuvo que enviar una carta al decano en la que explicó su situación. Le dieron otra oportunidad.

“Llamé a mi mamá y le prometí que iba a intentar hacer lo mejor que pudiera. Ella me dijo que, pasara lo que pasara, ella iba a estar muy orgullosa de mí y de mis logros”, señaló Lenyi, suspiró y añadió: “Pude ganar el examen y continuar en la carrera”.

El promedio de sus calificaciones fue sobre 4, fue una de las alumnas más destacadas y eso le valió para ser monitora en varias asignaturas.

Regresó a Colombia el pasado 9 de agosto y se enteró por medios de comunicación que el sargento retirado Luis Leniz, en representación de los veteranos del Ejército Nacional de Colombia, se mostró dispuesto a bloquear las entradas y salidas del Hospital Militar para impedir del ingreso de excombatientes que sean atendidos allí.

“Duele mucho toda la estigmatización y odio que destilan algunos contra los firmantes de paz. Mi compromiso, por el contrario, es atender y ayudar a salvar las vidas, de la persona que sea. Voy a buscar ser siempre de las mejores en mi trabajo”, aseguró Lenyi desde la casa de su mamá en Icononzo, Tolima.

Ahora está a la espera de un trámite que convalide su título cubano en Colombia y ya le ofrecieron una beca para especializarse en cirugía general.

* Nombre cambiado a
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