Su prolongada impopularidad, sus mensajes erráticos, los frecuentes y cada vez más sonados escándalos —tanto personales como de corrupción—, así como los líos en materia de ejecución e incluso de presupuesto, no dejan de pasarle factura al Gobierno de Gustavo Petro.
Si bien han transcurrido poco más de dos años de mandato, esas flaquezas del primer gobierno de izquierda en Colombia no dejan de ser aprovechadas por diferentes sectores políticos que, en el perpetuo ajedrez del poder, buscan desde ya hacerse a un cupo en la carrera por ocupar el solio presidencial en 2026.
Los hay de todas las orillas, frentes e intereses, y aunque hoy no dejan de ser graduados como “precandidatos”, desde ya —en diferentes escenarios—, siguen dándole forma a una cantada aspiración presidencial. El fenómeno es de tal calado que una reciente encuesta de las firmas Guarumo y EcoAnalítica daba cuenta de un abanico de al menos 40 aspirantes.
El panorama no deja de estar viche y aún es temprano para aventurarse a perfilar favoritos; sin embargo, desde ya se vislumbran las facciones que marcarán el derrotero de los comicios. “Van a entrar en el escenario político cuatro bloques. Uno progresista, que va más allá de Petro; otro de derecha pura que no ha logrado desmarcarse de una agenda más allá de seguridad; un bloque de centro desdibujado y sin una agenda política y social clara, y un bloque del establecimiento político tradicional que va a negociar con los otros bloques”, explica el profesor de políticas públicas Jorge Iván Cuervo.
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Un bloque más allá de Petro
Sin duda, hoy las miradas están puestas en el candidato que, alzando las banderas del presidente y acogiendo sus luchas, herede su legado con miras a asegurar continuidad. En este frente sobresalen figuras como María José Pizarro, Francia Márquez, Gustavo Bolívar, Iván Cepeda, Daniel Quintero, Luis Gilberto Murillo o Roy Barreras.
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Si bien contar con el guiño de Casa de Nariño siempre será una ventaja, en las actuales circunstancias tener ese espaldarazo podría jugar en contra. De acuerdo con la profesora Eugénie Richard, de la Universidad Externado —experta en marketing político y comunicación gubernamental—, el primer mandatario sigue gobernando para un nicho del 30 % de la población en el que se concentra su voto duro, pero el o la ungida deberá trascender ese techo para abarcar más sectores. Allí será clave desmarcarse de una única tendencia radical.
“Quien llegue detrás de Petro va a tener un doble reto. Primero, volver a unificar los votos de la izquierda. Segundo, presentarse como un candidato del progresismo que lucha por la paz y la justicia social, pero no necesariamente presentándose como el heredero de Petro. El desafío será encontrar un discurso que sea progresista, pero no necesariamente petrista”, asegura Richard.
Insistiendo en que aún el escenario es prematuro, el politólogo Sebastián Líppez De Castro, decano de la Facultad de Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales de la Universidad Javeriana, asegura que todavía pueden ocurrir acontecimientos que marcarían el rumbo de la carrera presidencial, particularmente, que el Gobierno pueda consolidar y darle forma a su agenda reformista, lo que aseguraría un lugar para la izquierda en segunda vuelta.
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“En la medida en que el Gobierno pueda empezar a consolidar más temas de su agenda, podría ir catapultando a otras figuras del Pacto Histórico. No obstante, uno de los grandes problemas del Gobierno Petro es la concentración del liderazgo y poder en su figura. Ello impide la definición de procedimientos y dinámicas como las de un partido, además que opaca la participación de otras figuras”, asegura.
Derecha, a la expectativa
En contraste al petrismo, buscando capitalizar sus errores y mostrarse como una orilla antagonista, emerge el bloque de derecha que, aunque está reunida alrededor de la oposición al primer mandatario, no deja de estar fragmentada.
“Hasta el momento no ha sido una oposición que capitalice con fuerza los errores del Gobierno y que se haya constituido en una gran fuerza con liderazgos descollantes. Hay algunas figuras con cierta notoriedad, pero no llegan al nivel de Gustavo Petro, ni cuentan con un perfil que en el imaginario colectivo se podría enmarcar como estadista”, señala Líppez De Castro.
En este espectro no dejan de ser disruptivas figuras como el exfiscal Francisco Barbosa y, particularmente, la periodista Vicky Dávila que, aunque aún no se lanza al agua y sigue fungiendo como directora de la Revista Semana, se da como candidata en los mentideros políticos. Su contraposición a Petro, la viralidad y alcance de sus artículos, y el trabajo que ha permitido poner al descubierto las flaquezas del Gobierno son hechos que juegan a su favor.
Sin embargo, para la profesora Eugénie Richard, aún hace falta no solo que la periodista dé el salto, sino que se mida de tú a tú con otras figuras como las senadoras María Fernanda Cabal o Paloma Valencia, quienes tienen experiencia en política, con recorrido en lo público y con cada vez más visibilidad. Se trata de factores que les permitirían aglutinar a sectores de derecha y centroderecha.
“La candidatura de Vicky Dávila todavía no se ha consolidado. Existe en los imaginarios colectivos, pero no se ha aclarado ni desarrollado. Vicky en las encuestas está muy por encima de María Fernanda Cabal, pero falta mucho tiempo y Cabal tiene una ventaja: cuenta con una estructura de partido. No obstante, es muy temprano”, indica Richard.
Centro, en búsqueda de agenda
Con miras a capitalizar votos de ambas orillas, aparece el centro político, que bien puede tener matices de centroizquierda o centroderecha. Allí sobresalen figuras como Claudia López, Sergio Fajardo, Juan Manuel Galán o Alejandro Gaviria. La mayoría de ellos ya ha competido al menos una vez en unos comicios presidenciales y, de acuerdo con el profesor Cuervo, uno de sus desafíos será lograr verdadera proyección nacional de la mano de una agenda robusta.
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“Este es un bloque que se considera de moderación y negociación, pero son un grupo político muy desdibujado. Mi impresión es que son intelectuales que se las dan de progresistas, pero que no conocen el país, ni proponen una agenda social”, reclama Cuervo.
En ese sentido, para Líppez De Castro será determinante lo que ocurra con eventuales coaliciones que ayuden a fortalecer este espectro y darle consistencia a una candidatura diversa. “Las consultas interpartidistas en 2022, al final, dieron lugar a la carrera presidencial. Esa dinámica fue fundamental y hay que ver si se va a repetir en las próximas elecciones”, precisa.
En el abanico de posibilidades emerge además lo que podría considerarse como un cuarto bloque de partidos tradicionales que, aun sin candidatos propios y determinantes, entrará a jugar bien sea para consolidar un aspirante propio —como Germán Vargas Lleras o Simón Gaviria—, o buscará aliarse con otros bloques con miras a asegurar una tajada de burocracia.
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